¡Gracias Lilita, Juliana, Cris, Hebe y Mariú!

Por: Carlos M. Reymundo Roberts.

Imbuido todavía del espíritu del 8-M, quiero dedicarles esta columna a ellas, a las dirigentes políticas que engrandecen el país. Por eso, dejaré de lado el espíritu crítico que a veces me aflora. 

Hoy solo quiero mimarlas, cuidarlas, mirar el vaso medio lleno. Por aquí desfilarán Lilita Carrió, María Eugenia Vidal, Hebe de Bonafini, Juliana Awada y, por supuesto, Cristina Kirchner. Todas son promujeres, neologismo que no tiene nada que ver con Pro, sino con la igualdad de género: si hay prohombres, también hay promujeres. Es una discriminación flagrante que no exista esa palabra. En realidad, no existía, porque acabo de crearla y la ofrezco generosamente, sin cobrar derecho de autor, a los 560 millones de hispanoparlantes que hay en el mundo.

Juliana Awada. Me van a decir que es la primera dama y no una dirigente política. ¿Les parece poco dirigir al Presidente? No solo le da contención, amor, equilibrio emocional; no solo le ha limado asperezas de su carácter. Ella está detrás de decisiones importantes, porque, por ejemplo, va a hacer las compras y cuando vuelve le dice: "Mi amor [así lo llama en la intimidad], hagan algo con la inflación, los precios nos están matando". Juliana ha logrado frenar aumentos de tarifas y tiene un papel fundamental en la administración de Lilita, con la que se entiende muy bien e incluso se consideran amigas. Contener a Lilita, hacerle el aguante, calmarla, es una política de Estado, y en eso Juliana resulta clave. Con ella no se cumple esa máxima -hipermachista, a mi gusto- según la cual "detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer". Yo diría que detrás de Juliana está Macri. Macri no se explica sin Juliana. Y no voy a caer en otro reflejo machista y decir que además es muy linda. Uh, caí.

Hebe de Bonafini. Muy cada tanto, la queridísima Hebe hace algún intento de esconder lo que es: una señora entrañable, acogedora, divina. En esas ocasiones le da por mostrarse no tan amorosa, no tan "osito de peluche", y entonces aplaude el atentado a las Torres Gemelas (2800 muertos y 6000 heridos), pide incendiar el Palacio de Justicia y ahorcar a los jueces de la Corte, dice que Macri es "la peor lacra, el peor hijo de puta" y llama a dar un golpe. Pero insisto: son cosas aisladas y no logran opacar su extraordinaria contribución al diálogo y a la paz social. Sin Hebe este país sería más violento, menos vivible. ¿Se quedó con unos cuantos millones del programa de viviendas Sueños Compartidos? Todo es poco para retribuirle sus servicios a la patria.

Lilita Carrió. El momento cumbre de mi vieja amistad con Lilita fue cuando la visité, hace algo más de un año, en su casa de Exaltación de la Cruz, una suerte de sacristía: profusión de cruces, vírgenes y santos, al pie de los cuales me habló durante dos horas sobre Macri, Juliana, Angelici, Rodríguez Larreta, Cristina, María Eugenia, economía, filosofía, religión y, por supuesto, corrupción. Estuvo buenísimo, aunque no estoy seguro de haberle entendido. Me da gusto escucharla, porque además es muy parecida a la que vemos en televisión: salta de un tema a otro, mira para el costado, pontifica, demoniza. La genialidad de Lilita no está, creo, en lo que dice, sino en que lo dice ella. Básicamente resulta creíble. Y su aporte en estos días es que revolea tarjetas amarillas y rojas dentro del Gobierno, fiscaliza, patalea cuando algo no le gusta. Es la voz de la conciencia, a veces desafinada e inescrutable, es cierto. Te quiero, Lilita, pero la próxima vez que te visite y ponga la oreja, ofreceme un café.

María Eugenia Vidal. Como todo el mundo sabe, soy un pésimo analista político, por lo cual no hay que hacerme caso cuando digo que va a ser la próxima presidenta. El problema es que yo sí me lo creo. Mi argumento es que la gente va a votarla como agradecimiento a que nos libró de La Morsa. Ese solo hecho ya justifica su existencia y su carrera política. La Morsa gobernador es tanto como Maduro presidente. Cuando los países se degradan hasta el punto de elegir gente así da la impresión de que están perdidos. Mariú hace autopistas y cloacas, asfalta calles, persigue a los mafiosos, se le planta a Baradel y es una dulce, casi en los niveles de Hebe. Sin embargo, nada de eso es comparable a que haya impedido la coronación de La Morsa, un personaje con el que la Providencia fue poco equitativa: le puso los peores defectos de los argentinos y ninguna de sus virtudes. De Mariú no voy a decir que es linda. En todo caso se lo diré cuando sea presidenta.

Cristina Kirchner. Es público y notorio que mi relación con ella ha pasado momentos tormentosos, y es muy probable que se repitan. Igual, como dije, hoy solo quiero destacar sus virtudes, sus muchos atributos: habla bien, es muy buena oradora, tiene labia, chamuyera, gran relatora, parlanchina, discursiva, explicadora, platicadora, enunciativa; para que se entienda lo que quiero decir: una destacada predicadora. ¿Nada más? Bueno, sí. Es muy coqueta. Pilchera vieja. Gran vestuario. Y el maquillaje, a full. "Desde chica me pinto como una puerta", le dijo a su biógrafa y empleada Sandra Russo. Además es desinhibida. Zarpada. Desbocada. No tiene una sola amiga, pero por falta de tiempo. Basta, paro de elogiarla. Las otras se deben estar poniendo celosas.

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