El juicio de la historia

El juicio de la historia

El 9 de Julio la Presidenta habló del juicio de la historia. En un día histórico por el aniversario de la Independencia, el juicio de la historia surgió como una reflexión sobre lo que queda en el tiempo, en la experiencia de vida y de lucha de los pueblos.

Lo dijo pensando en su inminente alejamiento de la presidencia. “Los dirigentes de nuestro espacio continuarán lo que hemos hecho”. Fue clara: “Y lo harán porque es mucho más importante el juicio de la historia que el juicio de los medios”. Son dueños diferentes: al juicio de la historia lo producen los pueblos y el otro es orquestado por los dueños de las corporaciones, cuyos intereses, en última instancia, son opuestos a los de los pueblos. Estos veredictos casi nunca coinciden. Sin embargo, a la larga, los dueños cambian, pero las experiencias históricas se transmiten de generación en generación. Detrás, en la tribuna, estaban los candidatos del Frente para la Victoria, Daniel Scioli, en la presidencial, Jorge Manzur, en Tucumán, y los dos precandidatos para la provincia de Buenos Aires, Aníbal Fernández y Jorge Domínguez.

Es un debate abierto. Existen juicios mediáticos que hablan de la “bomba de tiempo” que este Gobierno les dejará a sus sucesores; otros hablan de “terreno minado” y otros de “medidas extremas de ajuste” que deberán tomar los que reemplacen a Cristina Kirchner en la Casa Rosada. Este gran tribunal de los medios y las corporaciones determina que la economía está al borde del colapso y que deberán tomarse medidas “necesarias y dolorosas”. Los sucesores, los que ganen las elecciones, tendrán esta fuerte presión. Si no hacen lo que les piden, ipso facto serán condenados y demonizados por los medios que ya están presentando estos reclamos para condicionar a los candidatos. La Presidenta habló de Grecia: “Su pueblo está como está por las medidas ‘necesarias y dolorosas’ que le impusieron los organismos financieros internacionales”. Argentina estuvo así y podría seguir así, pero eligió otro camino, explicó.

Habrá que elegir entre el juicio de los medios y el juicio de la historia.

Los medios concentrados y las corporaciones han enjuiciado el modelo: “Está agotado”. En su discurso en Tucumán, la Presidenta tomó algunos de los argumentos con que se construye esa sentencia y se refirió a los cambios que se están produciendo en el mundo a partir de la crisis de las economías centrales. Los capitales vuelven a esos centros y al mismo tiempo bajan los precios de las commodities, soja, granos, petróleo y metales, que producen las economías periféricas. Necesariamente el comercio internacional y la generación de recursos tomarán otras formas que en estos doce años. Según los medios concentrados, los economistas neoliberales, la oposición de centroderecha aglutinada tras la candidatura de Mauricio Macri y los organismos financieros, en esta situación el modelo no está en condiciones de dar respuestas. Cristina Kirchner reconoció el nuevo escenario pero, en vez de anunciar el agotamiento de su proyecto, fundamentó su vigencia y la imperiosa necesidad de darle continuidad como único camino para superar estos factores adversos. “Hemos hecho un fuerte esfuerzo para construir infraestructura, en caminos, puertos y ferrocarriles, para la creación de energía y reindustrializar el país, para no depender de los precios internacionales de las commodities”, explicó. “Pero nos falta tiempo para consolidar este camino”, subrayó. Una industria nueva, nacida en estos años por políticas públicas de estímulo, después de décadas de desindustrialización, necesita andar más camino para echar raíces fuertes. Abandonar ahora sería destruir lo que se consiguió con inmensas inversiones en obras públicas y subsidios sin los cuales la gran mayoría hubiera sido destruida o tragada por los pocos grandes y concentrados.

En esa línea hacía referencia al proceso electoral: los únicos candidatos que garantizan esa continuidad son los del Frente para la Victoria. Mauricio Macri es la desaparición de las fuentes de trabajo, el desempleo y la exclusión.

Sobre estos temas, lo poco que ha dicho Macri es que al sacar el Impuesto a las Ganancias y las retenciones y levantar el cepo al dólar se producirá un shock de confianza y habrá una inundación de inversiones externas. Por lo menos es dudoso porque lo preponderante en América latina es el reflujo de los capitales hacia las economías centrales. Si solamente apuesta al shock de confianza, es poco lo que podría conseguir y mucho lo que estaría arriesgando. Si no recauda, se endeuda y vuelve al círculo vicioso del que costó tanto salir. Con esas medidas se cae todo lo demás y solamente ganan los conocidos de siempre. Resulta llamativa la forma en que sectores sindicales se asumen como parte de ese proyecto que resulta letal para los que dicen representar. La Uatre, el gremio de peones rurales que dirige el Momo Venegas, se ha convertido en una extensión de las patronales de la Sociedad Rural y en una de las patas gremiales del macrismo, o como el Sindicato de Empleados Judiciales, de Julio Piumato, que actúa como furgón de cola de la Asociación de Magistrados controlada por la oposición nucleada en la macrista Cambiemos. Como expresión de esta época, aparecen estos gremialistas que asumen abiertamente la subordinación política a sus patronales.

La lluvia de amparos y cautelares imposibles para proteger a grupos corporativos, sumadas a intervenciones de jueces obstruyendo causas de derechos humanos, frenando leyes o abriendo investigaciones de gran impacto político sobre la base de denuncias sin pruebas, convirtieron la Justicia en un escenario central de esta disputa, con lo que el “juicio de los jueces” también ha perdido relevancia frente al juicio de la historia. El disminuido acto en defensa del juez Luis Cabral, frente a Tribunales, fue una señal del prestigio que ha perdido el ámbito de la Justicia, desde la marcha por Nisman hasta ahora. Las movilizaciones tuvieron un efecto contrario al buscado al desnudar las motivaciones políticas del grupo de jueces y fiscales que las convocaron. Los reclamos de Cabral fueron rechazados por el juez de primera instancia. Solamente quedaron los argumentos políticos para convocar a esa protesta en la que, además de veteranos de canas engominadas, traje y sobretodo, había empleados de Uatre y de judiciales, unidos en una expresión recalcitrante, sin matices, de la derecha. La presencia de Margarita Stolbizer y de algún socialista en esos actos los desdibuja aún más en la polarización entre el centroizquierda desde el que se planta el oficialismo, y el centroderecha del macrismo volcado aún más a la derecha en estos actos.

Lunes, martes y miércoles se realizó en Tucumán el Foro por la Nueva Independencia que organiza el Ministerio de Cultura. En estos foros intervienen representantes de los movimientos populares que participan en los procesos de cambio en diferentes lugares del planeta. Hay delegados de Cuba, Bolivia, Brasil, de España o Ecuador y Venezuela. El kirchnerismo ocupa ese espacio nacional, popular y democrático en un centroizquierda que ya no se le discute. Pese a la formidable campaña mediática de desprestigio tratando de asimilarlo al menemismo, a la corrupción, al viejo caudillismo, al autoritarismo y a todo tipo de insanías y malformaciones imaginables, el kirchnerismo ha podido delinear una identidad genuina como fuerza política. Pero no salió indemne y siempre ha debido pasar por exámenes de altísimos registros que no se les reclaman a otras fuerzas. Si la energía transformadora fuera directamente proporcional a la campaña mediática en su contra, el kirchnerismo sería toro campeón de ese corral. Será muy difícil para cualquier fuerza popular no tomar como punto de referencia estos doce años de gobiernos kirchneristas. Los que estuvieron a favor y los que estuvieron en contra. De alguna manera así quedarán delimitados en el país los nuevos campos del debate que antes eran entre izquierda y derecha o progresistas y reaccionarios.

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