“Mi hijo quería matar a todas sus mujeres, estaba obsesionado”

“Mi hijo quería matar a todas sus mujeres, estaba obsesionado”
Se lo dijo a Clarín Marta Greco, la madre de Miguel Angel López, el asesino de Rosana y Evelyn. “Era violento porque creció viendo cómo su padre me golpeaba”, reveló la mujer, tras el entierro.
Es plena mañana y no hay autos que escolten el féretro en camino al cementerio municipal. Nadie acompaña a la ambulancia que traslada el cadáver del asesino. Un par de kilómetros después, tras atravesar un camino redundante en plantaciones de soja, bajo el arco de la entrada, una mujer de 59 años espera. Un hombre con boina negra le pasa un brazo sobre los hombros cuando se abren las puertas de la ambulancia. Detrás, también observan la llegada del muerto otras tres personas. Son familiares o vecinos que más que a despedir a un ser querido, vienen a acompañar y contener a una madre en lo peor que le puede pasar: perder a un hijo que se suicida después de matar a su pareja y a una niña.

Marta Greco sepultó ayer a la mañana a Miguel Angel López entre llantos y pocas flores. Antes había pedido que, en la capilla de entrada, la dejaran ver por primera y última vez el cadáver de su hijo porque, según se quejó, la Policía no le avisó cuando lo trasladaron de la morgue a la casa velatoria.

Después del entierro, la madre del asesino llora en una oficina del cementerio, encerrada allí junto a su pareja, Angel Silva (53), a quien Miguel Angel López llamaba “papá” aunque no lo era. El asesino de Rosana Bustos (34) y Evelyn Sarmiento (10) odiaba a su padre biológico.

Greco reconoce que su hijo era “posesivo y dominante” con sus parejas: “El jodido era él”. Ella estaba al tanto de los problemas que Miguel Angel tuvo y conservaba con todas sus mujeres, las ex y la actual. Un mes atrás, López se había separado de Rosana, pero el 1º de enero le dio esperanzas a Marta de que habría reconciliación. “Me dijo ‘tengo que bajar diez cambios’ y pensé que se arreglaban por mi nietita”, cuenta.

Marta dice que lo aconsejaba con los problemas de pareja: “Pero con las mujeres se le taraba la cabeza. Y les pegaba trompadas o las amenazaba con un cuchillo. Una vez vendió una heladera para comprar un revolver porque quería matar a una de sus ex. A una de sus suegras la agarró del cuello en la calle, a las chicas las corría cuando las veía”.

Tanto con Marisa Canapelli como con Alejandra Zabala, López tuvo un hijo. En ambos casos, los chicos fueron utilizados por el psicópata para amenazarlas, incluso cuando ya estaban separadas y lo habían denunciado. “Un día vino y me trajo las llaves de su casa. Y me dijo que iba a matar a Alejandra. Que tenía todo planeado, que se iba a ir muy lejos. Mi hijo quería matar a todas sus mujeres, estaba obsesionado. Pero yo jamás pensé que haría algo así”, confiesa Marta Greco, y dice que siempre se puso “del lado de las chicas” y que tanto a Alejandra como a Marisa les sugirió que lo denunciaran.

Greco dice que su hijo siempre fue violento, aunque ahora parecía más tranquilo. “Era inteligente, trabajaba como sonidista o arreglando computadoras, pero con las mujeres se taraba. Si hubiese sabido esto le juro que no hubiese quedado embarazada”, llora de nuevo Marta, que tal vez piensa en el pasado, cuando vivían en el campo y su marido, también llamado Miguel Angel, le pegaba. Greco suelta las palabras como si lanzara llaves que abren puertas en el aire: “El vio todo eso, lo sufrió, hasta los ocho años vio cómo su padre me pegaba. Pero me cansé un día y agarré un cuchillo y amenacé a mi marido y me fui con los chicos de la casa”. Y Miguel Angel dejó de ver a su papá y empezó a detestarlo. “Me decía ‘papá’ a mí”, acota Silva.

“Lo último que hablé con Rosana era que él le pegaba a ella y a los chicos, no sé por qué no fue a la Policía”. Marta llora y lamenta que nadie haya trabajado para evitar el desastre. “La Policía de acá es una mafia, no hicieron nada por evitarlo”, se enoja y denuncia que en el allanamiento del jueves a la casa de su hijo le robaron el monitor, la tv, la impresora.

“Era educado y una excelente persona mi hijo”, describe la madre del asesino como raptada por el ensimismamiento mientras se seca las lágrimas con un pañuelo de tela viejo. “No sé qué le pasaba con las mujeres”, repite y solloza y dice finalmente, en una frase que sale de su boca como un suspiro o como un pedido de disculpas: “Soy conciente de lo que era Miguel. Pero soy la madre”.

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