Por falta de un centro que interne adictas, Angie debió dejar a sus hijos e irse lejos a rehabilitar

Por falta de un centro que interne adictas, Angie debió dejar a sus hijos e irse lejos a rehabilitar

Cada vez más mujeres consumen drogas. “Es una situación de emergencia”, según el director del único hospital que atiende a las jóvenes intoxicadas. Llegan en estado de gravedad. Sufren violencia, se prostituyen, quedan embarazadas y solas a cargo de sus hijos. En 2015, 850 pidieron ayuda. No hay lugar dónde internarlas. La historia de una joven que tuvo que viajar a Buenos Aires.

Angie no puede hablar. Está tiritando, aunque es verano. Los ojos se le van de viaje. Ya no puede manejar su cuerpo. Ha perdido el control.

Angie es flaca, de mediana estatura. Le gusta usar calzas ajustadas. Tiene 24 años. Pero pasó casi la mitad en la calle. No importaba si llovía o el frío era insoportable.

Angie tiene tres hijos. El primero nació cuando ella tenía 17 años. La más pequeña es una bebé que está aprendiendo a caminar.

Angie es viuda. Su pareja, el padre de sus hijos, se suicidó el 25 de mayo del año pasado.

Angie no daba más. Su cuerpo, su mente y su alma pedían ayuda a gritos. Y ella no se daba cuenta. Sus padres comenzaron hace más de dos años a buscar que alguien la atendiera. Peregrinaron por reparticiones públicas, por centros de salud y por Tribunales. Estuvo internada más una vez en el hospital del Carmen (único centro que atiende la intoxicación de mujeres). Pero ella salía por “voluntad propia” y volvía a la calle. Y volvía a la droga.

En el último mes la familia de Angie vivió momentos dramáticos. “Ella ya no sentía nada por nosotros ni por sus hijos, que quedaron a cargo de los abuelos. Le robó todo a mi mamá para comprar drogas. Se desaparecía varios días y llegaba toda herida a casa”, describe la hermana mayor de Angie.

Los padres -que están separados hace varios años- siguieron golpeando puertas. Llegaron hasta la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar). Allí los derivaron a la Fundación “Yo Puedo”, una ONG que funciona en Yerba Buena y que atiende casos leves de adicciones.

La directora de la organización, María Marta Pastoriza Ferro, sabía que no iba a poder atender un caso tan complejo como el de Angie dentro de la Fundación. Pero sintió que tenía que ayudarla, como sea. “Con Angie nos pasó lo mismo que nos pasa cada vez que llega un caso extremo de una joven que consume drogas: no hay dónde internarla. Tucumán no tiene lugares para ayudar a las mujeres adictas graves”, comentó María Marta.

“Y tuvimos una gran suerte con este caso: llamamos a Buenos Aires, al centro de asistencia Minnesota, pedimos lugar y de ahí conseguimos que la obra social de los padres de Angie (el Subsidio de Salud) le cubriera el tratamiento. ¡Y le cubrió el 100!”, festeja Pastoriza Ferro, que es operadora terapéutica. Ella misma se encargó de acompañar a la joven en colectivo hasta Buenos Aires. “Agarrarla” no fue fácil, confiesa. “Parecía una nenita. Estaba totalmente consumida. Encima, teníamos que viajar el sábado y el viernes desapareció. Llegó sola a la Terminal de Ómnibus; era evidente que había consumido. Sólo dijo “gracias”, se subió y se durmió profundamente”, describió.

En la Fundación “Yo Puedo” la mitad de los pacientes son mujeres. Y no todas tienen la “suerte” de Angie. “Sin obra social es casi imposible conseguirle internación a las chicas que lo necesitan”, resume María Marta.

El caso refleja una realidad de la que pocos hablan, una realidad que está ahí, que la ven las madres en los barrios, los médicos y los especialistas en adicciones. Cada vez hay más mujeres adictas a las drogas. Son jóvenes, quedan embarazadas siendo muy chicas, se prostituyen o salen a robar para poder drogarse. Sus historias están cargadas de dolor y violencia. Esta situación obligó a las autoridades a abrir, hace dos años, un servicio especial en el hospital del Carmen, para atenderlas.

Sin embargo, este nosocomio es un psiquiátrico, no un centro específico para el tratamiento de adicciones. En general, las jóvenes llegan con cuadros graves de intoxicación. Las internan, las desintoxican y a los pocos días les indican tratamientos ambulatorios. En el hospital hay psicólogos y trabajadores sociales. También tienen talleres y otros servicios para ayudar a las adolescentes a recuperarse.

Dennis Ríos Obando, jefe del servicio de asistencia a las adicciones del nosocomio, reconoce que mes a mes aumenta la demanda de mujeres adictas que necesitan asistencia. Llegan desde los 11 años.

“Para los casos urgentes, tenemos una sala con seis camas y siempre está llena. Vemos mucho abandono en las chicas que llegan acá. Están en situación de calle, muchas presentan embarazos avanzados o enfermedades de transmisión sexual. Es una verdadera emergencia”, sostiene el médico.

En general, las mujeres que llegan al hospital lo hacen judicializadas porque según la ley de salud mental no pueden internarse sin su consentimiento. “Tenemos varios casos graves, pero aquí las jóvenes no tienen más opción que seguir un tratamiento ambulatorio. No hay ningún lugar público para internarlas en Tucumán. Hace tiempo que vengo pidiendo que se abra un espacio para ellas. Hay pacientes que necesitan sí o sí un tratamiento largo, dentro de una comunidad terapéutica”, considera el especialista.

En medio de toda esta problemática están los bebés. Según Ríos Obando, desde el hospital trabajan en forma articulada con la Maternidad y la Sala Cuna, adonde suelen permanecer muchos pequeños hasta que sus mamás se recuperan. Por lo general, cuenta el médico, las progenitoras expresan que quieren quedarse con sus hijos, pero a veces la situación que presentan es tan extrema o no tienen para mantenerlos, entonces la Justicia decide que no pueden hacerse cargo.

Un caso es el de Julia, una joven que, aunque ya se recuperó de sus adicciones, no pudo quedarse con su bebé. O el caso de Angie, cuyos hijos están por ahora repartidos, al cuidado de sus abuelos. Ella quiere recuperarlos; le gustaría darles una mejor vida. Y está también el caso de Melisa, embarazada de seis meses. Aún no consigue dónde internarse y no sabe qué pasará con su pequeño: si nacerá sano, si lo podrá criar. Sus futuros, al igual que los futuros de muchas mujeres adictas y de sus hijos, son por ahora un gran interrogante.

Siete barrios arman un petitorio

Familiares y amigos de jóvenes adictos que residen en los barrios Costanera Norte, Antena, “El Sifón”, 130 Viviendas, Alejandro Heredia, Los Vázquez y El Colmenar conformaron la “Hermandad de los Barrios contra las Adicciones”. Ellos se juntarán el próximo miércoles a las 17 en la Casa Parroquial de La Costanera para alistar un petitorio que le acercarán al Gobierno. Solicitan más equipos de trabajo que hagan prevención en los barrios, centros de internación estatales para mujeres, guardias de salud mental en todos los centros de salud y la ampliación de cupos en Las Moritas.

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