Frente a un montón de basura

Frente a un montón de basura
La mugre en la calle es, además del resultado de una protesta gremial, una rara forma de hacer política que sufrimos con frecuencia los paranaenses.

Por estas horas, mientras la basura se pudría amontonada en las esquinas de Paraná, muchos hemos vuelto a notar que la política tiene una deuda con los habitantes de esta ciudad.

No es un mecanismo novedoso el de intentar zanjar las diferencias políticas entre algunos sectores presionando con la basura en la calle, y no tiene que ver este punto de vista con la legitimidad del reclamo por mejores salarios o condiciones de trabajo -que no se discute-, sino con un método que desde hace por lo menos cuatro gestiones municipales no logra mejorar mucho la vida del trabajador municipal y sí la de algunos de sus representantes gremiales o políticos.

La deuda de la que hablo tiene que ver con permitir que se haya formado, contribuir a su formación, o no esforzarse por desmontar un sistema de representación gremial y política territorial que es capaz de sostener medidas de fuerza como la reciente de los trabajadores de Limpieza del municipio y luego, a la hora negociar; terminar con acuerdos que benefician a los dirigentes y poco a los trabajadores.

Resulta de dudosa eficacia el accionar de dirigentes gremiales que durante las últimas cuatro décadas han conseguido, en base a esta condición, importantes porciones de manejo de la estructura municipal, no solo favoreciendo con empleos a sus familiares y amigos, sino manejando recursos del municipio sin haber sido votados por nadie para ello, simplemente por tener el “manejo” de estructuras gremiales y también -se sobreentiende- “capacidad de daño”.

No tiene demasiado peso en la consideración de esta dirigencia que con medidas como la llevada a cabos en las últimas horas perjudican fundamentalmente al contribuyente, al que mes a mes paga las elevadas tasas municipales de la ciudad, y con ellas su sueldo. La intendenta, Blanca Osuna, no es la más perjudicada por la protesta. Podría pensarse incluso que si trascendieran algunos de los métodos de los muchachos, posiblemente se vería favorecida ante la mirada de los paranaenses.

Son esa clase de dirigentes gremiales que le mandan cruzar el auto a un camión que está realizando la recolección de residuos y bajar a trompadas a los que quieren trabajar, amenazándolos con armas de fuego. Son los dirigentes que instigan a los trabajadores en huelga a romper las herramientas de trabajo, ya sea un carrito de recolección manual o un camión que vale centenas de miles de pesos. Saben, pero poco les importa, que al costo de esas extraña práctica gremial lo paga Juan Pueblo.

No son víctimas de esta forma extorsiva de disputar poder ni Sergio Varisco ni Julio Solanas ni José Carlos Halle ni Blanca Osuna. Somos todos los paranaenses. Con las tasas municipales de esta ciudad, pagaremos otra vez el dispendio y la joda de esa forma de “hacer política”.

Vale la pena preguntarse en manos de quién estamos realmente los paranaenses.

Muchos indicios parecen indicar que, en lo relacionado al municipio, estamos a expensas de una dirigencia gremial que ha tomado al Estado municipal como propio, que usa el reclamo gremial para hacer política partidaria y, desde allí, beneficiar a los amigos, castigar a los contras y, claro está, romper las cosas que son de todos los paranaenses cuando “hace falta”.

Desde el gobierno municipal se ha dicho que la protesta de estos días, que encabezó ATE, tuvo detrás a otros protagonistas. Vale recordar que ATE tiene poco peso en la estructura municipal , que está principalmente alineada con el intervenido gremio Suoyem, y con el Suoyem en el exilio que comanda el dos veces diputado provincial Hugo Vázquez.

Se señaló puntualmente a Osvaldo Pacha Palacios como el verdadero impulsor de la medida. Tal vez al paranaense de a pie este nombre no le diga mucho. O quizás alguno recuerde que siendo funcionario de José Carlos Halle, Palacios tuvo espacio en los medios cuando se lo descubrió transportando un cordero robado en el baúl de un auto. Hasta ahí lo que se publicó en los medios “porque el Pacha es un amigo y no vamos a andar dando más vueltas con esto. Capaz que lo chocó y lo estaba llevando al veterinario”, se ironizó en aquel momento.

La verdad es que el hecho es menor si se lo compara con otras actitudes y actividades que -en la pelea por el poder gremial municipal- suelen atribuirle al Pacha.

Surgido de la juventud del vairettismo, Palacios siempre se destacó por su pragmatismo, siempre fue hombre de pasar rápidamente a los hechos. Conoció las mieles de la cercanía al poder en la gestión de Mario Moine y desde entonces construyó una estructura política que parece ya no necesitar de padrinos, aunque si uno repasa en los últimos años sus alianzas políticas encuentra nombres poderosos como el de Halle, el mismo Jorge Busti y el del ministro Adán Bahl, entre otros.

Empleado de la Caja de Jubilaciones de la Provincia, se lo supo ver incluso atendiendo en un oficina en esa dependencia, donde dicen que alternaba lo laboral con la gestiones políticas, como por ejemplo la gestión de subsidios.

Siempre en un cono de dudosa pertenencia -igual que Vásquez- Palacios acompañó al Frente Entrerriano Federal, y al intendente Halle en particular, en la elección de 2011.

Poco después anunció que quería disputar la conducción del intervenido Suoyem. Por eso explican que su rol en la protesta de estos días tiene que ver con esa intención y que solamente utiliza el sello de ATE. “Lo del Pacha dejó de ser una pyme política y ya no necesita tantos padrinos. Ahora quiere el sindicato”, explican sus allegados. Mejor no preguntar en qué rubros estaba inscripta esa pyme.

Al principio del mandato, la actual gestión municipal describió a Palacios como un rufián. Se decía que durante la gestión de Halle había a manejado no menos de 800 contratos con los que favorecía a sus allegados políticos, que la mayoría de los ellos no trabajaba pero a la hora de percibir el sueldo le dejaba una parte a su padrino. Lo mismo que se decía de Hugo Vásquez.

Palacios después entró en un cono de silencio y a mediados de 2012, cuando su esposa la concejala Alicia Portillo- que había sido electa en la boleta de Halle y Busti- llegó a un acuerdo con el oficialismo, hasta se lo mencionó como eventual funcionario. “Tenemos un hermoso recuerdo de la gestión del Turco (Halle) y un respeto y cariño por Jorge Busti, pero ya hemos cumplido una etapa”, explicó Alicia en ese momento.

Hoy parece que el rumbo del Pacha dio otro giro de volante, como los que suele dar en su Renault Koleos, pero sin salirse del camino principal, que es la búsqueda de la conducción del sindicato municipal.

Palacios aspira al mismo lugar que supo tener Vásquez, la conducción del gremio de los trabajadores municipales y la comodidad de una banca legislativa. Vásquez ya no conduce el sindicato, aunque sigue siendo el dirigente con más peso en la interna gremial. Y también está acusado -con un trámite judicial que retrasan sus fueros legislativos- por dañar la propiedad pública, la de todos los paranaenses.

A primera vista uno no parece ser muy distinto del otro. Ni Palacios, surgido del vairettismo y ayudado por tantos dirigentes del PJ; ni Vásquez, una creación inicial del varisquismo para desplazar del sindicato a Juan Carlos Berutti (aquel que cayera preso por raptar y violar en la sede sindical a una niña de 12 años) que luego se convirtió en diputado provincial por el justicialismo, electo en la boleta del PJ en 2007 y reelecto por el bustismo en 2011.

Ambos representan a un sector muy postergado, ambos juegan a la política desde el gremio, de ambos se dice que tienen una forma de vida muy holgada y, claro, ambos suelen tomar decisiones que afectan a miles de paranaenses.

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