Se fugaron 13 presos y cayó el jefe del Servicio Penitenciario

Se fugaron 13 presos y cayó el jefe del Servicio Penitenciario
Al irse, Víctor Hortel echó al responsable de la cárcel y a otros 18 guardias. Denunció “complicidad interna”. Los reclusos huyeron por un boquete y recorrieron 70 metros. Sólo dos fueron recapturados.
Fue necesario tiempo, paciencia, una cadena de agentes mirando para otro lado y mucha ayuda interna y externa. Trece presos de extrema peligrosidad lograron fugar de uno de los pabellones de máxima seguridad de la cárcel de Ezeiza, luego de abrir un boquete, cavar un pozo, realizar un túnel de más de un metro de largo, recorrer alrededor de 70 metros y cortar al menos cuatro alambrados de seguridad. Sólo dos de ellos fueron recapturados –hay una recompensa de $500.000 por cada prófugo– y el caso provocó la renuncia del director del Servicio Penitenciario Federal, Víctor Hortel, más el desplazamiento del jefe del penal y de otros 18 guardias.

Los protagonistas de la fuga son diez argentinos, dos brasileños y un paraguayo, que estaban alojados en el pabellón B del Módulo 3, donde había un total de 50 reclusos. Para escapar, tuvieron que abrir un boquete de 22 centímetros por 40 en la celda 22, lugar en el que – sin que ningún guardia lo notara – dejaron la tierra que fueron sacando para despejar el túnel.

La evasión provocó que Hortel denunciara que el hecho no pudo haberse dado sin la complicidad de los agentes penitenciarios. El ahora ex funcionario ya venía rodeado de polémica por su vinculación con la organización kirchnerista Vatayón Militante , dedicada a sacar presos de las cárceles para llevarlos a actos supuestamente “culturales” (ver página 4). Y ayer tenía previsto un festejo en el propio penal de Ezeiza porque era su cumpleaños, una coincidencia que para algunos investigadores no fue casualidad. Lejos de eso, tuvo que dedicar la jornada a dar explicaciones y a ver cómo el ministro de Justicia de la Nación, Julio Alak, nombraba a su sucesor: nada menos que su antecesor, Alejandro Marambio, quien había dejado el cargo por cuestionamientos de organismos de derechos humanos.

En tanto, durante la tarde hubo tensión y fuertes versiones sobre un motín en otro pabellón del complejo penal de Ezeiza. Alak, y el fiscal federal de Lomas de Zamora, Adrián García Lois, las desmintieron y hablaron de “incidentes con un recluso”, que presuntamente prendió fuego a un colchón porque había prohibición de salir de las celdas y recibió algunas quemaduras leves. Según el relato oficial, un subalcalde que habría intentado socorrerlo recibió un puntazo de otro de los internos.

En este marco se supo que la fuga se descubrió alrededor de la una de la madrugada de ayer. Según Alak, los cerebros fueron cuatro reclusos y el resto –entre los que estaba el asesino del periodista boliviano Adams Ledesma Valenzuela– se sumó al ver la posibilidad. Dos de los cabecillas serían presos brasileños que ya se habían fugado en 2007 de una alcaidía de Chaco y por ese motivo habían sido trasladados al penal de Ezeiza, una cárcel de máxima seguridad.

Los presos hicieron un boquete en el piso de la celda 22, que es de hormigón armado. Esto “no se pudo haber dado sin complicidad interna y sin logística externa”, indicó Hortel. “Tuvieron que romper casi 30 centímetros de hormigón armado. La tierra acumulada todavía está en la celda. A partir del boquete, se construyó un túnel de aproximadamente un metro de profundidad, a través del cual salieron del Módulo. De ahí recorrieron 30 metros aproximadamente hasta el primer alambrado perimetral y luego 40 metros más, atravesando otros tres alambrados perimetrales de seguridad”, detalló. Ningún guardia los vio ni escuchó, a pesar de que, según el ahora ex director, los presos necesitaron al menos dos días para hacer el boquete y cavar el túnel.

Y debieron haber usado herramientas a las que no suelen tener acceso.

Hortel fue tajante al detallar la cadena de responsabilidades. “Los celadores no cumplieron con la tarea de verificar los lugares de alojamiento, ni los inspectores ni jefes. El personal de requisa tampoco encontró las herramientas usadas.

Los soldados apostados en los puestos ubicados a 50 metros debieron haber visto los movimientos y no lo hicieron. También fallaron los soldados de guardia del grupo especial apostados en los techos, que no estaban cumpliendo sus tareas”, enumeró el ex director.

Según contó una fuente penitenciaria, en el pabellón desde el que se inició la fuga se habían sucedido durante la semana pasada reclamos violentos. “Una de las conclusiones es que sirvieron de pantalla para encubrir los trabajos de excavación para la fuga”, dijo un vocero. De hecho, hacía tiempo que no se hacían requisas en el sector.

La fuga provocó que fueran pasados a disponibilidad seis celadores, cuatro jefes y cuatro inspectores de turno, el jefe de requisa, el jefe y el director de Módulo, el director de Tratamiento y el prefecto a cargo del Complejo Federal 1 de Ezeiza. Eran los 19 agentes y funcionarios que tenían bajo su responsabilidad directa a los detenidos.

Tres horas después de la fuga, la Policía Bonaerense logró recapturar a dos de los evadidos: José Durán y Claudio Ortiz. Ambos cayeron mientras caminaban por la ruta 205, cerca de una estación de servicio YPF, en Cañuelas. Los dos fueron llevados a la comisaría 8° de San Vicente y allí se confirmó que eran dos de los trece prófugos.

Anoche, Alak confirmó que habrá una recompensa de $500.000 para quien aporte información para recapturar a cada uno de los once presos que, al cierre de esta edición, seguían prófugos.

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