Sin jefe, los intendentes del PJ se posicionan para sobrevivir.

Sin jefe, los intendentes del PJ se posicionan para sobrevivir.

Se armaron tres grupos: los cristinistas, los nuevos y los históricos; se preparan para mantenerse sin gobernador propio y renovar el liderazgo del peronismo

Por primera vez en 28 años sin gobernador propio y con la jefatura nacional discutida, los intendentes del PJ se reacomodan para sobrevivir en la gestión y tallar en la discusión por el liderazgo que viene.

Cada tribu busca posicionarse en una tierra arrasada. El Frente para la Victoria (FPV) cedió su posición hegemónica: con las nuevas asunciones, dejó de controlar 90 distritos, para quedarse con 57. Y, en ascendencia, Cambiemos acumuló 64 y tiñó casi la mitad del mapa de 135 partidos con su color.

La pulseada entre cristinistas y peronistas tradicionales que se lanzó entre gobernadores, legisladores y La Cámpora también atraviesa, a su modo, la disputa bonaerense. Todo es volátil y nadie habla de una “guerra”, pero marcan diferencias.

Los Oktubres, integrado por un puñado de intendentes jóvenes sobre todo del interior, plantean el discurso más kirchnerista. “La conductora es indiscutiblemente Cristina”, afirmó a LA NACION el intendente de San Antonio de Areco, Francisco Durañona. Es la premisa central, aunque puertas adentro revisan cuál será su táctica con el cambio de escenario.

Esta tribu aportó a Patricio Mussi, jefe comunal de Berazategui, a la danza de candidatos por la gobernación. Capitán de ese espacio por su pertenencia al conurbano, fue uno de los mimados por Cristina.

El padrino del grupo, ahora sin caja para obra pública, sigue siendo el ex ministro de Planificación, Julio De Vido y actual diputado, con gravitación en la mesa chica del bloque. El santacruceño opera como uno de los interlocutores del kirchnerismo con los intendentes, por eso participó en ceremonias de traspaso de alcaldes.

Otros intendentes, sin ser de Los Oktubres, se muestran incondicionales al poder que se fue. Allí están Jorge Ferraresi, de Avellaneda, que clamó por “Cristina 2019″, y los camporistas Walter Festa, de Moreno, y Juan Ustarroz, de Mercedes.

Un perfil distinto buscan los “nuevos”, una usina que incluye también a referentes con mandatos a cuestas, pero que se suben a la ola de recambio, como Martín Insaurralde, de Lomas de Zamora; Fernando Gray, de Esteban Echeverría, y Gabriel Katopodis, de San Martín. Su lema es “construir sin ataduras” y quieren hacer valer su peso territorial.

La acidez de algunos kirchneristas, que los miran con recelo, los llevó a bautizarlos “los cirios”, por la vedette Jesica Cirio, casada con Insaurralde.

“Nuestra preocupación es avanzar en temas de gestión”, explicó a LA NACION Mariano Cascallares, flamante intendente de Almirante Brown. “Queremos articular con el gobierno provincial”, completó Juan Zabaleta, de Hurlingham. Ambos estrenan cargos en sus municipios y se abrazan al libreto de la administración.

Eso sí, dan por descontado que habrá un barajar y dar de nuevo en el mazo de cartas del peronismo. “Estamos en un momento de replanteo político y, en función de los resultados, lo tomamos como oportunidad para hacer una renovación”, sostuvo Cascallares, ex funcionario sciolista.

El triunfo de María Eugenia Vidal jubiló a la mayoría de los viejos alcaldes y los pocos que quedaron en pie pretenden incidir. Se mueven más sueltos y sin un mensaje unificado. Alejandro Granados, que volvió a Ezeiza, directamente desembuchó que no tiene “nada que ver” con el FPV, mientras que Julio Pereyra, de Florencio Varela, se mantuvo alineado en la cumbre que convocó del Bloque Federal de Intendentes del Partido Justicialista.

El sello se mueve en el marco de la Federación Argentina de Municipios (FAM), presidida por Pereyra, herramienta nacional que los alcaldes peronistas coparon en la última década. La sucursal bonaerense está a cargo de Alberto Descalzo, de Ituzaingó, otro histórico. El año que viene ambos tienen que revalidar su cargo en elecciones y, a priori, creen que el camino está despejado. “Cambiemos no tiene la lógica corporativa del PJ, no creo que quieran ir por ahí, a no ser que lo fogoneen los radicales”, arriesgó un peronista.

En el rompecabezas es una incógnita cómo jugará La Matanza, meca determinante y poderosa del conurbano. El mando ahora recayó en Verónica Magario, delfín de su antecesor Fernando Espinoza, también presidente del PJ bonaerense. En el municipio armaron un gabinete con “estrellas” del universo K, pero en la pulseada política el ex intendente se muestra más cerca de una “purificación” peronista y crítico de las expresiones más ultras, cuya insignia es La Cámpora.

Sólo esos tres enclaves bajo el control de caciques históricos -La Matanza, Florencio Varela e Ituzaingó- representan una población de 2.360.000 personas. Mientras que en la primera sección no hay tanto cortocircuito -allí Descalzo es una especie de “decano”-, en la tercera, hay puja de liderazgo. ¿Entre quiénes? Por peso territorial, pican en punta Espinoza-Magario versus Insaurralde, con otros dos actores de peso, como Mussi y Pereyra.

Ninguno, hasta ahora, se mete en la pelea del PJ nacional. Se repliegan en su pago chico, para garantizar sus mandatos, y fijan la primera meta electoral en dos años.

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