Gutiérrez y Figueroa, en el centro de la expectativa

Gutiérrez y Figueroa, en el centro de la expectativa

El nuevo escenario político consagrado por las elecciones del domingo en Neuquén tiene dos protagonistas por ahora excluyentes en cuanto a la expectativa general, por la importancia de los cargos que cubrirán desde diciembre: Omar Gutiérrez y Rolando Figueroa.

Quienes ocuparán los cargos de conducción del Ejecutivo y del Legislativo tienen mucho en común pero también mucho de diferentes. Llegaron a esta instancia sin disimular sus estilos distintos. La fuerza de contención partidaria fue suficiente para no hacer de las diferencias un defecto, sino más bien una virtud. Es posible que –ya en sus cargos- cada uno acentúe su singularidad, y construya su propio espacio de poder dentro del poder.

Gutiérrez es un hombre contenido. Poco amigo de las improvisaciones, afecto a la planificación y el orden. Llega al ejercicio de la máxima autoridad institucional de la provincia tras absorber la experiencia y el método de quien ha sido su tutor indudable, Jorge Sapag. Ha dicho hasta ahora que dará prioridad a los equipos antes que a las individualidades.

Para el MPN esto es una novedad relativa: lo ha hecho antes, pero siempre sujeto a un fuerte liderazgo, que fue cambiando de persona pero manteniendo su esencia determinante. Ahora, se afirma, se aplicará a fondo el método del equipo. Será, forzando una comparación futbolera, como si de pronto la conducción política del Estado asumiera el rol de un DT europeo, de la Champions League. Allí donde las mejores individualidades aún deben funcionar en el contexto del equipo. Los delanteros deberán marcar, y los defensores atacar, y todo deberá responder a un esquema ideado, a un plan preestablecido.

Figueroa no está en contra de esto, pero su perfil es distinto. Es un seductor natural, y es evidente que le gusta ese rasgo personal, que suele rendir buenos frutos en la política. Posiblemente se vea, desde diciembre y también antes, en el contexto indicado para aplicar a fondo sus posibilidades carismáticas. La Legislatura que le tocará necesitará mucha negociación para encontrar consenso. Tiene a favor que la búsqueda de consensos ha sido política de Estado durante la gestión de Ana Pechen. Se ha establecido, por decirlo de alguna manera, en una saludable costumbre.

Gutiérrez y Figueroa tienen en claro –se supone- la enorme oportunidad que han conseguido. Administrarán la conducción política de un Estado de grandes posibilidades, mientras al mismo tiempo, conducirán los destinos –como presidentes de la Junta de Gobierno y la Convención- del partido político que ha concretado la mayor hegemonía conocida en democracia en Argentina.

La expectativa que comienza a centrarse sobre ellos, despejada la primera incógnita, que fue la electoral, es grande y lo será más a medida que se acerque la fecha de su asunción institucional. Cada gesto que protagonicen,  será agrandado por esta circunstancia. Tal vez ambos ya saben la gran responsabilidad republicana que esto implica.

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