Un humor de lo más sencillito

Un humor de lo más sencillito
Hubo un tiempo en que los domingos eran un día fuerte para la televisión. En los ‘70 no se almorzaba si no era con Los Campanelli y aquel padre de apariencia severa que en algún momento callaba los gritos de hijos, yernos y nietos, y en su idioma cocoliche advertía que no quería “sentir ni el volido de una mosca”.
Más de una década demoró en repetirse la costumbre (y levantar el rating) en los mediodías domingueros. Y entonces fueron Los Benvenuto, con Guillermo Francella contando anécdotas imposibles, y la contención familiar siempre poniendo el marco.

Detrás de estos pasos pretende ir Los Grimaldi, una familia de locos, la comedia que debutó ayer a las 13 por Canal 9, con producción de Nazarena Vélez y Diego Toni. La historia llega a la pantalla después de haber sido un exitazo en la temporada teatral de Carlos Paz, de haber girado por todo el país y de haber desembarcado hace poco en un teatro de la avenida Corrientes. Digamos que el estreno tenía un piso de expectativa. Y lo superó: según los primeros datos del rating “minuto a minuto”, de Ibope, Los Grimaldi llegó a picos de 7,3 puntos y le ganó a Almorzando con Mirtha Legrand (América) en la competencia directa: entre las 13.30 y las 14.

La excusa para la reunión del alocado clan es la amnesia del jefe de familia, Doménico (Rodolfo Ranni), a quien incluso en un principio todos creen muerto. El hombre tiene dos hijas: una tan derrochadora como ambiciosa, interpretada por Georgina Barbarrosa, y otra más afectuosa -pero igualmente rara-, que es la Dora de Nazarena Vélez. Dora está casada con un señor de apellido “Esputini” al que le presta la figura y los tics José María Muscari, generando los chistes más obvios del programa, que los tiene en cantidad. El hijo de ambos es Thiago Batistuta, que en esa visita a la mansión familiar se la pasará muy cerca de su prima (Barbie Vélez), una tilinga de manual. También forman parte del conjunto la novia de Doménico y su amante (Coqui Ramírez y Magui Bravi). Diego Pérez, como uno de los tantos ex novios de Dora, logra, junto a Muscari, los momentos en que un buen gesto o una mirada son necesarios para apuntalar un gag flojo. En el debut, la invitada fue Norma Pons, en el papel de una mucama demasiado parecida a su Bernarda Alba teatral.

La gran mesa de esa mansión donde los manteles son a cuadros sirvió para reunir a parientes y amigos alrededor de las pastas, las conversaciones cruzadas de punta a punta, y una canción que termina diciendo que lo primero es la familia. O algo así.

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