El horizonte más allá de los spots

El horizonte más allá de los spots

Por Mario Wainfeld

La publicidad profesional. Alberto Fernández y Macri en los medios, tácticas distintas. La polarización, posible e impensada. Las terceras fuerzas buscan preservarse. Lavagna frente a las PASO y a la primera vuelta. El discurso de Cambiemos y los derrapes de Aguad. Alineamientos posibles, aparte de los indecisos. Algo sobre trampas macristas.

 

Largó la faceta formal de la campaña. Los spots gratuitos se propagan tanto como las interpretaciones de personas avezadas que interpretan cómo impacta esa publicidad… en gente muy distinta a ellas. Siempre fue peliagudo intentarlo, tanto más en un contexto cambiante e inédito.

Más allá de la propaganda profesional, los jingles pegadizos y los spots vistosos los aspirantes recorren los medios masivos. Dos formatos contienden, entre las dos listas que pugnan con chances por la presidencia. Alberto Fernández se expone a entrevistas de todo tipo, en cualquier circunstancia. Con periodistas o medios afines u hostiles. Con movileros, en estridentes conferencias de prensa exprés a veces signadas por la mala fe. Las comparaciones con el pasado siempre son imperfectas; esto asumido, uno piensa que hace mucho tiempo que no se ve un presidenciable tan abierto a ser reporteado. El candidato se instala, sin duda. Muestra un pluralismo superior al de su rival, recibe más zancadillas. Cada quién hará su cálculo de beneficios y daños, la táctica es sorprendente.

El presidente Mauricio Macri opera en zona de confort. Solo dialoga (es un modo imperfecto de decir) con medios o periodistas ataviados con camiseta amarilla. Los paliques consisten en decenas de pases gol al entrevistado. Si el Kun Agüero y Lautaro Martínez hubieran recibido tantas asistencias, la Copa América estaría en las vitrinas de la AFA. Alberto a veces se enoja, francamente, con acierto o error. La cólera de Mauricio está programada por expertos. Vitupera, polariza, de modo rústico y brutal. ¿Hace falta añadir que la verba tosca y binaria es redituable en campaña?

La disputa política incluye la virulencia, nadie debería escandalizarse por eso. El límite es no calumniar al adversario, no descalificarlo como delincuente o arrogarse superioridad moral. La académica Chantal Mouffe aborda bien el punto. La glosamos con nuestras palabras: el inmoral o el criminal se excluyen de la sociedad. “El otro” en democracia es adversario y no enemigo: lo enfrento aunque (porque) sabemos que tenemos una identidad común. Lo moral divide aguas: el que se aparta no merece ser reconocido porque no es diferente sino indigno: los valores no son negociables ni renunciables.

La línea es delgada, el Gobierno la atraviesa con frecuencia y energía. Sobre todo porque no solo habla: actúa. Su cohorte judicial criminaliza “todo”: acusa sin elementos, encarcela sin condena, presiona a delatores premiados para que acusen a otros.

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La polarización inesperada: Macri aquilata sobrada experiencia en ballotages: ganó dos en la Ciudad Autónoma y es el único presidente que llegó en segunda vuelta. La campaña permanente del gobierno de Cambiemos apuntó a mantener ese esquema, confrontando con el kirchnerismo y propiciando la supervivencia de un peronismo no-K o anti-K. El escenario, pocos meses atrás, parecía confirmar el designio.

La designación de Alberto Fernández como cabeza de lista (el paso atrás de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner) alteró el juego. Los gobernadores peronistas y el ex diputado Sergio Massa depusieron reparos y confluyeron en una nueva coalición más amplia y plural. El espacio de Alternativa Federal, tal parece, se redujo significativamente.

La proliferación de candidatos peronistas azuza la imaginería, abundan disquisiciones sobre sus vidas paralelas. Sin entrar a controvertirlas en detalle (entre otros motivos porque hay mucha producción al respecto) este cronista intuye que la fórmula Roberto Lavagna-Juan Manuel Urtubey trasunta más flaqueza que robustez del “otro peronismo”. Sería batacazo que sacara 15 puntos en las PASO, constituiría sorpresa que los retuviera en las PASO. Por si hiciera falta: nada es imposible en la previa aunque sí muy difícil.

El ex ministro de Economía habla de un cuarenta por ciento de argentinos refractario a la polarización. Ese universo puede existir tal cual o su campaña deberá interpelarlo, constituirlo. La ventaja relativa de Lavagna como tercero en discordia es que será mejor tratado por los medios en general, factor que su estilo buscará potenciar. La flema como recurso debería ser enriquecida con propuestas diferenciadoras.

El Frente de Izquierda Unidad (FIT) rema para soportar la polarización, procurando fidelizar sus históricas adhesiones o mejorarlas un cachito. En cambio, Lavagna tiene que “inventar” a sus fieles.

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Realidad y relato: La gestión de Macri y sus resultados están a la vista. Cada semana empeora la anterior. Otro muerto de frío, otro ciudadano asesinado por un agente de seguridad émulo de Chocobar. La inflación aumenta más allá del maquillaje narrativo del Gobierno. Las barbaridades propaladas por el ministro de Defensa Oscar Aguad dividen a los radicales. La inminencia del informe sobre el naufragio del submarino ARA San Juan… todos pelotazos en contra.

La realidad cotidiana conspira contra el oficialismo cuya estrategia es no mencionarla, esconderla detrás de cifras falsas, macartear adversarios, cuestionar a sindicalistas con conciencia de clase como el bancario Sergio Palazzo. Enunciar cual es el score de ese partido supera las competencias de este escriba.

De cualquier modo el macrismo en campaña es ordenadito, vertical, unifica discurso mucho más que su principal contendiente. Así y todo, Aguad (facho y bruto a la vez) se manda solo y mete la pata hasta el cuadril. Tal vez faltó al coaching duranbarbista o lo traicionó su idiosincrasia. El gobierno por ahora calla porque el hombre laburó bien para las corporaciones: firmó el proyecto de desguace de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual redactado por abogados del Grupo Clarín, defendió los intereses del Grupo Macri en el Correo. Buen soldado de Cambiemos y el gran empresariado, “el milico”… lástima que además habla.

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Horizonte insinuado: El peso de los “electores flotantes” es un clásico bautizado así hace décadas por la ciencia política anglosajona. Se los nombra también como “indecisos” o se los embellece como “independientes”. Eventualmente se olvida que su gravitación es posterior o concomitante con los alineamientos del porcentaje mayor del padrón, que merece atención y un cachito de respeto, pongalé.

Se insinúa un horizonte con otros clivajes. Conurbanos, trabajadores con bajos sueldos o trabajo informal, barrios o regiones humildes, jóvenes inclinados hacia la fórmula Fernández- Fernández de Kirchner. Clases altas o medias, adultos (muy) mayores, algunas grandes ciudades (Buenos Aires, Córdoba, Mendoza) como bastiones macristas. Están en duda, en tensión, aglomerados urbanos que apoyaron masivamente al oficialismo y ahora son azotados por la malaria: Rosario, Mar del Plata, La Plata solo por mentar algunos, dos en la provincia de Buenos Aires. Su capital a media luz sería en cualquier contexto “normal” un problema para la gobernadora María Eugenia Vidal. En la coyuntura actual se especula sobre qué gravita más: si el apagón prolongado mezclado con desempleo en alza o el temor “a ser como Venezuela”.

Incursionemos, apenas para jugar con números, en la posibilidad de un desenlace en primera vuelta. Mezclemos las reglas del ballotage argentino con las estimaciones más aceptadas. Si las dos potencias totalizan el 80 por ciento de los votos luce complicado que alguna gane por diez puntos, a partir de 40 por ciento contra treinta. O aún 45 contra 35. Con un acumulado del 85 por ciento habría más chances. Con el 90 por ciento, sería inevitable. Minga de apuestas, solo nos adentramos en los pagos de Adrián Paenza, para atisbar lo insondable.

A todo esto la diputada Elisa Carrió previene sobre un pacto entre Vladimir Putin y Alberto Fernández para hackear el sistema electoral. Netflix ya se está moviendo para comprarle el guión. En verdad, las trampas electorales sucesivas son monopolio del oficialismo que cuenta con una ventaja comparativa al efecto. La implementa con saña tenaz, sin antecedentes desde 1983. La jugada más artera, desbaratada por la Cámara Nacional Electoral, fue borrar del padrón a una cantidad pasmosa de ciudadanos de 16 a 18 años. No fue la única, lo que obliga a sus adversarios a levantar la guardia (ver asimismo nota aparte). Al mismo tiempo la oposición debe construir un discurso que apunte al porvenir, abra esperanzas, no caiga en la trampa de replicar demasiado las difamaciones. Ni se restrinja a señalar las consecuencias de la política macrista sin explicitar de modo sencillo cómo se piensa repecharlas.

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