Los juegos del ajuste y un menú de $ 500 mil millones

Los juegos del ajuste y un menú de $ 500 mil millones

El ministro Dujovne tiró una cifra enorme sobre la mesa de negociaciones con las provincias. Sus pares ya meten mano a fondo en las obras públicas.   

 

En esta época de cuentas fiscales apretadas, Rodrigo Pena, secretario de Hacienda y pieza central en el armado del Presupuesto Nacional, tiene incorporada a su teléfono celular una aplicación que es bastante más que un detalle de modernidad. Se ha convertido, si no en obsesión, cuanto menos en fuente de consulta permanente.

El dispositivo le permite ver, en tiempo real y bajo el formato de un gráfico con dos curvas que se cruzan, cómo marcha la recaudación tributaria respecto de la estimada en el Presupuesto. Una color negro y la otra colorado, el resultado da que suelen coincidir o que si en algún momento la recaudación pierde terreno, pronto lo recupera. Todo en orden, por ese lado.

Otra medida del mismo cuadro consiste en comparar ingresostributarios totales con inflación. Los números también cantan muy parejos: anualizados a junio, 28,5% contra 29,5%.

No hace falta decir que sostener la recaudación resulta imprescindible para el objetivo de reducir drásticamente el déficit fiscal, aunque gran parte del ajuste esté focalizado en bajar el gasto público. Eso, o más bien su opuesto, la pérdida de recaudación, explica que la AFIP haya resuelto lanzar un plan de pagos para contribuyentes con deudas acumuladas a causa de la crisis.

Sucede y está sucediendo algo habitual cuando se llegan a cobrar tasas de interés del 61% por descubiertos en cuenta corriente: que las empresas prefieren financiarse con el Fisco antes de dejar de pagarles a sus proveedores. Es la opción por el mal menor, semejante a preservar la continuidad de los negocios o a mantenerlos en pie.

De hecho, aliado fuerte de la AFIP, el que sigue aportando a lo grande es el llamado impuesto inflacionario. De ahí vienen recaudaciones que crecen a alturas impresionantes, como el 47% o el 46% anual del IVA y de Ganancias vinculados al mercado interno.

El problema es la contribución de la actividad económica o, mejor dicho, que otra pata clave de esa estructura empiece a flaquear. Según cálculos del propio Banco Central, una cosa así ya estaría ocurriendo.

Tras crecer 3,6% el primer trimestre, la entidad estima que por efecto de la sequía el PBI habría caído 3,1% en el segundo y que mejoraría 0,6% en el tercero, pero sólo empujado por el sector agropecuario; el no agropecuario, de mayor capacidad contributiva, bajaría 1,8%.

Aunque sin arriesgar una cifra concreta para el último trimestre, el balance del BCRA le pone 0,4% positivo a todo el año. Magro desde luego, el registro vira a directamente negativo apenas se le descuenta el aumento de la población, por lo general estimado en 1%.

Si el eje pasa por allí, o sea, por cuánto puede ayudar la actividad económica a las cuentas fiscales, ya está claro que la construcción no jugará tan bien como en 2017. Y menos que menos la obra pública, número puesto en el camino de la guadaña del ajuste.

Sobre eso habla, justamente, un informe de la consultora Construir basado en licitaciones del Estado nacional, de las provincias y de los municipios. Revela que, comparada con el mismo período de 2017, la plata implícita en las realizadas entre enero y mayo de este año cae nada menos que un 42%, o el 57% si la relación es de mayo contra mayo.

Puesto de otra manera, lo que un año atrás representó un gasto público de $ 126.237 millones ahora se redujo a $ 72.861 millones. En volumen, con incrementos de costos incorporados, el desplome fue obviamente mayor.

Un panorama similar, en realidad, un vaso comunicante, aparece en los informes del Ministerio de Hacienda. El último cuenta que, durante el primer semestre, las transferencias de la Nación a las provincias para obras públicas bajaron 38,6%. Muchísimo más en valores reales: casi 70 puntos porcentuales computando la inflación anual del 29,5%.

Alrededor de 40 puntos le tocan en el mismo contraste a la inversión directa del Estado Nacional y 60 a la de las empresas públicas. De un color o de otro, todo es ajuste fiscal de una punta a la otra.

Previsible, el bajón de las obras se proyecta sobre algunos de sus insumos básicos. Un ejemplo, el consumo de asfalto: de crecer cerca del 37% de enero a abril, apenas subió 5,8% en mayo. Otro, la demanda de cemento a granel: bajó 2,3% en mayo, luego de avanzar 21,7% hasta mayo.

Ajuste ahora con el sello de la crisis cambiaria, de los precios y del costo del financiamiento, también en mayo comenzó a replegarse la construcción privada. Está pasando un fenómeno harto conocido por los economistas: que cuando el viento se da vuelta, con la misma rapidez la actividad del sector se da vuelta.

 

De regreso a los rigores del ajuste fiscal Nación-provincias, Nicolás Dujovne ha puesto sobre la mesa de negociaciones con sus pares del interior un menú de recortes que, sumados, rondan los $ 500.000 millones. Habrá alternativas diferentes, según las necesidades de cada jurisdicción. Pero existe un dato clavado: de ahí debe salir la poda de $ 300.000 millones que manda cumplir la meta con el FMI.

Un mes y medio largo hasta el cierre del Presupuesto suena a mucho tiempo, salvo porque hay mucha plata y muchos intereses políticos involucrados. Entre otros, los del Gobierno central, los de 24 provincias y los de un montón grande de intendencias.  

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