Filipinas: se extienden los saqueos y el éxodo en las zonas afectadas

Filipinas: se extienden los saqueos y el éxodo en las zonas afectadas
Ocho personas murieron en el asalto a un depósito de arroz en una de las ciudades arrasadas por el tifón; miles tratan de abandonar en avión la región devastada
Desesperados y furiosos por la lentitud con la que se distribuye la ayuda humanitaria, miles de sobrevivientes del tifón Haiyan intentaban ayer huir en avión de Tacloban y otras poblaciones afectadas por la tormenta huracanada que arrasó la región central de Filipinas hace seis días.

A la escasez de víveres y medicinas se une el caos en el que se sumió la provincia central de Leyte, donde rige la ley de la selva y los saqueos son moneda corriente.

Según informaron las autoridades locales, ocho personas murieron cuando se vino abajo un depósito de arroz asaltado por una turba en la ciudad de Alangalang, próxima a Tacloban. Los saqueadores se llevaron más de 100.000 sacos de 50 kilos de arroz, informó la Autoridad Nacional de la Alimentación.

Ante la incapacidad de las autoridades para proporcionar agua, comida, medicamentos y refugio, grupos armados saquearon también algunos de los edificios de Tacloban que todavía quedan en pie, a pesar del toque de queda impuesto por las autoridades.

Debido al caos que reina en Tacloban, una ciudad de unos 220.000 habitantes, las autoridades se vieron obligadas a aplazar un entierro colectivo. "Terminamos de cavar el emplazamiento para el entierro colectivo, pero luego se registraron varios disparos y nos detuvimos. La policía pidió al convoy que diera media vuelta", explicó el alcalde de la ciudad, Aflred Romuáldez.

En Tacloban, donde el aeropuerto quedó semidestruido, pero opera de manera parcial desde hace unos días, cientos de personas se agolpan cada día para tratar de salir de la ciudad.

Agotados, traumatizados y hambrientos, algunos vecinos provocaron ayer una avalancha cuando intentaron abordar los aviones militares que transportan ayuda humanitaria.

"Vamos a morir de hambre; llevamos tres días acá, pero no conseguimos tomar un avión", dijo Angeline, madre de una niña de siete años que se desmayó entre la multitud.

"Los vuelos que despegan y aterrizan en Tacloban todavía son muy limitados y los transbordadores están abarrotados", admitió Patrick Fuller, vocero de la Cruz Roja Internacional en la región Asia-Pacífico.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió sobre los riesgos de enfermedad, especialmente sobre las relacionadas con el agua.

El supertifón Haiyan, uno de los más potentes en la historia de Filipinas, devastó la zona central del país asiático el viernes pasado, con vientos de más de 300 kilómetros, y dejó un saldo de 2275 muertos, según el último recuento oficial del gobierno de Benigno Aquino.

Sin embargo, las estimaciones de las Naciones Unidas elevan a 10.000 la cifra de muertos. La ONU no quiso entrar en la polémica de cifras. "Nos concentramos en los vivos, no en los muertos", señaló la jefa de operaciones humanitarias del organismo, Valerie Amos.

Diez millones de personas se vieron afectadas por el huracán (el 10% de la población del país) y más de 600.000 perdieron sus casas.

El secretario del gabinete gubernamental, Rene Almendras, reconoció que las autoridades están desbordadas por el número de muertos. "La razón por la que dejamos de recoger cadáveres es porque nos quedamos sin sudarios", señaló.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cerca de tres millones de personas perdieron temporal o definitivamente sus medios de subsistencia.

Aunque la ayuda humanitaria comenzó a llegar a la zona central de Filipinas, la lentitud en la distribución y la magnitud de la catástrofe hacen que todavía la mayoría de la población afectada no se pueda beneficiar de esa asistencia.

Las fuerzas armadas norteamericanas seguían enviando ayer ayuda suplementaria de emergencia a los afectados por el tifón en una docena de aviones y helicópteros, informó el Pentágono.

Cuatro aeronaves MV-22 Osprey dejaron ayer su base de Okinawa, en Japón, en dirección a las zonas afectadas del archipiélago filipino. Mitad avión, mitad helicóptero, el MV-22 está dotado de una importante capacidad de carga y puede recorrer distancias cuatro veces más largas que los helicópteros convencionales y a más velocidad. Como refuerzo, Washington envió ocho aviones de carga MC-130 -una variante del Hércules-. Estados Unidos anunció que ya entregó cerca de 60 toneladas de ayuda humanitaria a Filipinas. En la operación militar, el Pentágono destinó diez millones de dólares.

Para agilizar las tareas de ayuda, Washington envió también el portaaviones George Washington, equipado con 15 helicópteros y decenas de aviones, y dotado con un sistema de potabilización de agua. En la nave, escoltada por dos cruceros y un destructor, viajan más de 7000 marines.

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