De los fuelles a las plumas para seguir de fiesta

De los fuelles a las plumas para seguir de fiesta
Diez noches inolvidables se vivieron del 11 al 20 de enero en el Anfiteatro “Mario del Tránsito Cocomarola”, con una nueva edición de la Fiesta Nacional del Chamamé.

Previas paradas en la Rave Chamamecera del 9 y la elección de Reina Nacional y la Bailanta, la reunión puso primera y sin obstáculos siguió su marcha hasta llegar a destino. El éxito fue total, en cuanto a organización, grilla de artistas y público. Se marcó terreno por toda la geografía provincial, partiendo desde el microcentro (exposiciones en museos, mercado del chamamé, foros de cultura chamamecera), pasando por el Riachuelo para hacer día en la Bailanta de Puente Pesoa y se viajó incluso, a las localidades del interior, muchas con ofertas de atractivos balnearios, otras con los albores del carnaval, aquellas con sus tradiciones y religiosidad fuertemente arraigada.

Con todo este programa, el chamamé abrió sus fronteras como sede del Mercosur y compartió su ciudadanía con los hermanos de Paraguay, Brasil y Uruguay en una verdadera muestra de integración. Internet nos dejó parados en el centro del mundo y hubo mucha gente, más que nunca, instalada en los bancos del Cocomarola con sus carteles señalando el origen de esta mística. De Norte a Sur del país, por aire, tierra y mar, se hizo el público de cada noche.

La capital nacional del chamamé de pronto se volvió mundial y de los lugares más ignotos, subieron a la pantalla de una computadora, las preguntas sobre su origen, sus nombres, su danza, su poesía. Se habló en guaraní, en inglés, en toba, en hebreo, en alemán y en francés. El portugués se mezcló con nuestra sangre y fuimos hermandad de sentimientos en torno a una canción.

El misterio dejó de ser tal cuando la memoria comenzó a registrar la calidez que brinda un acordeón o una guitarra. El idioma de los pueblos, dijo por todos nosotros. Si durante un siglo el chamamé estuvo callado, esta vez fue su grito la clemencia de todos.

Costó desprenderse de esta edición de la Fiesta Grande. Justo que había madurado en nuestras manos su esencia, los diez días que al principio se ataron con las lonjas de la eternidad, se desvincularon de esta realidad terrena para sumergirnos en la vorágine de sus cataduras más profundas. Hoy ya se extraña ese soplo de religiosidad que comulgamos bajo las estrellas.

Esta crónica se escribió con respeto a los protagonistas absolutos de esta patriada, pero también con mucha emoción. Cuando “lo que hay que decir desborda el alma”, las palabras se disparan directo desde el corazón y caen rendidas a los pies de esta manera de ser del correntino.

El pueblo de Corrientes vivió más que nunca desde adentro la Fiesta del Chamamé y del Mercosur. Fue una Fiesta para disfrutar y fueron los jóvenes quienes dieron a entender que solo necesitan un pequeño espacio para exteriorizar el sentimiento heredado por los mayores o aprehendido por voluntad propia. Fue maravilloso verlos bailar, levantar polvareda con sus alpargatas, botas o zapatillas. Una energía vital empujada por la fuerza de esa pasión, los hacía bailar, cantar, comparecer ante la presencia del chamamé en todas sus manifestaciones.

La promesa de volver la Fiesta a ser nuestra el año próximo está dada ya con fechas marcadas en el calendario. Se pasó la posta ahora al carnaval que ahí nomás está moviendo las plumas para estrenar su nueva casa, el Corsódromo “Nolo Alías”.

La noche de despedida para el chamamé, contó con una superposición de ritmos en el escenario Sosa Cordero. Por un lado, Los Alonsitos arremetieron con “Un chamamé y un carnaval”. Por el otro, en los escenarios laterales, parte de las escuelas de samba de Ará Berá y Sapucay, trajeron el ritmo de su batucada. Hubo desfile de reinas y fuegos artificiales coronaron el cielo de los augurios.

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