Qué hacemos con nuestros residuos: el desafío de reciclar y cómo Australia le ganó a la basura

Qué hacemos con nuestros residuos: el desafío de reciclar y cómo Australia le ganó a la basura

Pese a que solemos imaginar a Australia como un eterno paraíso verde, lo cierto es que hace solo tres décadas estaba acosada por la basura. Los australianos producen un volumen de residuos municipales sólidos per cápita entre los más elevados del mundo, pero a mediados de los '90 se convirtieron en uno de los primeros en promover una política de "basura cero". En sola una década, la ciudad de Canberra había saltado de una tasa de recuperación de 22% al 69%. Hoy, ese país gestiona de manera eficiente (entre reciclado y disposición final) la mayor parte de sus residuos.

 

 

El modelo australiano se basa en maximizar el reciclado y va más allá: intenta garantizar que los productos sean fabricados para ser reutilizados, reparados o reciclados. Así, convierte el sistema industrial unidireccional en uno circular, que impulsa el reingreso del producto al mercado y se propone reducir al máximo los desechos en lugar de gestionarlos.

Latas. Metales. Vidrio. Papel. Cartón. Restos de comida. Pañales. Envases de plástico. Diarios, revistas, sobres, cajas, tetrabrick, botellas, frascos, envases de acero y aluminio, maderas, textiles, plásticos, envases y papeles con restos de comida, servilletas, vasos, envoltorio de golosinas, lamparitas, macetas, trapos sucios. El mandamiento uno del ambientalismo reza que "la mejor basura es la que no se genera".

El modelo se apoya en la "ley de las tres R": Reducción, Reutilización, y Reciclaje, en la separación de los residuos en origen y en el consumo responsable, que implica también elegir aquellos productos menos dañinos para el ambiente.

La política australiana difiere de la de los emblemas nórdicos, Suecia y Noruega, quienes logran reciclar casi la totalidad de los residuos -e incluso los importan de sus vecinos- para alimentar las plantas de incineración con las que abastecen la red de calefacción. Una práctica con dos fuertes cuestionamientos: no permite la reutilización de los productos y emite al medio ambiente sustancias tóxicas.

"Existen objeciones a varios procedimientos de generación de energía a partir de los residuos, porque desalientan la recuperación de materiales. Es una solución fácil: en vez de enterrar, quemo. Genero energía, pero no permito la recuperación de esos materiales", explica Martín Prieto, director ejecutivo de Greenpeace en nuestro país, a ámbito.com. Para Verena Boehme, directora ejecutiva de la fundación Manos Verdes, "en Europa el tema de la generación de energía es aceptado, porque hay un fuerte control y la población confía. Pero acá siempre ha sido cuestionado, debido a que la gente duda de los controles ambientales".

Eliminar los basurales. Cómo y cuándo.

En Argentina, la Ley Nº 25.916 de Gestión Integral de Residuos Domiciliarios determina los presupuestos mínimos de protección ambiental. Aunque, si bien es de aplicación obligatoria, las provincias tienen autoridad para el manejo de los residuos sólidos, y los municipios cuentan con potestad impositiva, pueden dictar sus propias normas y organizar los sistemas de recolección, transporte y disposición final.

"No hay manera de hacer una ley nacional, porque el diseño constitucional de la legislación ambiental lleva a que cada distrito o provincia tenga sus propias regulaciones", señala Prieto.

Generamos a nivel país 12.325.000 toneladas anuales de residuos sólidos. La provincia que más incide es Buenos Aires (4.300.000 tns) y la que menos Tierra del Fuego (26.000 tns). En la generación per cápita por día, lideran los porteños (1,52 ks) y cierran la nómina los misioneros (0,87 ks). Un corte transversal en un contenedor mostraría que los desperdicios de nuestras tierras están compuestos en un 50% por orgánicos, un 17% por papel y cartón, un 14% por plásticos, un 5% por vidrio, un 2% por metales y un 12% por distintos materiales.

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