Falta un Mascherano para la política

Por Ricardo Roa

El fútbol no es política pero nunca falta el que quiere colar la política en las canchas. Una de las formas, de tan visible a veces se hace invisible: es cuando se lo convierte en Patria.

Se suele entrar a esta trampa con mucha ingenuidad. Esa ingenuidad está en las tribunas, no en los despachos. El dramatismo nacionalista se vuelve frenético cuando confrontan selecciones, como en la Copa América.

Entre paréntesis: en cuanto al fútbol, llegan a la final los dos equipos que mejor jugaron. Chile y la Argentina tuvieron siempre la actitud de asumir el protagonismo y de proponer el partido sin mezquindades.

 

Mascherano también tiene todo el juego en la cabeza. Más que eso: lo tiene en el corazón.

Salieron a buscar su destino, no a esperar la eventual equivocación del rival. Chile con un estilo más vertical y vertiginoso, que recuerda el paso de Marcelo Bielsa por esa selección. Argentina a partir de una abrumadora superioridad en la posesión como método de llegar al gol.

Llegan los dos que mejor jugaron y los que más goles hicieron. Y los más urgidos, los más exigidos por su público a ganarla o ganarla.

Aunque parezca perseguido por una maldición que le permite hacer goles de toda clase en cualquier cancha menos en esta Copa, Messi es la gran diferencia. Tiene todo el juego en la cabeza, sabe lo que pasa donde no puede ver, su control de pelota a velocidad no es accesible a los humanos. Resuelve por sí y hace jugar a los demás.

Pero no es la única perla distintiva: Mascherano también tiene todo el juego en la cabeza. Más que eso: lo tiene en el corazón. Es sabio para leer el partido y está en todos lados. Quita acá, corta allá, se juega el cuero ante el mejor y al más guapo de los rivales. Atrae la pelota y se la da a Messi.

Asume con humildad la tarea más oscura y cede con generosidad el brillo a los otros. Y tiene la sensatez de pedir que la Copa se defina como un juego y no como una guerra entre naciones: "No hay que mezclar el deporte con la política...Si nosotros bajamos un mensaje de violencia, vamos mal. Esto es deporte". Lo dijo después del 6-1 y de haber soportado la chiflatina desde las tribunas a nuestro himno.

Dice sin decirlo que seamos realistas, que es mejor que actuar de víctimas y mucho mejor que sobreactuar de víctimas. Una parte de esa sobreactuación refiere a la mentada ayuda a los ingleses en la Guerra de Malvinas.

 

Sin querer, Mascherano da clases de política. Separa al fútbol de la política y a la política del patrioterismo

Muchos líderes deberían tomar clase de liderazgo con Mascherano: "Hay que darle un ejemplo a los más chicos, para que no crezcan con un nivel de violencia. Somos países hermanos y tenemos que respetarnos como tales".

Juguemos al fútbol y disfrutémoslo. Es lo que nos dicen para aquí y para allá.

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