“La grieta se tiene que cerrar”

“La grieta se tiene que cerrar”

Este viernes, cuando se haga operativa la mentada renuncia del juez Carlos Fayt a la Corte Suprema de Justicia, el magistrado se convertirá en un jubilado más.

Entonces tan sólo quedará en pie un funcionario entre quienes desde 1983 ocuparon cargos en el más alto nivel institucional y es tandilense: Natalio Pedro Etchegaray, Escribano General de la Nación, quien un día antes ha de rubricar el acta de asunción de Mauricio Macri y todos sus ministros en ¿Casa Rosada? o ¿el Congreso?

De esa polémica, de su retiro, la “grieta” y la importancia de terminar la carrera ante un presidente nacido en su misma ciudad, Etchegaray habló con El Eco de Tandil durante una fugaz visita a Tandil.

-¿Para un escribano tandilense no hay nada mejor que un presidente tandilense?

-Ja, ja, ¡eso podría ser un buen slogan!, pero bueno, sí, es una satisfacción, más allá que lo que más me reconforta al labrar estas actas es que se pueda cumplir con la Constitución.

-¿Tiene una connotación especial que al final de su carrera el Presidente sea un tandilense?

-Y sí, claro. Yo conocí mucho a la familia de la madre y fui amigo del tío, Jorge Blanco Villegas. Teníamos casi la misma edad, lo traté mucho. Y yo soy de la calle 4 de Abril y ellos, de la avenida Colón. La familia Blanco Villegas estaba a tres cuadras de mi casa. Somos del mismo barrio, nos conocíamos, ¡cómo no va a ser algo muy especial que un tandilense sea presidente! Por lo que representa Tandil para mí y por lo que significa que Tandil tenga un presidente.

-¿Va a ser al último que le firme el acta de asunción?

-Creo que sí (risas). Espero poder cumplir con mi deseo de retirarme. Es imposible que esté en otra asunción.

-Qué raro, ¿no?, en un sistema político como el argentino que expulsa a todos, a usted no lo deja ir.

-¡Seré la excepción que confirma la regla!

-¿Y si extraña?

-En algunos ratos pienso si es cierto que quiero irme (sonríe), digo ¿cómo me voy a sentir? Pero no importa, las cosas se van perdiendo cuando uno se extiende mucho en el cargo, no se renueva, se anquilosa, no mejora.

-Será la hora de regresar a Tandil.

-No, va a ser muy difícil, por razones familiares: alrededor de mi casa, en Banfield, en cuatro cuadras están mis cuatro hijos. Ya tuve un desarraigo cuando me fui de Tandil, en el 58. Extrañaba las veredas, los compañeros. Y ahora extrañaría aquello.

-¿Quién tiene razón con el lugar del traspaso del mando? ¿Cristina o Macri?

-(Silencio. Hace un gesto como diciendo ‘quién sabe’). No sé. Razones legales puede tener el Artículo 93 de la Constitución (N.d.R.: el argumento de Aníbal Fernández) y razones tiene Macri para plantear que lo que se hizo siempre fue un acto en el que el dueño de casa que se va espera al nuevo. Es simbólico, pero no existe nada firme, se puede interpretar para un lado u otro.

-¿Y si le pidieran una opinión?

-Les diría que es una oportunidad para que ambos presidentes reflexionen, tanto la Presidenta que se va como el nuevo: han sido elecciones tan importantes. ¡Se cumplieron todas las etapas que prevé la Constitución! Sin problemas, así que es una lástima que estemos embarcados en estas cosas.

-Algunos viven estos días con la misma esperanza de aquel triunfo de Alfonsín. El resto de la historia ya lo conocemos, ¿se anima a un consejo para evitar que estas primaveras se desvanezcan tan rápido?

-Sin ninguna petulancia, con toda modestia, mi consejo al nuevo gobierno es que piense que se dio un gran paso con la elección, como dije. La responsabilidad es inmensa para responder a la confianza que recibió de la mitad más uno… Y la grieta tiene que dejarse de lado. A mí me molesta pensar en una ‘resistencia’ cuando acá no hay ninguna dictadura como para resistir y por otro lado, me molesta pensar que la gente que se va está preparando un golpe de Estado, como dice Tomás Abraham, -dijo hace unos días que la gente de La Cámpora está con armas-. Creo que ninguno de los extremos son válidos. Y empequeñecen, aunque tuvieran razón, porque siempre son cosas facciosas. Las dicen desde el bando ganador o desde el bando perdedor, y el pueblo está en el medio y es superior a todo eso.

-Usted también ha señalado que nunca sufrió aprietes ni persecuciones.

-Nunca, nunca. Y cuando me dijeron que venían a verme los del nuevo gobierno pensé ‘bueno, va a ser la primera vez que van a sacar al escribano’ y no, vinieron a decirme que me quedara.

-A esta altura podría ser un escéptico, pero no, ¿realmente tiene esperanzas en lo que viene?

-¡Sin ninguna duda! Si no, no creería en la democracia. El Gobierno tiene que devolverle al pueblo lo que le dio y acertar, ¡tiene que acertar! Pero de ninguna manera pienso que no va a hacer lo posible para mejorar el país. Con sus ideas y sus programas, claro.

-Mientras Macri festejaba el 22 de noviembre el periodista Ernesto Tenembaun advirtió que ese día iba a ser el más feliz de su vida, pero tal vez el último tan feliz. Luego ya no serán así las cosas. ¿Qué opina?

-Ya se lo dije alguna vez, estas fiestas son como los casamientos, están llenos de buenas intenciones y uno cree que va durar para siempre, el problema es lo que viene después (risas). Más allá de eso, tenemos que ser optimistas, si no, ¿cuál es el sentido de la democracia? u

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Ni jubilación ni cuidar a los nietos

-“Me dijo el secretario general de la Presidencia que presentó la renuncia. Vamos, Natalio, no nos puede hacer esto ¿sabe qué pasa? Si usted se va, van a decir que lo echamos nosotros. Y ni la Presidenta ni ninguno de nosotros queremos que se vaya. Vamos ¡quédese un poco más!”. Aníbal Fernández, jefe de Gabinete hasta el jueves próximo, supo ser el portavoz para convencer a Etchegaray de que continuara.

Y cuando se acercaban las elecciones el argumento venía por el lado de continuidad: “Me avisaron que quiere irse. Por favor, Natalio espere a que pase el acto de reasunción, usted ya sabe, ¡van a decir que con la reelección de Cristina también fuimos por usted! Aguante un poco más”.

Si se va de la política como anunció hace poco, Fernández seguramente guardará un buen recuerdo del tandilense y éste último de su interlocutor en el oficialismo, aunque evite las confesiones hasta en el menor de los asuntos políticos “porque yo opté por no hacer política hace mucho”.

En cambio, no se anda con vueltas para dar fe de que lo suyo no será “ni jubilarse ni cuidar a los nietitos. Me voy a ir de la Escribanía General pero nunca voy a sacar el cuerpo a la actividad notarial, nunca. Voy a seguir como docente. Ahora mismo, sin ir más lejos, vengo de unas jornadas notariales extraordinarias en Mar del Plata. Ochocientos escribanos durante cuatro días aguantaron un verdadero torneo de resistencia”.

-Y se ganó un nuevo ‘título’.

-Ah, sí (risas). Ahora soy el Decano Honorario del Notariado de la Provincia de Buenos Aires, el cargo honorífico más lindo que puedan darme.

Hombre de costumbres inconmovibles, ‘Pelusa’ hizo un vuelo rasante por Tandil a los efectos de no perderse un almuerzo por los 68 años de egresados de la Segunda Promoción Magisterio y Bachilleres de la Escuela Normal. Diez compañeros saben que el funcionario nacional jamás deja la silla vacía.

Las amistades, como el tango, tienen la prioridad en Etchegaray y El Eco de Tandil tuvo que esperar que la sobremesa con las amigas y amigos de la secundaria terminara para tener unos minutos de diálogo antes del regreso a Buenos Aires. A punto de partir, volvió a recordar su radicalismo, su gratitud hacia Juan Carlos Pugliese -que lo recomendó al entonces presidente Alfonsín para la escribanía en la Casa Rosada- y se fue a ordenar todos los asuntos pendientes para el jueves y para el retiro.

-¿Cuándo se va de la Casa Rosada?

-Le dije a la gente que vino a verme del nuevo gobierno que voy a esperar a que puedan elegir ellos un nuevo escribano y les comenté que no tengo problemas en seguir enero, febrero, hasta marzo. Pero marzo les pareció muy pronto, así que tengo que encontrar la forma para poder irme sin que se tome como que me estoy yendo en desacuerdo con el gobierno ni que me echa el gobierno por estar en desacuerdo conmigo. Pero sé que es tiempo de irme.

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