El espacio como poesía

El espacio como poesía

Escultura. Anish Kapoor deslumbra con su manejo de la forma, el volumen y la escala en su exposición en el Museo Universitario Arte Contemporáneo de México. Aquí, la mirada de una crítica argentina.

POR PILAR ALTILIO

Considerada la primera gran muestra individual del artista en Latinoamérica, Anish Kapoor. Arqueología: Biología, un conjunto de 22 piezas que abarcan diferentes épocas sin seguir una línea cronológica, viene logrando récords de visitantes en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (Muac) de la Ciudad de México: 1.500 los días de semana y casi 8.000 los sábados y domingos.

En las espaciosas salas del museo, la exposición se divide en cuatro ejes temáticos y en cierto modo temporales, desde las primeras piezas por las que se hizo muy conocido, cubiertas por la potencia del color/pigmento de su Bombay natal, hasta las que dan título a la muestra con obras más recientes y con oquedades muy sugerentes. El éxito de la exposición puede explicarse en la relación que se establece con el público, claramente visible en dos conductas. Una es la exteriorización del juego. Niños, adolescentes y adultos de todas las edades no pueden evitar jugar porque la refracción, la distorsión y una cualidad de superficie fascinante los lleva a interpretar poses o tomarse selfies, sobre todo junto a las piezas de acero inoxidable que ocupan las primeras salas bajo el lema Formas autogeneradas . La otra, también verificable en los visitantes de todas las edades, es el impacto interior producido por las obras. Percibir las potencialidades de un color rojo violento o de un azul tan opaco, tan profundos ambos, invita a la introspección y al silencio. Pasa sobre todo frente a la pieza “At the Edge of the World” (Al borde del mundo), de 1998, que ocupa una sala completa flotando sobre las cabezas a 2,4 metros del suelo. Es en esta obra y en “Void” (Vacío), del mismo año, donde el rojo es reemplazado por el azul y el negro, que puede entenderse claramente lo que Homi Bhabha, amigo y coetáneo de Kapoor, le dice en una conversación que se reproduce en el catálogo: “Una vez que te fijas en esos colores durante un tiempo, rompes los límites de los espacios que los contienen, transformándose en algo más”. Ese algo más es un deseo de percibir esa imposibilidad de un límite interno que el rojo o el azul del pigmento hace posible al cubrir una superficie cóncava, una especie de útero que nos lleva a subjetividades varias.

La curadora Catherine Lampert, enuncia en su texto algo de esto cuando sostiene que esta es “una propuesta sobre el espacio tratado como una idea poética”. ¿Puede un escultor contemporáneo recrear una experiencia filosófica poniendo frente a nosotros una obra de arte y abrirla a una amplia serie de significados? La respuesta es sí. El mismo Anish, en una de las pocas entrevistass que concedió durante su laboriosa estadía en México, sostuvo que “nunca puedes hacer una obra para alguien más, las hago para mí mismo y la idea general es que si funciona para mí, funcionará para ti.” Esa mirada dirigida a cuestiones que toman las experiencias más primarias, vuelve una y otra vez a interpelarnos. La pieza “When I Am Pregnant” (Cuando estoy gestando, 1992), que resulta invisible si estamos exactamente frente a ella, es un vientre gestando por analogía pero es una forma sutil, potente y de una belleza atrapante que un poco más tarde de las primeras impresiones nos lleva a preguntarnos cómo está montada. Esa energía puesta en hacer invisible el trabajo previo puede ser una pregunta que tengamos que hacerle al que nos guía en las salas. Hay un gran trabajo en el montaje y un esfuerzo en hacer que lo único que percibamos sea la obra, bañada muy sutilmente por la luz cenital del MUAC y la necesaria iluminación que hace posible que sea todo tan mágico.

La muestra requirió un gran esfuerzo de parte de los organizadores y todos los involucrados. Las obras viajaron desde el Reino Unido en tres buques, veinte contenedores con un peso total de 5, 6 toneladas, distribuidas ahora en 2.000 metros cuadrados de cuatro salas. Para el montaje, el artista y casi 30 ayudantes trabajaron durante semanas. El resultado es una magnífica relación de empalme entre el espacio de las enormes salas del museo y una serie de obras que recrean una particular poética del espacio tanto para el volumen como para el vacío, sin desdeñar el color y los materiales que juegan en cada pieza un papel clave.

En el catálogo –puede leerse en http://muac.unam.mx/, con posibilidad de hacer hasta una incursión en 3D muy recomendable– hay una serie de reflexiones de distintos teóricos. Una imperdible es la de Lee Ufan, artista coreano de fina sensibilidad, describiendo la compleja relación entre visualidad y sonoridad que produce la obra de Anish. Según Ufan, el mundo del arte contemporáneo está lleno de palabras y conocimientos que “vociferan”, mientras que estas piezas silenciosas y sin palabras –a menos que leamos en la cartilla el título– emiten vibrantes ondas de sonido que es como “escuchar la ausencia del ruido” que nos conduce a una introspección. Esto es muy claro en la pieza de enormes dimensiones, aunque no es de las mayores que el artista ha producido. Se trata de “My Red Homeland” (Mi patria roja), de 2003. Una gran pieza de acero cuadrada gira imperceptiblemente sobre un enorme disco fluidificado por una cera roja que va generando su propio proceso acumulativo a medida que funciona. Es absolutamente silenciosa e invita a recorrerla porque la cera toma extrañas y variadas formas, pero también porque no percibimos su movimiento hasta minutos después de entrar en la sala. Ese indicio nos pone tan meditativos como la oquedad de “Arqueología: Biología” (2007) donde parece que existe un rastro del sonido que provocó esa grieta en la pared, un viaje en el tiempo mientras interpretamos las formas que hacen posible lo que Lee Ufan enuncia como “esa forma primigenia de mirar que libera a nuestro sentido de la vista de sus ataduras lingüísticas”.

Se percibe un gran trabajo en todo pero hay que prestar atención al proceso creativo porque aporta mucho teniendo en cuenta que este artista trabaja con superficies opacas tanto como reflectantes, con la transparencia de un bloque de acrílico, como con mármoles, tierra, hormigón y resinas coloreadas. Muchas veces surge una imagen en su mente pero él mismo narra que en el largo proceso que conlleva la escultura, pueden ocurrir muchos contratiempos o errores azarosos que dan otros resultados. Por esto parte de su trabajo es llevar adelante varias piezas al mismo tiempo y cuando aparecen estos temas incluso dejarlas hasta por seis meses para decantar por dónde ir en busca de su finalización. Algunas obras como “Ga Gu Ma” (2011-2012), que forman densidades acumuladas como detritus y están hechas con concreto que se deja caer desde una manga como de repostería, podrían confirmar esa situación experimental que conduce a una solución. En otras el juego parece estar bien ordenado para ir en busca de un resultado.

“En el arte –explica Anish Kapoor en una conversación sostenida con Julia Kristeva– la narrativa surge del proceso. El objeto no tiene necesidad de decir nada”. Y agrega el artista con singular agudeza que “quizá sea posible para el arte rozar este estado de materia ambigua que es presimbólica, que es antes del objeto, que es simplemente condición, estado, contenido de alguna manera de lo preformado (…) Es un objeto interior. Conocido y desconocido”.

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