El impuesto a las ganancias pasó de la progresividad a un esquema de distorsiones

El impuesto a las ganancias pasó de la progresividad a un esquema de distorsiones

La historia del gravamen quedó sujeta a la inflación y a la reacción de los salarios; en el kirchnerismo se multiplicaron las regulaciones

 

A meediados de 2010, el entonces ministro de Economía, Amado Boudou, anunció un aumento de 20% en el monto del salario más bajo alcanzado por Ganancias. El funcionario no parecía demasiado entusiasmado con la medida, pese a que en 2009 no se le había dado ninguna actualización a la variable en cuestión: señaló que con el dinero que el Estado dejaba de recaudar "se podrían haber construido 31.000 viviendas del Plan Federal".

Cinco años después, con Boudou procesado en varias causas judiciales -entre ellas, una por irregularidades en ese plan que debía mejorar la vida de familias vulnerables-, el kirchnerismo se iba del poder con un impuesto a las ganancias enredado en un conjunto de regulaciones, que había quedado bajo la vigencia de un decreto que provocó la distorsión más básica para un tributo que tiene a la progresividad como su bandera: lo pagaban personas que ganaban menos que otras que quedaban exentas.

La historia reciente del Ganancias está atada a la inflación y a la reacción de los salarios. El resultado de la manera en que esas dos variables se combinaron con decisiones políticas fue una significativa suba de la presión impositiva, aunque en el período hubo vaivenes.

Si se considera un nivel de ingreso equivalente en el tiempo en cuanto a su poder adquisitivo y si ese valor para este año fuera de $ 45.000, la conclusión -según un informe del Ieral- es que el porcentaje del salario bruto que se va con el impuesto creció de 4% en 2001 a 6% en 2003 y a 17% en 2015, en tanto que este año el descuento sería algo inferior a 12% (si el Gobierno cumple con su promesa de liberar de la carga el medio aguinaldo para salarios de hasta $ 55.000). Desde el lado del Estado, los recursos de Ganancias (incluyendo a personas y empresas) pasaron de representar algo más del 27% en 2001 y 2003 al 35,5% en 2015, con una suba del monto nominal desde 2003 de 2460%, superior a la inflación de 940%. El efecto no fue logrado por una reforma tributaria de fondo: el cambio lo hizo la inflación. La primera actualización del salario más básico alcanzado por Ganancias llegó en 2003 y por una decisión del ex presidente Eduardo Duhalde. En aquel año la carga se aplicó a partir de salarios netos mensuales de $ 1694 (sin cargas de familia) y de $ 2063 (con deducción por cónyuge y dos hijos).

Con una inflación más moderada que la de 2002 (que había llegado a 41%), en los dos años siguientes no hubo modificaciones a las bases imponibles. Sí se dispuso, con vigencia desde 2005, la posibilidad de deducir los pagos del servicio doméstico. En 2006, los salarios imponibles se llevaron a $ 2215 (solteros) y $ 2953 (con deducción por cónyuge y dos hijos). La gestión de Néstor Kirchner terminó con esas variables un 31% y un 43% más altas que al inicio, mientras que la inflación acumulada fue del 35,7%. Si se hace la comparación con 2001 (antes de la devaluación), la variación de los salarios imponibles fue de 64,4% y de 77,8%, contra una inflación de 86,7%. Más allá de eso, no se movieron otras variables y el impuesto empezó a perder progresividad.

En el primer año de la gestión de Cristina Kirchner, los salarios mínimos netos para tributar se elevaron a $ 3346 (solteros) y $ 4269 (casados y con dos hijos). Una novedad fue la eliminación parcial de la parte de la llamada "tablita de Machinea", que en su origen tendía a hacer más progresivo el impuesto, reduciendo las deducciones (los montos que se descuentan del ingreso imponible) a medida que los salarios eran mayores. El problema fue que, como el esquema no había tenido actualización frente a la inflación, se había desvirtuado y el "salto" de una categoría a otra del impuesto producía una importante suba de la carga.

Pero eliminar los primeros tramos de aquella tabla y no actualizar los valores de los que siguieron vigentes fue una decisión que sólo agravó las distorsiones. Finalmente, ese esquema fue eliminado en 2009, algo que benefició a quienes ese año ganaban más de $ 7000 netos mensuales (unos $ 50.000 actuales).

En 2008, los salarios más bajos imponibles fueron de $ 4015 netos (solteros) y $ 5563 (casados y con dos hijos), cifras que volvieron a cambiar en 2010 (a $ 4818 y $ 6664) y en 2011 ($ 5782 y $ 7998). Como saldo de la primera gestión de Cristina las bases para tributar subieron un 161% y un 171% según se tratara de solteros o de trabajadores con cargas de familia. Y la inflación acumulada fue del 182%, según consultoras. Mucho más significativo que la distancia entre esas variables fue el efecto del congelamiento desde 1999 de los valores de la tabla de alícuotas que define cuánto se tributa según tramos de ingresos. Eso hizo que la carga subiera constantemente a igual o incluso a menor poder adquisitivo. Además, otro efecto del período fue que, con ajustes decididos a destiempo, muchas personas se sumaban temporalmente al impuesto. Con esa historia y sin actualización de las tablas de alícuotas ni de los montos máximos deducibles por conceptos como los intereses de créditos hipotecarios o los seguros de vida -congelados desde 1999, desde cuando la inflación acumula cerca de 2000%, en el último año del kirchnerismo se alcanzó el récord histórico del peso de Ganancias.

Cronología del tributo

Salarios alcanzados

Antes de la devaluación de 2001, el salario neto más bajo alcanzado por Ganancias era de $ 1347 (solteros) y $ 1661 (casado y con dos hijos). Tras la inflación esas cifras equivalen hoy a $ 28.300 y $ 34.900

Distorsiones

La suba de los salarios básicos imponibles no fue pareja. En 2004, 2005, 2009 y 2011 no se modificó esa variable. Entre 2013 y 2015, el criterio que determinó quiénes tributaban y quiénes no fue lo percibido en los primeros ocho meses

Deducciones

Las deducciones se aplicaban antes en forma progresiva: a mayor ingreso, se descontaban menores deducciones

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