Juanchi Zabaleta, la política detrás de la presidencia interina de Boudou

Juanchi Zabaleta, la política detrás de la presidencia interina de Boudou
Es el principal asesor del vicepresidente y ahora deberá lidiar con las internas de un gabinete en carne viva. Construyó una relación directa con los senadores por encima de Pichetto, quien lo atacó ni bien llegó al Senado. Soportó el escándalo Ciccone y manejó la relación con La Cámpora.

Juan Horacio Zabaleta, “Juanchi”, como lo conocen en el micromundo de la política, es la mano derecha de Amado Boudou y ahora será el encargado de administrar las relaciones políticas que necesitará tejer el vicepresidente el tiempo que Cristina Kirchner esté afuera de la Casa Rosada.

La salud de la presidenta lo obligó a abandonar de urgencia la campaña de Hurlingham, donde recaló el año pasado por pedido directo de Cristina, quien así lo alejó de su Morón natal para no molestar a Martín Sabbatella.

Sabbatella aprovechó su relación directa con Carlos Zannini –enemigo íntimo de Boudou- para sacárselo de encima.

La relación con el secretario Legal y Técnico será acaso una de las aristas más delicadas sobre las que deberá trabajar “Juanchi” Zabaleta, el tiempo que su amigo Boudou esté a cargo del Poder Ejecutivo. Tras años de recelo, se enfrentaron duro cuando Cristina inició su segundo mandato y lo eligió como vicepresidente. Boudou quería volver a los mercados internacionales y fue Zannini quien convenció a Cristina de seguir “con lo nuestro”.

En el entorno de Boudou nunca se sacaron de la cabeza que fue Zannini quien estuvo detrás del escándalo Ciccone, celoso de la influencia del vice en la Presidenta y su proyección como posible candidato a la sucesión. “Es tremendo, quieren que seamos el nuevo Cobos”, repetían.

Las peleas en el Senado

Parte de esa hostilidad lo recibió a Zabaleta ni bien desembarcaron en el Senado. En ese momento se sucedieron una serie d eoperaciones en los medios que anticipaban supuestos despidos masivos planeados por el vicepresidente.

Fueron esas versiones, como la información minuciosa sobre la reforma del despacho de Boudou, las que anticiparon una dura disputa entre Boudou y Miguel Pichetto, jefe del bloque de senadores del kirchnerismo.

Una reunión aclaratoria con Fabián Zaccardi, delegado de la Asociación de Personal Legislativo (APL) en el Senado, sirvió para terminar con las asambleas preventivas. Fue la primer tarea política de Zabaleta en el Senado. Y no le fue mal. Desde ese momento tejió una relación con el gremio de los empleados legislativos que sigue hasta hoy.

Luego comenzó a desandar las prevenciones que Pichetto había sembrado entre los senadores. Uno a uno fue ganándose la confianza de los senadores de todos los partidos y la Cámara Alta, lejos de lo que se vaticinaba, aceptó sin mayores traumas la conducción de Boudou.

Fue Juanchi quien instó a Boudou a conceder todas las cuestiones de privilegio que quieran los senadores, a pesar de la negativa de Pichetto. “Quiere saber como puedo darle la palabra a los senadores. Mire”, lo desafió desde el estrado el vicepresidente, en una ocasión en la que el rionegrino le cuestionó que dejara hablar a los opositores.

La primera gran pelea la tuvieron para definir las autoridades, en febrero del año pasado. Juanchi y Boudou llevaron la propuesta de reemplazar al prosecretario administrativo por el camporista Sabino Vaca Narvaja.

El bloque kirchnerista se opuso y Pichetto se lo hizo saber a Zabaleta en los peores términos que encontró, recordandole su pasado de concejal de Morón. Otro paso en falso fue la designación de Daniel Reposo como procurador de la Nación, luego que Boudou lograra eyectar a Estéban Righi -un protegido de Zannini- de ese cargo.

De nuevo, el tandem del secretario Legal y Técnico y Pichetto lograron hundir la candidatura de Reposo, hombre cercano a Boudou.

Pero estas guerras no impidieron que Zabaleta tejiera en el Senado una red de conteción mínima, a través de un trato personal y cuidadoso con cada senador, incluso los de la oposición. Sus atenciones como jefe de la administración del cuerpo se hicieron sentir (desde chequear si funcionan las computadoras hasta resolver complicaciones personales de los senadores) y lo diferenciaron y mucho de su antecesor cobista.

Por fuera del Senado no dejó de buscar una mejor relación donde primaban las resistencias. El escándalo de Ciccone fue el fusible que Zannini y Máximo Kirchner usaron para reflotar sus rechazos a Boudou.

El año pasado Zabaleta volvió a visitar con asiduidad la oficina de La Cámpora, en el tercer piso de la Cámara de Diputados. Se reintegró en ese círculo a través de Unidos y Organizados, la organización de agrupaciones kirchneristas inaugurada por Eduardo “Wado” de Pedro para rivalizar con los poderes locales.

Juanchi abrió uno de los primeros locales en Hurlingham, tierra del intendente massista Carlos Acuña, temprano crítico de Cristina Kirchner. En agosto, sorprendió y sacó más de 30 puntos contra todos los pronósticos.

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