La historia secreta de la corrida que tumbó a CBI

La historia secreta de la corrida que tumbó a CBI
Una persona vinculada con un integrante de la firma relató que fueron claves la devaluación y los cheques incobrables o robados.

“Para simular solvencia, se usaron chequeras de empresas reales que debían, pero no tanto. Hubo una docena de Pyme que se prestaron a ese juego y tendrán que hacerse cargo, porque fueron partícipes de la maniobra para que CBI fabrique garantías”.

Los conceptos pertenecen a una persona ligada al movimiento de la financiera, cercana a uno de sus integrantes y experto en este tipo de operatoria. “La mesa (de dinero) tenía tomados dólares y le ‘pegó’ la devaluación. A esto se le sumaron los cheques ‘clavos’ o robados, más todo lo que generó la corrida”, señaló el técnico para explicar la debacle desde adentro.

Esta fuente aceptó dialogar con La Voz del Interior con el compromiso de que su identidad no sería revelada, para relatar cómo era el funcionamiento de Cordubensis (CBI), cuáles fueron las maniobras que se ejecutaron y qué sucedió en los últimos días, cuando se declaró la cesación de pagos, se desató la corrida financiera y se generó el escándalo.

Según esta persona, la mesa operaba con 400 millones de pesos, pero cuando en octubre se retiraron de manera abrupta los mayores depositantes –al menos tres empresarios fuertes de Córdoba– “el volumen quedó reducido a 100 millones, con lo cual comenzaron a notarse los incobrables acumulados”.

Con la fuerte devaluación de enero, la situación se agudizó. “No sólo les costó la diferencia de cambio sino que, además, la gente, que sabía que la mesa no prestaba dólares sino pesos, comenzó a reclamarlos, porque era evidente que no iba a poder devolverlos”, relató.

“La rueda –continuó– dejó de girar en forma aceitada y comenzaron a demorarse las liquidaciones. Cuando se prendieron las luces amarillas, se planteó la instancia: o los socios inyectaban capital, fondos frescos, o empezaba la corrida. Y eso pasó: en una semana, se cayó todo”.

Liquidez simulada

Eduardo Rodrigo, el titular de CBI, es un experto en finanzas, de trayectoria en importantes empresas locales. Ante la emergencia, trató de ejercer de piloto de tormentas, pero las circunstancias y algunos actores le jugaron en contra.

Para simular solvencia, CBI recurrió a chequeras de empresas reales que tenían deudas, pero no voluminosas. Las grandes ya se habían ido. “Hubo una docena de Pyme que se prestaron a ese juego” y “unos, más avivados, que les dejaban los cheques a Rodrigo pero los llevaban ya firmados por una secretaria. Para colmo, cuando estalló todo salieron a denunciar que la chequera se había extraviado”, dijo la fuente.

A esos cheques, CBI los entregaba a los ahorristas que buscaban un efectivo que no existía. Por eso, se los llevaban como respaldo de sus depósitos y al vencimiento los devolvían para renovarlos por otra tanda.

Así, se presentó una situación curiosa: “Un inversor pagó a un acreedor con un valor de esos y el cheque comenzó a circular. De casualidad, terminó en manos de otro inversor de CBI, que lo llevó para depositar. Cuando Rodrigo lo recibió, se mostró muy sorprendido. El cliente le preguntó si había algún problema con el cheque. ‘No, es de una empresa conocida, de primera’”, respondió el presidente.

“Eran cheques para tener respaldo y armar una cartera. No iban a ‘aterrizar’ nunca. ‘Ahí van, ahí vienen’; esa era la idea. El problema es si te ‘clavan’, hay cheques robados y, cuando viene la corrida, ya no hay más cartera”, comentó el especialista.

Sobre los cheques robados, el informante señaló que Rodrigo tenía una “submesa” o mesa más chica que operaba con CBI. Su operador, de apellido armenio, sería el responsable de la inmensa cartera de cheques robados que les “enchufaron” a varios ahorristas. Muchos de ellos se presentaron con el abogado Carlos Nayi para denunciar. Las empresas que los emitieron ya figuran en el expediente.

El alquiler como excusa

El lunes 10 de febrero, ya estaba declarado el estado de “cesación de pagos”. Los ahorristas se agolpaban frente a la sede de CBI, en Rivadavia 126, y Rodrigo los recibía de a uno. Un hombre de cabello largo reclamó que saliera y les explicara a todos lo que sucedía, así podían dialogar y evitar los comentarios y la comidilla.

El presidente o gerente general salió al hall y enfrentó a decenas de ahorristas. Les explicó que lo que estaba sucediendo era más o menos una “corrida” porque debía mudarse de la sede de Dinosaurio Mall porque Euclides “Tati” Bugliotti no le renovaba el contrato. Pero agregó que “en lo patrimonial” estaba “todo OK”.

“Nada que ver –sostuvo la fuente–, porque en una mesa los principales activos son el dinero y la confianza; y para ese momento, ya no quedaba ninguno de los dos”.

Y amplió: “Si la operatoria habitual era efectivo contra cheque, y viceversa, todo arqueo debe arrojar tantos mutuos como cheques y efectivo tengo en cartera. No sólo quedó mucha gente sin retirar nada (ni dinero ni cheques), sino que la mayoría de los cheques que se entregaron para cancelar mutuos después de la corrida eran ‘truchos’. El faltante es muy considerable”.

El lunes 10 –tres días antes de que el vicepresidente de CBI Jorge Suau fuera hallado muerto– ya no había efectivo y todos recibían cheques. En su mayoría, pertenecían a esas chequeras de empresas, pero también había robados, procedentes de la “submesa”. Al menos un empresario le pagó una cifra millonaria a Rodrigo con cheques que llevaban otra firma y que, al conocerse la corrida, fueron denunciados.

El vertiginoso ritmo de esos últimos tres días terminó con la vida de Suau y con Rodrigo saliendo de la financiera en un servicio de emergencias. Al día siguiente, ya no estaba en el país.

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