“Lo estoy viviendo con mucha alegría”

“Lo estoy viviendo con mucha alegría”

“La peor de las verdades es mejor que la más dulce de las mentiras”, dijo el nieto de Estela Carlotto al reiterar su pedido para que quienes duden sobre su identidad se acerquen a las Abuelas. Contó cómo recibieron la noticia en Olavarría.

“Un simple músico que se está reencontrando con su familia.” Así se considera Ignacio Guido Montoya Carlotto, que, con sus declaraciones de ayer, trazó algunas líneas sobre cómo era su vida antes y cómo es ahora, después de haber recuperado su identidad y saber que es el nieto de la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto. En Olavarría, dice que el saludo es más “efusivo” y recibe “muchas muestras de afecto”. “La mitad de la ciudad está muy conmovida y al resto no le importa la noticia”, señaló. También reiteró su pedido para que todos quienes tengan dudas se hagan los estudios de ADN: “La peor de las verdades es mejor que la más dulce de las mentiras”.

“Para hacer cualquier mandado, por mínimo que sea, tengo que salir un rato antes”, contó Ignacio Guido ayer por la mañana, entrevistado por el periodista Víctor Hugo Morales. Sabe que si sale a la calle en Loma Negra, cerca de Olavarría donde se mudó a los 14 años, va a estar saludando gente y charlando durante un buen rato. Las personas, dijo, le cuentan lo que les pasaba cuando se enteraron de la noticia de que habían encontrado al nieto de Estela de Carlo-tto y que el joven era de ese pueblo. “Lo estoy viviendo con mucha alegría”, afirmó.

También sabe que debe haber personas a las que la noticia no las conmueve. “Son los que pasan quizá sin saludar y no dicen nada”, consideró. “Es una característica de la ciudad que lentamente va cambiando. Si trabajamos vamos a lograr una ciudad que tenga aún más conciencia social de la que tiene”, añadió.

Pese a eso, nota que una parte de la población de la ciudad está emocionada por la noticia. “Me lo hacen saber a mí, pero están emocionados por la noticia de Estela, que es la Abuela insignia de todos y dio al final con su nieto”, explicó.

Un acontecimiento así sacudió el ritmo de Olavarría. “Esto ha movido la ciudad hasta los cimientos y eso no se puede negar. Ha salido al común de la gente un montón de información que estaba negada o no la querían ver. De pronto, el hecho de que la población pueda ver que uno de los casos más representativos de hijos de desaparecidos se encuentre justo frente a sus narices también los hace pensar un poco”, aseguró.

Ahora, Olavarría es el foco para la investigación sobre el modo en el que Ignacio llegó a esa localidad y fue entregado a las personas que lo criaron. La investigación, explicó Ignacio, empieza a ir hacia atrás y a ver conexiones con familias y apellidos de personas que, en algunos casos, ya han fallecido. Pero sirven para darse cuenta, señaló, de “cómo funcionaron las cosas” en Olavarría y “en todos lados” durante la dictadura. “Este penoso proceso no fue solamente militar, sino que fue cívico, con un gran apoyo en algunos casos”, remarcó.

Respecto del médico que firmó su partida de nacimiento, Ignacio aseguró que no tuvo contacto con él ni lo conoció. Tampoco se puso a pensar, dijo, si alguien de los que se cruza en el barrio supo toda la verdadera historia en estos 36 años. Evita hacerlo, casi como “un ejercicio de supervivencia”, explicó. “Pienso que es algo que está bien así, y quien lo haya callado quizá lo habrá callado por alguna razón. Yo no lo voy a cuestionar”, subrayó.

En su reflexión sobre el presente y el pasado de Olavarría, el silencio aparece como un fantasma recurrente. “En estos casos pesan, a veces, secretos y complicidades o pactos” muy fuertes, consideró. “Siempre está el silencio como principal inconveniente”, indicó, no sólo por su historia, sino también por la de otras personas que, como a él le pasó, dudan de su verdadera identidad y tienen preguntas que no encuentran respuestas porque los padres no saben, si lo hacen no dan toda la información o hablan muy tarde. “Es un enemigo muy grande que se tiene. Este caso sirvió para romper con eso y ejercitar la curiosidad, que me parece un ejercicio más que saludable”, agregó.

“Tengo por mis padres y por la gente que he querido siempre un enorme afecto y sé que han actuado con la mejor de la buena fe. Detrás de eso habrá una cadena de cuestiones que habrá que dilucidar”, aseguró. La historia completa de su vida se reconstruyó en pocos días para él. También para las familias Montoya y Carlotto, que lo buscaban.

“El mensaje que me gustaría dar es que, a pesar de todo, los lazos afectivos no se rompen, el amor con los que te criaron no se rompe. Cada uno tendrá que responder ante las decisiones que oportunamente tomó y se verá el camino de la justicia. Pero los afectos como materia prima de uno no se pueden modificar”, sostuvo.

Desde un principio se mantuvo firme en que su nombre era Ignacio, pese a que todos comenzaron a referirse a él por el nombre que Laura Carlotto le había dado, Guido. Ahora, el nieto de Estela está presto a comenzar con los trámites y agregar ese nombre definitivamente.

Ignacio consideró también que su futuro no será fácil y que hay ahora dos papeles a los que atender. Uno se refiere a la instancia privada, la de conocer a los Montoya y los Carlotto, lo que calificó como “una experiencia hermosa”. Para él, es “retomar un proceso que estuvo interrumpido por treinta y pico de años”, pero que lo hace “con una naturalidad asombrosa”. El otro punto será la imagen del propio Ignacio, al que le tocó de un día para el otro quedar en el foco de todos los medios pero que, a pesar de todo, es un músico que finalmente se reencuentra con su familia.

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