Guerra de los Le Pen en pleno auge electoral

Guerra de los Le Pen en pleno auge electoral

Los atentados de París y la gestión política de la crisis de los refugiados han favorecido a la ultraderecha para que cuente con una alta aprobación. Y eso pese al enfrentamiento entre la candidata presidencial y su veterano padre.

Por Eduardo Febbro

Página/12 En Francia

Desde París

El éxito no es un certificado de estabilidad. En pleno auge electoral, con índices de aprobación intensivos, con la ya casi certeza de que la extrema derecha francesa eliminará al candidato socialista en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales previstas para 2017, el ultraderechista Frente Nacional sigue desgarrándose. Entre los partidarios de la actual líder del FN, Marine Le Pen, y su padre y fundador de este movimiento, Jean-Marie Le Pen, la guerra se despliega ante la opinión pública. Pese a la sólida implantación electoral de los frentistas, el ala disidente presidida por Jean Marie Le Pen sigue siendo la semilla de la discordia. El pasado primero de Mayo, varios altos dirigentes del FN fueron excluidos de las instancias del partido por haber participado en una ceremonia en homenaje a Juana de Arco organizada por el padre de Marine Le Pen en la estatua de la heroína francesa, en el distrito número uno de la capital francesa. Se trata de MarieChristine Arnautu y Bruno Gollnisch, dos eurodiputados de mucho peso en el seno del partido frentista. La ceremonia fue toda una provocación porque en el mismo lugar, por la tarde, Marine Le Pen encabezaba su propio acto en ese lugar emblemático donde cada primero de mayo se reúne la extrema derecha francesa.

El vicepresidente del Frente Nacional, Florian Philippot, ya había advertido que quienes asistieran al acto de Jean Marie Le Pen serían responsables de “un acto de hostilidad”. La confrontación entre el patriarca y la hija lleva varios años sacudiendo las bases del partido sin que ello lo haga retroceder electoralmente. Al contrario, hoy en Francia, en los rangos de todos los partidos, se habla de una repetición del llamado “síndrome del 21 de abril”. Hace 14 años, el 21 de abril de 2002, a las 8 en punto de la noche, el rostro de Jean-Marie Le Pen apareció exultante en las pantallas de la televisión francesa. El león de la ultraderecha había conseguido lo impensable: pasar, por primera vez en la historia, a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Jean Marie Le Pen había derrotado al entonces ultra favorito y ex primer ministro socialista Lionel Jospin. El ascenso de la extrema derecha y la multiplicación de listas de la izquierda provocaron uno de los mayores seísmos políticos de Francia. La segunda vuelta la disputaron el ex presidente Jacques Chirac y Le Pen. La sociedad le cerró el paso al jefe frentista, pero no a su movimiento.

Transcurrieron casi 15 años, la izquierda se fue perdiendo en una nebulosa blanda, la derecha de gobierno sigue buscando su identidad mientras que la extrema derecha no ha hecho más que solidificarse. El estupor de 2002 es un recuerdo que asusta a los estrategas de los partidos. Desde entonces, elección tras elección, el Frente Nacional es un actor decisivo. Elecciones legislativas, europeas, regionales o municipales, los candidatos del Frente Nacional figuran masivamente en la segunda vuelta. La perspectiva que se esboza ahora es mucho más catastrófica que la de 2002. Si la guerra entre el patriarca Le Pen y su heredera no termina de apaciguarse, Marine Le Pen no paga el tributo de ningún desgaste. Al contrario, los atentados de París (enero y noviembre de 2015), y la vergonzosa gestión política de la crisis de los refugiados han llevado al Frente Nacional a la cima de a seducción electoral. El partido de Marine Le Pen cuenta hoy con 1.600 representantes municipales electos, 358 consejeros municipales, 62 consejeros departamentales y 27 parlamentarios entre senadores, diputados europeos y diputados nacionales). Cuando falta un año para las próximas elecciones presidenciales, todos los sondeos de opinión pronostican la presencia de Marine Le Pen en la segunda vuelta de esa consulta. El actual presidente, François Hollande, aspira a su reelección pero las encuestas le vaticinan una humillación mayor que la que conoció Lionel Jospin en 2002. Hollande quedaría eliminado en la primera vuelta y, encima, relegado al cuarto lugar, detrás del candidato de la derecha, de Marine Le Pen y del actual líder de la izquierda radical, Jean-Luc Melenchon. Como lo decía hace unos días la historiadora y psicoanalista francesa Elisabeth Roudinesco en una entrevista publicada por el semanario Le Nouvel Observateur, “en este país hay un deseo inconsciente de fascismo”. Los analistas locales arguyen que entre el mandatario y la sociedad hay “una ruptura de opinión”. Todo lo contrario del proceso por el que atraviesa Marine Le Pen. Las confrontaciones que sacuden al FN son de orden prácticamente dinástico, las que destruyeron a la izquierda son mucho más profundas. La derrota cantada de Hollande en 2017, si se presenta, es sólo uno de los epílogos del Socialismo. La familia progresista está totalmente desarticulada. No hay tema en torno al cuan consiga un consenso. La división entre el ala liberal, representada hoy por el actual ministro de Economía, Emmanuel Macron, y el polo social defendido por figuras como la de la ex ministra socialista Martine Aubry, ha precipitado a la izquierda hacia una atomización que podría serle igualmente fatal en la próxima consulta legislativa.

Nada retrata mejor el callejón sombrío en donde se encuentra el socialismo gobernante como las dos imágenes de la actualidad: mientras la extrema derecha tiene a la gente de su lado, el gobierno tiene a la sociedad en contra y en la calle. Unos, los protagonistas del movimiento juvenil La Nuit Débout, acampan en la Plaza de la República en París en protesta por la política gubernamental, en particular la reforma laboral que debate en estos momentos la Asamblea Nacional. Otra parte de la sociedad está en la calle manifestando contra esa ley que modifica los fundamentos del derecho laboral francés. Marine Le Pen y François Hollande prosiguen metan similares pero con ventajas distintas. Hollande todavía suena con una reelección que el contexto político cifra como imposible. Como un corredor de fondo, sale a buscar la legitimidad y la mayoría que perdió en el pozo de las decepciones. Marine Le Pen avanza con la certeza que le ofrece el mismo contexto político. Los socialistas están promoviendo ahora la idea de una suerte de “Alianza Popular”. El Frente Nacional no necesita promoverla. La tiene ganada y apuesta no sólo por ganarle a Hollande en 2017 sino por que esa victoria conduzca a la descomponían final de la derecha y la izquierda.

efebbro@pagina12.com.ar

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