Jenny Erpenbeck: "Fui muy afortunada por tener abuelos que lucharon contra Hitler"

En "El fin de los días", la escritora alemana reconstruye, superponiendo planos, discursos y momentos, una saga familiar que es una novela de formación ambientada en el siglo XX, desde el ocaso del imperio austro-húngaro hasta la caída del muro de Berlín, sin ahorrar los acentos de su propia experiencia como nieta e hija de socialistas.

En "El fin de los días", la escritora alemana Jenny Erpenbeck reconstruye, superponiendo planos, discursos y momentos, una saga familiar que es una novela de formación ambientada en el siglo XX, desde el ocaso del imperio austro-húngaro hasta la caída del muro de Berlín, sin ahorrar los acentos de su propia experiencia como nieta e hija de socialistas, enfrentados siempre a las formas más extremas del totalitarismo, enmascarado en la actualidad bajo la "amabilidad" capitalista.

Ejercicio de memoria más que reconstrucción política, en el libro, publicado por Edhasa, la autora, que participó del Filba, no hace más que recordar la vitalidad de la nueva narrativa germana.

Erpenbeck nació en 1967 en Berlín Oriental, donde reside. Escritora y directora teatral, su primera novela, "Historia de una niña vieja", la lanzó al estrellato. "La pureza de las palabras", anterior pieza suya, fue publicada en castellano por la misma editorial.

- Télam: ¿Cómo fue que decidió este formato para una historia familiar que además deja traslucir la historia con mayúsculas?

- Jenny Erpenbeck: De alguna manera es mi propia experiencia familiar -en la que todas las circunstancias particulares están estrechamente relacionadas con la llamada historia: mis abuelos paternos, emigrantes comunistas a la Unión Soviética durante el régimen nazi; mis abuelos maternos vivieron en Polonia, donde tuvieron que dejar su casa al final de la guerra. Y también mi propia vida, que cambió por completo a causa de la caída del muro de Berlín y el fin del sistema socialista en el que me crié.

- T : En uno de sus ensayos, W.G. Sebald, que es citado al comienzo de su libro, busca y encuentra (poco) sobre la guerra en la posguerra alemana. ¿Qué piensa al respecto? ¿Sería su literatura un atractor de eso que el autor de "Austerlitz" no encuentra o encuentra poco?

- JE: El peso del fracaso y de la culpa alemana era una carga tan pesada que casi nadie sabía qué hacer con eso. Los alemanes estaban muy lejos de contar historias. Hubo un gran silencio. Este silencio fue aún mayor que el ruido de los bombardeos británicos. El nuevo comienzo después de la guerra fue -para bien y para mal- realizado por las naciones aliadas, no por los alemanes. De ahí surgió otra pregunta: ¿quiénes somos ahora, dónde nos encontramos? Pero sin un punto de vista, no podés empezar a escribir. Es cierto que para las generaciones que nacieron después de la guerra fue más fácil, crecieron con una distancia emocional (y temporal) respecto de lo ocurrido. Podían mirar a sus padres, a sus abuelos, lo que habían hecho. Una de las cuestiones relativas a la la RDA (la antigua República Democrática Alemana) que siempre me interesó es una pregunta: ¿cómo puede ser que el socialismo, un movimiento político que nació para criticar y luchar contra el fascismo y contra el capitalismo, una vez establecido en el poder, pierda o renuncie a sus convicciones?.

- T: ¿Por qué razón eligió terminar su novela cuando la caída del muro? Ese acontecimiento supongo resultó traumático. ¿Podría pensárselo como la fecha límite del siglo XX?

- JE: Yo creo que ese es el momento en que se sale de la polarización, lo que no implica que se hayan terminado los problemas. Las guerras en el mundo árabe, la crisis de los países de Asia o de África, y especialmente el problema de los refugiados. En mi libro, la caída del muro de Berlín pone fin a la esperanza de los verdaderos comunistas. Cuando cayó el muro, también se cayeron los ideales que en el pasado los habían animado. Lo digo en un pasaje: esta es la edad del siglo. Pero también fue una tragedia: cantidad de muertos en su momento jugados por una gran idea llevada a la práctica de la peor manera. Esas esperanzas se perdieron en pocas semanas. Así que me pareció sensato terminar la novela en ese punto, que además creo que es el final de un sistema, una época y un tiempo.

- T: Su novela está atravesada por un aire espeso, melancólico, y a la vez por una multitud de voces y de generaciones. ¿La suya es una generación que no teme a la historia alemana, que es capaz de mirarla cara a cara?

- JE: Mi generación creció con la conciencia de que los alemanes eran unos asesinos. Fui muy afortunada por tener abuelos que lucharon contra Hitler. De chica conocí las historias sobre lo que sucedió en los campos de concentración y durante la guerra. No necesité crecer para conocer ese mundo. Así que todavía siento alguna aprensión frente a los alemanes; soy consciente de las cosas que surgieron bajo la apariencia de una política "normal" (como hoy en día es el odio hacia los refugiados). Y todavía me pregunto qué clase de almas permitieron eso, y qué condiciones generaron aquel odio y cuáles este otro. No tengo miedo a mirar esas cosas.

- T: La pregunta anterior está enlazada a su posición respecto de escritores como Peter Handke, Herta Muller, Elfriede Jelinek, Thomas Bernhard, etc., y más atrás, Ottfried Benn, Ernst Nolte. Digo: esa herencia, la de la guerra, la posguerra y la de Andreas Baader, ¿impide, facilita o nada de eso a la hora de escribir ficción hoy en Alemania?

- JE: La banda Baader / Meinhof es un tema central para los oriundos del lado oeste alemán. Pero no fue así en la experiencia del este de Alemania. A Thomas Bernhard lo adoro. La herencia literaria es el caldo de los escritores, y su peso no hace más fácil o más difícil escribir. Cuando se empieza a escribir, usted está en el presente. Probablemente porque crecí en una familia de escritores, aprendí muy temprano a buscar mi propio camino.

- T: ¿Cuáles son sus autores favoritos? ¿Conoce la literatura latinoamericana, la argentina? ¿Quiénes le interesan?

- JE : Mis favoritos son los alemanes Thomas Mann, Franz Kafka y Heiner Müller. Y me encantó "Pedro Páramo", de Juan Rulfo. No hay que olvidar "Cien años de soledad", de Gabriel García Márquez y las historias de Jorge Luis Borges.

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