Inundaciones: el modelo agrícola quedó en el ojo de la tormenta

Inundaciones: el modelo agrícola quedó en el ojo de la tormenta

Expertos aseguran que los suelos productivos están agotados tras años de un plan de agronegocios basado en el monocultivo de soja

En menos de un año, la provincia de Santa Fe atravesó dos emergencias hídricas que se saldaron con campos inundados, caminos cortados, pérdidas millonarias y reclamos cruzados entre productores, funcionarios provinciales y autoridades nacionales.

Las fuertes lluvias de abril pasado y de las últimas semanas desnudaron un problema cada vez más difícil de negar: los suelos productivos están agotados tras años de un modelo de agronegocios basado en el monocultivo de soja que invisibilizó a los pastizales, la ganadería y la rotación de cultivos, herramientas que ayudaban a darle equilibrio al sistema y que mejoraban la absorción y el escurrimiento del agua.

 

Las malas prácticas privadas fueron consentidas por largos años de desatención por parte del gobierno central, que al igual que otros actores del sector privilegió la caja y el corto plazo por sobre estrategias productivas sustentables e inversión en infraestructura.

La crisis hídrica también desnuda la falta de planificación y de control efectivo sobre el territorio que existe desde los diferentes niveles del Estado, algo que se verifica, por ejemplo, en la multiplicación de canales clandestinos o en la ejecución de caminos rurales que muchas veces terminan actuando como terraplenes que evitan la evacuación del agua acumulada.

Sergio Montico, de la cátedra de Manejo de Tierras de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNR, explicó que en la región pampeana argentina en las últimas décadas "se ha intensificado severamente la expansión de la agricultura, lo que influyó en el estado de los ecosistemas y en los servicios ambientales con modificaciones relevantes".

Según el experto, el territorio "ha sido sobrepasado en sus capacidades de gestión hídrica", un diagnóstico que se traduce hoy en números que asustan: desde el Ejecutivo santafesino hablan de 869 tambos afectados sobre los 3.500 que existen en la zona y de 948 mil hectáreas de cultivos anegadas sobre una superficie sembrada de alrededor de 2,3 millones.

Llevado a cifras, ese desastre productivo que se repitió dos veces en menos de 12 meses significa una pérdida estimada por el Ministerio de la Producción provincial en 3 mil millones de dólares, lo que traducido a pesos son 48 mil millones, el equivalente a casi la tercera parte del presupuesto 2017 de Santa Fe (155 mil millones).

Ingenieros agrónomos y expertos en el tema coinciden en una cosa: ya no alcanza con mirar al cielo e insultar por la lluvia que cae, porque el problema de Santa Fe no está allá arriba, si no acá abajo: en el (mal) uso del suelo.

Clima

El cambio climático (CC), contra lo que pueda —tristemente— creer el futuro presidente de Estados Unidos, es un fenómeno que ocurre ahora y que se expresa de diferentes maneras en cada región del planeta.

En Santa Fe, este fenómeno global se expresa a través de una suba de las temperaturas anuales (sobre todo las mínimas) y de una mayor recurrencia de eventos extremos, o sea lluvias severas en plazos cortos de tiempo, granizo, fuertes tormentas, etc. "Existe consenso respecto al cambio climático. En el caso del clima del sur de Santa Fe, los cambios registrados parecen ajustar con el desarrollo teórico del CC sobre todo en temperaturas: las mínimas y máximas promedio se han elevado 2 grados", explicó Fernando Martínez, ingeniero agrónomo del AER Inta Casilda en el documento "Problemática de los excedentes hídricos para la agricultura en el sur de Santa Fe".

Respecto a las lluvias, si bien no ha aumentado significativamente la cantidad de agua anual que cae sobre la región, sí ha cambiado la forma en la que ocurren las precipitaciones. Según Martínez, en los últimos 20 años "aumentó la intensidad y el volumen de las grandes lluvias" mayores a 50 mm.

Mientras que en el período 1962/1990 las grandes lluvias tenían intensidades de 120 mm cada 24 horas, en el período 1990/2013 alcanzaron varias veces intensidades de hasta 220 mm en 24 horas.

Otro dato: en los 68 años transcurridos entre 1945 y 2013, los años de mayor y menor precipitación (2008 con 505 mm y 2012 con 1.487 mm) ocurrieron en los últimos seis años.

Con este panorama, los especialistas advierten que el modelo agrícola exige mayor presencia estatal en el control y responsabilidad de los productores. Mientras tanto, las consecuencias se traducen en pérdidas millonarias producto de las inundaciones.

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