El gobierno francés sobrevive a una moción de censura

El gobierno francés sobrevive a una moción de censura

Logró aprobar una reforma económica muy resistida incluso por sus filas. Crece la división en el oficialismo socialista.

El gobierno socialista del primer ministro Manuel Valls se salvó de caer ayer al ganar una moción de censura parlamentaria en Francia. Logró pasar con un fórcep constitucional y sin votarla su ley de reformas o “ley Macron” –que Bruselas le reclama–, discutida 200 horas en la Asamblea Nacional, pero perdió su mayoría socialista en el camino.

Los diputados rebeldes socialistas o “frondeurs” le seguirán cuestionando el camino “liberal elegido” por el ministro de Economía , Emmanuel Macron. El mismo psicodrama parlamentario se reiterará frente a leyes fundamentales durante la presidencia de François Hollande, cuando el país debe poner en marcha impostergables reformas estructurales. La factura de los rebeldes del PS y el resentimiento contra Valls y sus métodos pende como un fantasma sobre el futuro del gobierno, a dos años de las elecciones generales.

La Asamblea Nacional rechazó ayer la moción de censura presentada por la UMP y la UDI, la oposición conservadora y centrista, como respuesta a la utilización del gobierno del artículo 49–3 de la Constitución francesa, que permite hacer pasar sin votar una ley. Sólo consiguieron 238 votos de diputados sobre una mayoría necesaria de 289. Pero resulta interesante analizar esos votos. Votaron a favor de la caída del gobierno socialista el conjunto de los 190 diputados de la conservadora y opositora UMP, 23 de los 30 de la centrista UDI, la diputada filoecologista de Nouvelle Donne, Isabelle Attard, seis de los 15 elegidos del grupo de izquierda democrática y republicana (que incluye a los comunistas y al Frente de Izquierda) y seis no inscriptos. El “espíritu del 11 de enero”, que significaba la unidad republicana tras la inmensa marcha contra la masacre de Charlie Hebdo, estalló por el aire.

Muchas paradojas marcaron la votación. La UMP, los comunistas, los del populista Frente de Izquierda y el xenófobo Frente Nacional votaron juntos, por razones diferentes, la moción de censura conservadora al gobierno socialista. La ley de reformas, que incluye el trabajo dominical en zonas elegidas, facilidades en la obtención del permiso de conducir, y flexibilidades para generar crecimiento y empleo, era un proyecto que podría haber presentado la UMP durante su mandato bajo Nicolás Sarkozy y ayer votó en contra. “Es una ley peligrosa para Francia”, dijo como argumento Christian Jacob, el presidente del grupo UMP en su discurso en la Asamblea. “El 49–3 es el arma que utilizan los débiles.Y ustedes están débiles porque vuestra gestión es catastrófica”, apostrofó desde su banca.

La contradicción preocupó a la izquierda. El comunista Andre Chassaigne intentó llevar su propia moción ante la evidencia. Pero sólo consiguió cinco diputados que lo apoyaran y no los 57 indispensables. Por lo tanto, votaron de la misma manera que la UMP y juntos, aun con el Frente Nacional, idéntica moción.

“Nosotros no votamos con la derecha”, le imputó Bruno Le Roux, diputado y líder del grupo socialista. Los rebeldes socialistas, que no toleran el método autoritario del franco catalán Manuel Valls en un país con profunda resistencia al cambio y en crisis existencial frente al futuro, no votaron la moción de censura contra su propio gobierno. Hubiera significado su expulsión del partido o un apartheid, aún mas profundo del que actualmente existe entre ellos y los fieles a Hollande y Valls.

Pero la crisis en la mayoría es completa: un divorcio ideológico de un partido irreformable. Aunque los rebeldes del PS no han decidido aún no votar en pleno los textos de ley que propone su propio gobierno socialista. Ellos le exigen a Valls “un cambio de método”, antes de darle o no el voto el diálogo social que debe presentar el ministro de trabajo, François Rebsamen. Una batalla perdida frente al provocador torero “Manuel”, aunque sea extremadamente peligrosa para el presidente Hollande, que hasta ahora había preferido la conciliación y no la fuerza.

La ley Macron, bautizada por las horas que puso en ella el ministro de Economía y ex banquero Emmanuel Macron en su bautismo parlamentario con los legisladores, pasará al Senado, donde la oposición tiene mayoría. Pero deberá regresar para una segunda lectura a la Asamblea Nacional, donde el gobierno deberá recurrir nuevamente al artículo 49–3, una bomba atómica legislativa si lo que se trata es de construir consenso en las reformas.

Hábil economista pero ingenuo político, Macron, el ministro de 37 años, puso al gobierno en un encrucijada con su falta de flexibilidad en la negociación con los parlamentarios para reformar el texto de la ley. Más amable que Valls, muy sociable, bien educado y buen trabajador de equipo, pero técnico y sin capacidad de dialogo para tranzar políticamente con los diputados .

Valls se dio cuenta el miércoles de que su reforma de crecimientos y oportunidades económicas no pasaba, no conseguía los votos en sus propias filas. Los rebeldes le daban la espalda. En coordinación con Hollande, decidió apelar a este artículo constitucional, que el presidente detestaba pero no tenían otra alternativa. En su último discurso en la Asamblea, el premier francés explicó cómo lo volverán a utilizar, todas las veces que sea necesario. “Yo lo digo con espíritu de diálogo pero sin temblar: nosotros continuaremos, con todos los medios que nos da la Constitución”, provocó . “Nosotros continuaremos sin abandonar las reformas. Sin debilitarnos, continuaremos avanzando. Avanzar por Francia. Avanzar por los franceses”.

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