La épica K que terminó en turismo

Por Osvaldo Pepe

Hoy se cumplen 39 años de la llegada al poder de la más sangrienta dictadura que sufrió el país. Hace nueve, en el Congreso, al manifestar su desacuerdo con la ley que establecería como feriado el 24 de marzo, Rodolfo Terragno explicó que la palabra feriado “proviene de fiesta y tiene una connotación festiva”.

Y puso como ejemplo un dato: “Los franceses no celebran el día de la caída de París, sino el 8 de mayo, la Fete de la Libération”, dijo sobre la jornada en la que concluyó la ocupación nazi.

Lo cierto es que este fin de semana largo, miles y miles de argentinos que habitualmente hacen turismo han elegido las playas u otros paisajes placenteros no como jornada de reflexión sobre el significado de la fecha, sino como un día más de esparcimiento. El Gobierno usó en el verano el argumento de los balnearios repletos como reflejo de una presunta prosperidad de los argentinos. Sin embargo, hasta datos oficiales refutan la manipulación de la propaganda: más del 50% de los argentinos no pudieron salir de vacaciones porque la plata no les alcanza. Relato y realidad.

Más allá de eso, no parece el feriado propicio para la épica de los derechos humanos que los Kirchner pretendieron plantar como bandera exclusiva en la arena política, ignorando incluso el histórico juicio a las Juntas Militares, que impulsó Raúl Alfonsín. Fue el oficialismo el que motorizó que se invista la conmemoración del 24 de marzo con la condición de feriado nacional, uno más del festival de jornadas no laborables. No hubo unanimidad, aunque sí suficiente consenso parlamentario para transformar el feriado en ley como Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia. El proyecto oficial se votó el 16 de marzo de 2006 y le dio carácter de feriado nacional “inamovible” a la conmemoración de aquel crepuscular golpe de Estado. El Senado venía de darle media sanción con 34 votos a favor, 17 en contra y 4 abstenciones, luego de un largo debate. Y en Diputados tuvo el aval de 123 legisladores, 36 en contra y 11 abstenciones. Entre quienes se opusieron hubo importantes referentes de los organismos de derechos humanos.

Como cuadra al estilo K, que entonces asomaba con cierta timidez, Néstor Kirchner consiguió la sanción en menos de una semana, ante la cercanía de los 30 años del golpe, con el propósito de armar un acto multitudinario. Fue uno de los últimos en los que familias enteras participaron de un nuevo y rotundo “Nunca más” al horror militar. De a poco el kirchnerismo se apropió de la fecha y le dio color partidario, hasta transformarla en lo que no debería ser: una escapada turística “al lugar en el mundo” de cada uno, ya en las playas bonaerenses o en las otrora tierras fiscales de El Calafate.

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