Un gran basural subterráneo obstruye el sistema pluvial

El equipo de desobstrucción de desagües de la Municipalidad de Córdoba llega al punto donde deberá realizar el segundo operativo del día, y en la unión de barrio Talleres Este y Nueva Italia lo viven como una bendición.

 

Dos vecinas salen de sus casas para ofrecer correr los autos y así permitir que el camión que realizará la limpieza estacione donde quiera, otro grupo observa ansioso desde el portón de su lugar de trabajo y, enfrente, una mujer abre levemente la persiana de su hogar para ver cómo trabajan durante unos minutos.

Durante la última tormenta, los 40 milímetros que cayeron convirtieron a la calle Puerto Rico en una especie de canal que ingresó a algunas casas para continuar su recorrido por Rancagua y Acapianta.

Unos días antes había sucedido algo similar, pese a que ninguna de las lluvias fue excepcional.

Las dos bocas de tormenta que se supone que deberían recibir el agua se encontraban obstruidas, impedidas de cumplir con su función. De allí la expectativa de los vecinos ante la llegada del único camión vactor que tiene la ciudad.

Con este vehículo de presión-succión se realiza el mantenimiento de las cerca de ocho mil bocas de tormenta que hay en Córdoba, con un equipo compuesto por tres personas para realizar la limpieza.

Uno controla una manguera con la que aplica presión sobre el barro que se encuentra dentro de la cámara, al mismo tiempo que otro manipula un caño conectado al camión que hace de aspiradora y mete en su depósito el contenido de la boca de tormenta. Para remover la basura acumulada, el tercero utiliza una especie de gancho de hierro de más de dos metros.

Sin embargo, un trabajo que en condiciones normales se realiza en 20 minutos demandó a este grupo casi tres horas.

“Como mucho podemos hacer cuatro o cinco limpiezas por día, pero con cámaras que estén livianas. La mayoría de las veces hacemos sólo dos, porque casi todas están pesadas como ahora; es raro que te toquen livianitas. Normalmente tenemos que sacar cubiertas, repuestos de ventiladores, bolsas con animales muertos o parrillas, como en esta”, dice el encargado de conducir el camión, Luis Manzano, señalando la basura.

De la boca de tormenta sacaron cinco maderas de un mueble floreado que algún vecino desarmó y arrojó a la calle, dos parrillas de horno, una llanta, un bidón de agua, varias bolsas llenas de residuos y una enorme cantidad de hojas de palmera, cuyo exponente se encontraba a 10 metros.

Con casos como este, el equipo de desobstrucción tiene que lidiar cada día con la gran cantidad de basura que es arrojada o que cada lluvia arrastra por las calles de la ciudad, encontrando su destino final en los desagües y transformando la parte oculta de Córdoba en un gran basural.

“De los 8.000 sumideros que tiene Córdoba, la mayoría son de tipo ventana de bajovereda –como el que hay en la calle Puerto Rico–. Están diseñados para su autolimpieza, para que la tierra, arena, agua e incluso pequeñas bolsas de residuos –aunque no deban ser arrojadas– sean arrastradas por un caño de 600 milímetros de diámetro interno. El problema principal es la mala conducta ciudadana al arrojar basura que obtura la salida, o dejarla en un lugar donde puede ser quitada por los animales y luego cae a la red”, explicó a La Voz el asesor de Gabinete de la Municipalidad de Córdoba Hugo Antonio Rodríguez.

Sin dejar de lado factores como la intensidad de las lluvias y la falta de mantenimiento, la conducta del ciudadano resulta determinante para entender las fallas del sistema.

No obstante, ante una situación de estas características, con la presencia constante de basura en la vía pública, la disponibilidad de tan sólo un camión y 13 personas para la limpieza de los desagües pluviales resulta al menos escasa.

 

Los empleados de dan presión de agua para remover la basura que se acumula en la boca de tormenta. (Nicolás Bravo)

“El nivel del sistema de desagüe pluvial de la ciudad es el mismo que el del alumbrado público, las calles o el transporte, porque no tenemos el tren bala, sino lo que la economía nos deja. Nosotros tenemos un presupuesto y en base a eso analizamos qué obras hacer de acuerdo a la necesidad. Igualmente, en mi visión general del problema de las tormentas, la situación de las bocas de tormenta no es el mayor”, dijo Rodríguez.

“Con la cantidad de barrios que se han hecho, y con cómo creció la ciudad, con un solo camión es imposible hacer el trabajo. Necesitaríamos mínimamente uno en cada sector –norte, sur, este y oeste– para tampoco perder tanto tiempo yendo de un barrio al otro. Ahora siempre estamos corriendo de atrás, yendo a donde colapsa, en vez de estar haciendo tareas de mantenimiento para que cuando llueva estén las cámaras limpias”, sostuvo Manzano.

Poco después de la limpieza realizada en Rancagua y Puerto Rico, vuelven las lluvias que se transforman en cinco centímetros de agua dentro de algunas de las casas del barrio.

La progresiva incorporación de recursos para el mantenimiento de las bocas de tormenta es un pedido de quienes se encargan de realizar el trabajo, pero la respuesta debe incorporar la conciencia ciudadana y una solución en materia de recolección de residuos, para que el basural subterráneo de Córdoba no continúe provocando anegamientos constantes de calles.

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