La guerra fría entre Arroyo y Vidal

La guerra fría entre Arroyo y Vidal

A raíz de desplantes y diferencias políticas, el vínculo entre la Gobernadora y el intendente de Mar del Plata está congelado. De cara a las elecciones, la incógnita es si jugarán juntos o no

La relación entre Provincia y el municipio de Mar del Plata está en ese punto previo al final. Como cuando la distancia no es el paso necesario para reflexionar y acercar posiciones sino solo el espacio insalvable entre dos polos que no volverán a unirse. Por desencuentros recientes y, sobre todo, un desgaste que arrastra desde hace tiempo, el vínculo entre la gobernadora María Eugenia Vidal y el intendente Carlos Fernando Arroyo está quebrado. Y no hay intenciones de arreglarlo.

El principio del fin fue aquel acto en La Feliz donde Vidal le restringió el acceso al jefe comunal y su equipo puso a otros funcionarios provinciales y nacionales en primera plana en detrimento de la administración municipal. Esto enfureció al alcalde, quien se retiró antes de comenzado el evento, vociferando insultos al aire. Allí comenzó el derrotero, que incluyó la devolución de gentilezas de la Gobernadora en una ocasión en que el jefe comunal quiso hacer las paces (al menos, para la cámara), con una sonrisa y un intento de abrazo acompañados de un “Bienvenida”, y ella le negó el saludo y solamente levantó la mano a lo lejos. 

Pero la interna entre mandatarios recrudeció en los últimos días, con las desafiantes

iniciativas de Arroyo, quien atacó por dos frentes: por un lado envió una serie de proyectos al Concejo Deliberante que apuntan a la creación de nuevas Unidades Turísticas Fiscales, dos de ellas en las actuales playas de la Provincia; y, por otra parte, decidió aplicar una tasa a los teatros locales, en concepto de publicidad y propaganda, de manera retroactiva. Ambas medidas atentan contra la proyección de la gestión Vidal en Mar del Plata: una, sobre la apuesta de las playas públicas, y la otra, contra la oferta de entretenimiento que se destaca en cada temporada en La Feliz.

La respuesta de Provincia no se hizo es-perar, y fue más fuerte de lo usual. Lejos de las sonrisas marca registrada de Cambiemos, la Gobernadora envió al intendente una áspera carta, donde le solicitó que “se abstenga de implementar medidas que atenten contra el normal desarrollo de la actividad teatral y arbitre los medios para mantener la situación tributaria que el sector teatral ha tenido históricamente”. Particular forma de hacerle saber a un jefe comunal de su propio espacio que no está de acuerdo con su proceder, tanto por la dureza del comunicado como por la plataforma, fría y distante.

Por supuesto, este último episodio y los anteriores aumentaron la tensión entre los mandatarios, tensando la cuerda al límite. Y no es un dato menor que estemos en pleno año electoral. Allí radica otro ingrediente de la trifulca: desde Provincia no quieren la continuidad de Arroyo, por lo que apoyarán a otro candidato. A pesar de la intención de Vidal, lo de Guillermo Montenegro está muy verde, por lo que la concejala Vilma Baragiola suma voluntades en Casa de Gobierno. Esto molesta, y mucho, en la Municipalidad de la ciudad balnearia.

Sin embargo, desde Na-ción parecen no hacerse eco del enfrentamiento entre los mandatarios y no le hacen el vacío al intendente. Más allá de la natural predilección por Vidal, al menos desde lo institucional, el Gobierno nacional mantiene una relación cordial. Llegado el caso apoyarán sin vacilar la decisión de la jefa del Estado bonaerense respecto de su postulante, pero, por el momento, tampoco pueden descuidar los votos que todavía ostenta Arroyo. Y, mal que le pese, Provincia tampoco.

De esta manera, la novela de este verano no pertenece a la farándula, sino que está en el centro de la casta política. El enfrentamiento abierto entre la conductora provincial y el jefe comunal está acaparando las miradas de una temporada estival austera (a pesar de los intentos de levantarla a tra-vés de los números). Habrá que esperar a ver el desenlace de la historia, pero todo parece indicar que en Mar del Plata, no habrá final feliz.

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