“Esta es una sociedad light, sin líderes”

“Esta es una sociedad light, sin líderes”

A Gustavo Guersman le preocupa el futuro, pero su naturaleza optimista le permite imaginar un Tucumán distinto, con ciudadanos comprometidos

¿Dónde está la Novena Sinfonía de Beethoven?, pregunta Gustavo Guersman. “Está en todos lados, en todo el mundo”, se responde, tan maravillado como la primera vez que la escuchó. Es el espíritu de la música. “Es mágico”, agrega. La música excede al oído, porque hasta eriza la piel. Guersman considera las notas sabiamente combinadas en una partitura como un fenómeno sublime y multisensorial. Entonces mira sin mirar al interlocutor, sonríe -sonríe mucho-, busca las palabras justas y explica que gente como Beethoven ha derrotado a la muerte con su legado. 

Estamos en el restaurante del Hotel Sheraton y en la charla semanal con sal y pimienta hacen su presentación algunas piezas de sushi. Guersman las acompaña con agua mineral. Jamás perderá la elegancia. Caramba, es un director de orquesta moderno, casi un hombre de la Ilustración en un ambiente que solía ser propenso a los excesos tiránicos de un Toscanini. Ahora los modos son diferentes.

“Les Luthiers dice que el director es alguien que se mueve al compás de la música. Claro, es todo lo contrario”, apunta Guersman. ¿Y cómo se hace para que un colectivo de músicos, por lo general muy talentosos, queden prendados de la idea del conductor? “Es un desafío que pasa por el convencimiento. Si los obligás no sirve, el sistema despótico no funciona -sostiene Guersman-. Es fundamental demostrarles tu conocimiento de la música, por qué elegiste determinada partitura y qué querés hacer con ella. Dicen que hay tantas obras como directores que las interpretan. Y es así”.

- Estás parado frente a los músicos. ¿Qué les pedís?

- Que entreguen la vida... Debe ser fuerte el compromiso, incluso hasta sentir que están más cerca de la muerte cada vez que interpretan una obra. Si no lo hacés así no te dediqués a esto. Es una satisfacción enorme notar que hay un compromiso de la orquesta a flor de piel.

De lo que está hablando Guersman, sin decirlo, es de liderazgo. La metáfora de la vida y la muerte se ajusta a la visceralidad de la música. Esa noche conducirá a la Orquesta Juvenil de la UNT en el auditorio del Virla. Tocan tres movimientos de Tchaikovsky y una de las violinistas se ríe, casi a carcajadas, sacándoles el jugo a los compases. Esa una imagen bellísima, potente. Un ojo en el arco y las cuerdas, otro en la batuta del... líder.

“La anomia es terrible -apunta Guersman-. Esta es una sociedad light, en la que el compromiso ha dejado de tener valor en todo sentido. Y una de las razones es que carecemos de líderes. Se confunde mandato con liderazgo, que es algo distinto. Siento que todo pasa y nada vale”.

- ¿Y entonces?

- La nueva generación tiene todo a su alcance. Los jóvenes viven de una manera relajada. No digo que sea mejor ni peor, es distinto. Lo que me pregunto es ¿cómo será la sociedad que viene? ¿Qué va a pasar cuando no haya líderes? Voy más allá: ¿podrá existir un orden social?

Dice Guersman que a sus hijos (24, 18 y 16 años) la música los rodea desde que nacieron. El más grande toca el violín, como su papá, y pasó por la Orquesta Juvenil. “Coqueteó con todo eso y ha tomado sus decisiones”, resume. En algún lugar de la expresión se adivina algún recuerdo. La pregunta sacó un pedacito del Guersman niño, lejos de sus impecables 54 años de hoy. Aquel Guersman de la Yerba Buena de calles de tierra y naranjos por todas partes. Su padre vendía repuestos para autos mientras en el combinado se escuchaba jazz. El empujón materno lo acercó a la vieja Escuela de Música de la UNT. Y cuando le prestaron el primer violín el 90% del trabajo estaba hecho.

“Uno se cansa de pensar que siempre, pero siempre, hay que subrayar que nada es más importante que la educación”, rezonga. Pero sí, hay que repetirlo, porque las perogrulladas se terminaron por culpa de lo light (la cultura líquida que tanto le duele a Zygmunt Bauman).

Guersman se pasó la vida aprendiendo. Educándose, mejor dicho. Se acuerda del maestro Jacobo Karbiner, que fumaba en pipa e impregnaba el aula de olor a tabaco. De su formación en la Camerata Bariloche, en nuestra Sinfónica, en el exterior. Becas y viajes que se pagaba del bolsillo (como ir y volver en el día a Buenos Aires para tomar clases). Y mientras gozaba con sus favoritas tres B (Beethoven, Brahms, Bach, flor de delantera) se recibía de bioquímico. ¿Cómo no machacar con la educación?

“Necesitamos potenciar la creatividad, la inspiración, pero eso no se logra sin disciplina -advierte Guersman-. Un problema grave es que los maestros han perdido su lugar. Además, la familia es clave en la educación de un joven y eso no se considera. Claro, es más fácil depositar la responsabilidad en el otro. En ese sentido hemos fallado”.

Guersman es un hijo de la UNT, institución a la que quiere tanto que, pase lo que pase -y ha pasado mucho- no renuncia. No se perdonaría dejar a la Orquesta Juvenil. Dice que en cada ensayo fluye una energía maravillosa, que es un trabajo tan disfrutable que hasta resulta paradójico considerarlo como una obligación, una tarea. No, es una fiesta interior. ¿Y el resto de la UNT? “Mirá, la Universidad forma parte de una sociedad y no es ajena a lo que en esa sociedad sucede. De lo que estoy convencido es de que tiene que ser un faro. Hay que ponerse a trabajar para conseguirlo”.

La tucumanidad de Guersman se traduce en el arraigo. Podría ser un ciudadano del mundo -de hecho no se priva de viajar-, pero aquí está todo lo que ama. Y también todo lo que le provoca dolores de cabeza, por cierto. Son las reglas del juego.

- De Tucumán me quedo con la identidad, ciertos perfumes, ciertas comidas, la naturaleza. Es un caldo de cultivo para hacer cosas increíbles. Pero, ¿sabés lo que pasa? En algún momento empezó a valorarse más la cantidad que la calidad. Nos hace falta calidad. Podemos ser y no terminamos de ser. Eso es frustrante: pensar que, potencialmente, podríamos ser maravillosos.

- ¿Cuál es tu sueño para el Bicentenario?

- Para empezar, que se organice una mesa de trabajo para coordinar acciones. Que nos sentemos a debatir sin miedo. Y de allí que surja un Tucumán con una planificación en todas las áreas. Que la sociedad empiece a caminar hacia algún lugar.

- A fin de cuentas, Guersman es un optimista...

- ¿Si? Puede ser... Optimista, pero no conformista.

- Una cosa no quita la otra.

Hay un flan con dulce de leche en la mesa. Hay confesiones de un eclecticismo musical que va del rock, el tango y la canción francesa al folclore de Popi Quintero y Luna Monti. Hay un Guersman que sigue pasándose noches sin dormir por culpa de alguna partitura... digamos mágica. La Novena de Beethoven por ejemplo, que como dice Guersman, nos conduce hacia una utopía necesaria.

Comentá la nota