Hubo un tiempo en que los domingos eran un día fuerte para la televisión. En los ‘70 no se almorzaba si no era con Los Campanelli y aquel padre de apariencia severa que en algún momento callaba los gritos de hijos, yernos y nietos, y en su idioma cocoliche advertía que no quería “sentir ni el volido de una mosca”.
Detrás de estos pasos pretende ir Los Grimaldi, una familia de locos, la comedia que debutó ayer a las 13 por Canal 9, con producción de Nazarena Vélez y Diego Toni. La historia llega a la pantalla después de haber sido un exitazo en la temporada teatral de Carlos Paz, de haber girado por todo el país y de haber desembarcado hace poco en un teatro de la avenida Corrientes. Digamos que el estreno tenía un piso de expectativa. Y lo superó: según los primeros datos del rating “minuto a minuto”, de Ibope, Los Grimaldi llegó a picos de 7,3 puntos y le ganó a Almorzando con Mirtha Legrand (América) en la competencia directa: entre las 13.30 y las 14.
La excusa para la reunión del alocado clan es la amnesia del jefe de familia, Doménico (Rodolfo Ranni), a quien incluso en un principio todos creen muerto. El hombre tiene dos hijas: una tan derrochadora como ambiciosa, interpretada por Georgina Barbarrosa, y otra más afectuosa -pero igualmente rara-, que es la Dora de Nazarena Vélez. Dora está casada con un señor de apellido “Esputini” al que le presta la figura y los tics José María Muscari, generando los chistes más obvios del programa, que los tiene en cantidad. El hijo de ambos es Thiago Batistuta, que en esa visita a la mansión familiar se la pasará muy cerca de su prima (Barbie Vélez), una tilinga de manual. También forman parte del conjunto la novia de Doménico y su amante (Coqui Ramírez y Magui Bravi). Diego Pérez, como uno de los tantos ex novios de Dora, logra, junto a Muscari, los momentos en que un buen gesto o una mirada son necesarios para apuntalar un gag flojo. En el debut, la invitada fue Norma Pons, en el papel de una mucama demasiado parecida a su Bernarda Alba teatral.
La gran mesa de esa mansión donde los manteles son a cuadros sirvió para reunir a parientes y amigos alrededor de las pastas, las conversaciones cruzadas de punta a punta, y una canción que termina diciendo que lo primero es la familia. O algo así.
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