Florencia Etcheves: "Todas somos heroínas imperfectas"

Florencia Etcheves:

La periodista y conductora acaba de lanzar "Cornelia", su tercera novela policial. Las zonas grises entre "buenos" y "malos", de la ficción a la vida real.

Por Diego Gualda

Florencia Etcheves no hace literatura. Hace entretenimiento. Un oficio muy noble, por cierto, que rompe con ese vicio de algunas letras vernáculas de aspirar a alturas borgianas, a la trascendencia, al Nobel.

"Lo más valioso que tenemos es el tiempo", explica Etcheves, "Y más valioso todavía es el tiempo libre, que habitualmente es poco. Que una persona elija invertir su tiempo libre en algo que escribiste, porque la pasa bien, porque se divierte, porque se conmovió, a mi me honra muchísimo. Muchos hablan de 'libros para la leer en la playa' de forma peyorativa. Yo digo ¡qué buenos los libros de playa!".

Acaba de publicar "Cornelia" (Planeta), su tercer libro, luego de "La virgen en tus ojos" (2012) y "La hija del campeón" (2014). Era de esperarse, un policial, donde su héroe Francisco Juánez deberá rescatar -o no- a la damisela en apuros de turno.

Criada en el periodismo policial de la mano de Enrique Sdrech, es conductora en la señal de cable TN y una persona muy activa en redes sociales. Fue, casi sin quererlo, una de las fundadoras del colectivo #NiUnaMenos y, aunque la idea, café de pormedio, es hablar sobre libros, acabar en algún momento abordando la cuestión de género es casi inevitable. Porque está ahí, siempre latente. Inclusive en sus historias.

Es tu tercer libro con el policía Francisco Juánez como protagonista: ¿completa una trilogía o es apenas el principio de una saga?

Cada vez que empiezo una historia de Juánez digo "este es el último". No sé si le pasará a todos los autores con sus personajes, pero llega un punto en que te fanatizás tanto con el personaje y pasás tanto tiempo pensando en él, que lo terminás odiando. Pero cuando termino de escribir, cuando mando el manuscrito a la editorial y me lo saco de encima, se me despierta como una cosa de cariño. Y, cuando la gente lo lee y te dice cosas lindas, querés volver. Con Juánez tenemos una relación medio histérica. Es como uno de esos amigos que por momentos no lo soportás más, pero sabés que lo extrañás.

¿Hay una continuidad entre las historias de tus novelas?

En realidad, están escritos con el criterio de una serie, más que de una saga. Las historias de los personajes principales siguen en su historia, en paralelo a historias que empiezan y terminan. Pero se puede leer cualquiera de los tres libros sin haber leído los otros dos, se los puede leer en cualquier orden sin que sea molesto; todas las historias son autocontenidas. Quizás no sea lo más marketinero, en un momento en que se usa mucho empezar a escribir una historia y que sean tres libros; que cuando uno termina querés saber cómo sigue la historia y esperás con ansiedad el próximo. Que los míos sean libros independientes es más cómodo para el lector, porque no salen tan a menudo.

¿Cómo es ser escritora de policiales y ser mujer?

¿Por qué debería ser distinto?

¿Prejuicio? El policial, salvo quizás por Ágata Christie, no es un género donde abunden las plumas femeninas...

Es cierto que, cuando empecé a hacer periodismo de policiales, no había muchas mujeres que salieran al aire. Sí detrás, escribiendo, produciendo. Pero no en cámara. Cuando empecé a hacer notas policiales, a todos les llamaba la atención que fuera una mujer. Pero la presencia femenina en la tele y en la radio ha crecido. Y a mi no se me ocurriría escribir otra cosa que no fueran novelas policiales. No sabría qué. No sabría cómo. No sabría qué historias contar. Debe haber miles, pero ninguna se me ocurre. No sé cómo escribir si no hay muertos de pormedio.

Todas tus historias incluyen algún escenario exótico. ¿Cómo lo reciben eso los lectores?

Una parte de mi primera novela transcurre en Montañita, en Ecuador. La imagen de la virgen de la que hablo existe de verdad, está en el Santuario de Olón, y los lectores que estaban de viaje me mandaban fotos del libro junto con la virgen. El segundo libro transcurre en Key West y, lo mismo, me mandaban las fotos. La última vez que volví, ya con el libro publicado, le saqué fotos a todos los lugares, las fui subiendo a Instagram y la gente se divertía mucho, participaban. No fue premeditado, pero se convirtió en una forma muy linda de conectar con el lector.

Sin embargo, la novela nueva transcurre en un pueblo de la Patagonia que no existe. ¿Por qué un lugar inventado?

Lo que pasa en ese pueblo podría suceder en cualquier pueblo de la Argentina, entonces no quería personalizar en uno en particular. Al inventar uno, nombraba a todos sin nombrar a ninguno.

Todos los grandes detectives de la ficción tienen algo que los caracteriza. ¿Qué caracteriza a Juánez? ¿Qué es lo que hace en forma recurrente?

Juánez en forma recurrente rescata mujeres, inclusive mujeres que no necesitan ser rescatadas. Es una figura más bien paternal. Siempre está metido con mujeres en problemas. Es Richard Gere yendo a buscar a Julia Roberts en el final de "Mujer bonita"... cuando ella en realidad no necesitaba ser rescatada, porque era una mujer que sabía rescatarse sola.

Muchos caballeros siguen yendo a rescatar a la princesa encerrada en la torre. El problema es que, hoy por hoy, muchas veces, cuando el caballero llega, la princesa ya mató al dragón y lo está cocinando.

Pero te abre la puerta encantada de la vida, te dice "¡qué bueno que viniste!, ¿me alcanzás la sal?". Y eso está bien. Me gusta que haya un hombre, como mi personaje, que sienta esta cosa de ir a rescatar a la mujer, pero en definitiva, muchas veces no necesitamos ser rescatadas.

¿No hay un riesgo de que las princesas se vuelvan tan independientes que los caballeros pierdan las ganas de salir a rescatarlas?

Puede ser, y no me parece mal.

¿No atentaría contra el romanticismo?

El romanticismo es una cosa, el rescate es otra.

¿El rescate no es un hecho romántico?

En la literatura. En la vida real, nadie pide tanto.

¿Pero por qué este vicio masculino de salir a rescatar?

Por presión. Al hombre se lo cría para que sea el macho, el proveedor, el ganador, el que se levanta a todas las minitas, el exitoso, el que gana mucha plata, el que tiene que ser buenmozo, tiene que ser esto, tiene que ser lo otro... y, cuando alguna de esas cosas no sucede -es inevitable- terminás frustrado. Algunos hombres terminan en terapia. Otros terminan matando por la frustración. No me gusta generalizar, por Dios, son una minoría. Pero cuando a un tipo le meten en la cabeza que tiene que ser exitoso con las mujeres, cuando una mujer le dice que no, no saber manejar la frustración puede determinar el destino de esa mujer. O de la próxima. Se sigue criando a los varones con el perfil de masculinidad de tango, de que "un hombre macho no debe llorar". Y no. Deberíamos criar a los varones sin presiones; sin que sientan la obligación de que tienen que salir a rescatar.

Más allá de Juánez, este policía rescatador, tus novelas tienen personajes femeninos muy particulares...

Son todas muy fuertes, son todas sobrevivientes, todas un poco peligrosas. Me gusta escribir heroínas imperfectas.

¿Por qué?

Porque me parece que, en algún punto, todas somos un poco eso. Todas las mujeres, en todos nuestros ámbitos -en el trabajo, en la familia, con los amigos- tenemos nuestros momentos heroicos. Todos tenemos una historia en la que fuimos el héroe, pero no tenemos la capa guardada en la cartera. Por eso es que me gusta que los "buenos" sean imperfectos, que se equivoquen, que tengan su cuota de ironía. No creo en la cosa maniquea de "buenos" y "malos". Todas somos heroínas imperfectas.

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