Horacio Rodríguez Larreta busca un equilibrio que no le garantiza Alberto Fernández

Horacio Rodríguez Larreta busca un equilibrio que no le garantiza Alberto Fernández

Está obligado a un equilibrio que lo tironea entre las demandas por mantener la seguridad sanitaria, la apertura de la economía, y el abrazo con el Presidente.

El rito de la renovación de cuarentena (casi un clásico ya de la vida de los argentinos) comenzó temprano esta vez. Dos elementos justifican esa premura: el riesgo sanitario que se vuelve impredecible y hasta atenta contra la eficiencia misma de la curentena, y un riesgo político que impacta en unas y otras filas.

En ese ejercicio, Horacio Rodríguez Larreta queda mas expuesto que ningún otro participante. El jefe porteño está obligado a un equilibrio que lo tironea entre las demandas por mantener la seguridad sanitaria (que aun tiene alto grado de consenso en la Ciudad), la apertura de la economía desde una situación agonizante y el abrazo con Alberto Fernández como estrategia de manejo de esta pandemia. Armonizar todo junto es demasiado y esta semana quedará a prueba la chance de poder combinarlo.

Larreta pensó desde el principio del coronavirus (y con un alto grado de razón y lógica) que la demanda de los argentinos apuntaría a una dirigencia unida y sin fisuras para combatir el virus. Durante dos meses fue así y de hecho el ensayo de cerrar la grieta resulto y con creces. Pero nadie, hacia afuera y adentro de Juntos por el Cambio, hoy quiere esperar a la pospandemia para lanzar la política.

El votante de Cambiemos en la Ciudad ya comenzó a pensar que la apertura gradual de comercios y pymes está en peligro de convertirse en una utopía. En la última renovación de cuarentena el Gobierno del PRO logró resistir la presión de Axel Kicillof que culpaba entonces a los porteños poco menos que del contagio universal, pero debió terminar aceptando dar marcha atrás con la apertura de unos 10 mil comercios. Diez días después la plata se fue agotando más en los bolsillos y el clamor por una mayor apertura ahora debe compatibilizarse con una situación de contagios más complicada. En la provincia, que comenzó a andar también la multiplicación generalizada del virus en los barrios carenciados, las presiones son más o menos las mismas.

“Horacio está cada vez más apretado. La gente cree que nadie piensa en la apertura y no creen que puedan seguir con los negocios cerrados”, razonaba ayer con amargura un dirigente de Cambiemos.

Alberto F. esta vez puede ayudar nuevamente al equilibrio pero las presiones juegan para todos. El Presidente debe enfrentar una situación doble: el resto del país se encamina a una reapertura de la economía en que algunas provincias llega al 100% y al mismo tiempo tiene que decirles a porteños y bonaerenses que quizás deban dar un paso atrás en materia de libertades.

Hay un puente de diálogo para algunos de esos problemas de Rodríguez Larreta que de alguna forma involucra a María Eugenia Vidal. Cuando el fuego de la guerra entre los dos bandos del AMBA parece incontrolable aparece el diálogo entre Máximo Kirchner y Cristian Ritondo para solucionar las crisis. El hijo de la expresidente demostró hace rato que pudo hacer lo mismo en el Congreso cuando estableció un puente de estabilidad en el dialogo con el radical cordobés Mario Negri. Nada garantiza la paz, pero son teléfonos rojos que en ocasiones tranquilizan.

Mientras tanto continua el problema de Cambiemos con sus propios votantes que le piden a Rodríguez Larreta que no se enamore también él de la cuarentena. Al jefe porteño le cuesta, pero allí esta el enfrentamiento con su público mas duro, que le pide flexibilización inteligente como en otros países.

La tenida no es fácil: para bajar la presión el PRO porteño tiene que mostrar solidaridad con el conurbano, pero a riesgo de romper con sus votantes y que la interna del macrismo se le tire aun más a la yugular al jefe porteño

Esas batallas dentro de la fuerza en muchos casos se dan en los zoom; cada vez mas mutitudinarios y abiertos, lo que genera peligros. Cualquiera pregunta allí e interpela. Una muestra es lo que le pasó a Waldo Wolff, que anima alguno de los zoom mas concurridos dentro del macrismo, en ocasiones con 1000 asistentes. La semana pasada una eufórica asistente se descontroló y mostró sus senos al aire. El operador no llego a tiempo a desconectarla y la anécdota hoy circula por todo el PRO.

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