Escuelas rurales padecen las fumigaciones

Escuelas rurales padecen las fumigaciones
Un colectivo de docentes de pequeños pueblos del interior denuncia que no se respeta la ley provincial que fija una distancia mínima para aplicar agroquímicos. Vincula esta práctica con problemas de salud. Diferentes realidades provinciales.

Colonia Caroya, Río Tercero, Río Cuarto, Villa María, Santa Rosa de Calamuchita, Villa Dolores. Un grupo de maestros del colectivo Docentes de Escuelas Fumigadas viene denunciando la falta de controles en Córdoba cuando se aplican productos químicos en cercanía de escuelas rurales (Infografía).

El problema no afecta a todos los establecimientos, pero sí a muchos de los ubicados en zonas de intensa actividad agrícola, con campos cultivados a metros de las aulas. El grupo de docentes plantea que, en ciertos casos, no se respetan las distancias mínimas, ni la obligación de dar aviso, ni la comunicación sobre productos y clase tóxica que se aplica, según fija que fija la ley provincial 9.164. Y relacionan esa falta de controles a la aparición de enfermedades entre pobladores rurales.

La norma prohíbe la fumigación aérea de agroquímicos más peligrosos (Clases Ia, Ib y II) en un radio de 1.500 metros del límite de áreas urbanas. La restricción es de 500 metros para los productos menos riesgosos (Clases III y IV).

También se prohíbe la aplicación terrestre de los químicos del primer grupo dentro de un radio de 500 metros de zonas urbanas. Las escuelas rurales pueden considerarse un sector ­urbano a pesar de estar pegadas a campos.

Alrededor de 700 mil niños de escuelas rurales de todo el país se encontrarían expuestos a esta práctica, dicen desde esta agrupación, que impulsa la Campaña “Escuelas Fumigadas ¡Nunca más!”. Medardo Ávila, uno de los coordinadores de la iniciativa, dice que la campaña busca revertir una grave problemática sanitaria a la que se encuentran expuestas alrededor de 1.500 instituciones educativas a nivel provincial.

También advierten que en muchos pueblos se siguen utilizando a los niños como banderi­lleros (marcan por donde debe pasar el avión fumigador), con lo cual se exponen a posibles envenenamientos agudos, además de problemas crónicos.

En un escrito, citaron como ejemplo el diagnóstico de 17 casos de cáncer entre 2000 y 2009 en Cañada de Luque, una comunidad de menos de mil habitantes. También, aseguraron que se repiten los casos de niños de escuelas rurales con alergias, problemas respiratorios y de piel. En este paraje los campos están pegados a las escuelas de la zona y hay pruebas de que se fumigan según pudo verificar La Voz del Interior (ver Aulas pegadas a los campos ). La situación es diversa en otros puntos del interior provincial.

Por región. En el este. En la escuela rural José de San Martín, de Colonia Luis Sauze, a 22 kilómetros de San Francisco, alumnos y docentes plantean quejas por ­partida doble: las fumigaciones de los campos que la rodean y el casi constante humo por quemas de un basural cercano. Laura Rossetti, la directora, contó que no tienen protección cuando se fumiga en los campos vecinos, separados por un tejido. “Cuando escuchamos las avionetas no dejamos salir a los chicos al patio. Cerramos puertas y ventanas, pero cuando salimos se nota que hay algo en el aire”, comentó. También dijo que nadie les avisa cuando se realizan fumigaciones.

A ese problema suman el del humo de un relleno sanitario 
de basura, situado a tres kilómetros.

En Traslasierra. 15 kilómetros al sur de Villa Dolores se encuentra Conlara, pequeño pueblo rodeado de plantaciones, sobre todo de maíz. “Fumigan más cerca de las viviendas que lo permitido” señala Francisco Cerrutti, vecino del lugar. “Los campos no están tan pegados a la escuela, pero sí de las cisternas abiertas que contienen agua para todo el pueblo, la escuela y varias casas rurales”, citó.

Cerrutti es apicultor y afirma sentirse afectado en su actividad. Denunció las fumigaciones en la comisaría de San Javier y abrió una causa en los tribunales de Villa Dolores. “En la escuela no hemos tenido hasta ahora quejas de alumnos ni de padres” señaló Patricia Sosa Campana, docente coordinadora del colegio.

En el sur. Luciana Thoreau es docente de la Escuela San Martín, ubicada al pie del cerro Suco, a 30 kilómetros de Sampacho, en el departamento Río Cuarto. “Nuestra escuela, por suerte, tiene una hectárea y no nos llegan los agroquímicos que usan en los campos. Se nota porque los yuyos crecen”, comentó. Según la docente, los dueños de los campos vecinos son padres de alumnos por lo que toman todos los recaudos. “El problema más serio lo tienen las escuelas rurales ubicadas cerca de grandes campos, que encargan la fumigación a empresas de afuera”, explicó.

En el centro. En la escuela rural Juan Bautista Alberdi, del paraje Los Potreros (entre Río Tercero y Villa Ascasubi) no hay reclamos por fumigaciones, a pesar de los campos cultivados a su alrededor. Según la do­cente Mariela Farías, allí los productores vecinos fumigan solamente en horario nocturno o en días sin actividad escolar.

“Frecuentemente lo hacen a las 5 de la mañana, cuando no hay viento”, dijo. La docente mencionó que no se plantearon quejas respecto a fumigaciones mal aplicadas en otras escuelas de la zona.

En el centro-este. En la Escuela Domingo Faustino Sarmiento, ubicada en campos Los Prados, cerca de Villa María, dicen no sufrir el problema de fumigaciones cercanas. La razón central: está ubicada en plena cuenca láctea, rodeado por ocho tambos, donde no se aplican agroquímicos.

En otras escuelas rurales del sudeste, la zona agrícola más próspera de Córdoba, suelen plantearse inquietudes por aplicaciones en campos vecinos a colegios rurales.

En las sierras. La inspectora de zona de escuelas primarias de Calamuchita Norte, sostuvo que no hay reclamos de escuelas rurales víctimas de aplicaciones de agroquímicos. En la zona serrana no abundan los campos cultivados que requieren fumigaciones.

De todos modos, en la comunidad de Villa Ciudad Parque, pequeño pueblo cercano a Villa General Belgrano, hay algunas quejas: se viene reclamando hace tiempo por las pulverizaciones en campos pegados a las viviendas y a la única escuela del pueblo.

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