Entre el sueño del balotaje y el realismo de defender el último bastión

Entre el sueño del balotaje y el realismo de defender el último bastión

En el Gobierno no hay clima de campaña, salvo unos pocos funcionarios y dirigentes. La situación de la Ciudad y de Boca. Y en el peronismo K, un posible regreso.

 

Marcos Peña se mantiene inmutable. Ni en su gestos, ni en su actitud o en sus palabras, ha dejado trascender impacto alguno por el inesperado tsunami de las PASO, cuyas aguas arrasaron con el proyecto reeleccionista de Mauricio Macri. “Vamos a llegar al balotaje”, predica el Jefe de Gabinete. Pero a diferencia de otras épocas, sus palabras no encuentran eco en la hueste oficialista.

El Presidente Macri, en cambio, oscila. Si acaba de hablar con Elisa Carrió, Mario Quintana o Miguel Pichetto, puede que salga de su despacho renovado de optimismo, con ganas de dar pelea y luchar para arañar una segunda vuelta. Hasta que el termómetro del resto de los funcionarios le hace sentir la verdadera temperatura electoral, y vuelve a encauzarse en la prudencia, evitar sobresaltos en los mercados y no confrontar con Alberto Fernández.

El presidente Mauricio Macri en el Seminario democracia y desarrollo en el MALBA, organizado por Clarín.

Son pocos los que mantienen la llama encendida. Fue Pichetto quien chicaneó al titular de la Unión Industrial Argentina (UIA), Miguel Acevedo, por posar junto a Alberto F. en Tucumán, al afirmarle que “le faltó cantar la marcha”. El propio Acevedo se ocupó de llamarlo a Pichetto para recordarle que él y Macri habían sido invitados a una charla en la UIA. Y de paso, en un tono cordial, le devolvió la ironía: “Acepto que me enseñe a cantar la marcha”.

 

No se respira clima de campaña en la Casa de Gobierno. En medio de las obras por refacción que se observan en los techos del hall, ingresando por Balcarce 24, un empleado ironiza, “la están preparando para el próximo Presidente”. En verdad, eran arreglos previstos con antelación.

En Casa Rosada son conscientes que tienen muy poco margen de maniobra. Seguir con reuniones en todo el país, defender la gestión, mejorar la fiscalización y esperar un milagro en los debates: que Macri pueda resistir a sus competidores en una pelea desigual. Deberá enfrentar a un candidato que se maneja como presidente electo, que fue crítico de Cristina Kirchner y que tiene una base política sólida como Alberto Fernández; y a un ex ministro de Economía de la talla de Roberto Lavagna que tiene argumentos sobrados para enumerar los errores macroeconómicos de su Gobierno.

De las pocas certezas con las que cuenta Cambiemos, una es la necesidad de defender el último bastión macrista, la Ciudad. “La Capital es el resguardo que nos queda, si perdemos ahí, no nos queda nada”, se sincera un funcionario nacional.

Puede ser peor aún, avizora un operador macrista. “Si Boca pierde con River por la semifinal de la Copa Libertadores, hasta podemos perder la presidencia de Boca”, maldice. Y todo con la ayuda de las principales espadas de San Lorenzo. ¿Cómo es eso? Las elecciones de Boca Juniors son en diciembre. El delfín del actual presidente Daniel Angelici es Christian Gribaudo. En Gobierno interpretan que si el equipo de Gustavo Alfaro queda afuera a manos de River, es muy factible que la oposición - Víctor Santa María, José Beraldi y Jorge Ameal- se una y tenga chances de derrotar al oficialismo xeneixe.

La “mano desde Boedo” vendría de la dupla Lammens-Tinelli. Primero, si Matías Lammens, subido a la ola albertista, fuerza un balotaje y consigue arrebatarle la Ciudad a Horacio Rodríguez Larreta. Además, en el kirchnerismo se entusiasman con la movida en las calles, bailando al compás de “si vos querés, Larreta también”. Por maldad, espíritu chicanero o bien pura información, en Cambiemos aseguran que esa pegadiza canción es creación de la Productora “LaFlia”, de Marcelo Tinelli.

Pero si Larreta gana, se convertiría en uno de los jefes de la nueva oposición. Quien puede hacerle sombra es el radical Alfredo Cornejo si es que su acólito, Rodolfo Suárez, lo sucede el 29 de setiembre como gobernador de Mendoza. Antes, habrá que ver qué decide la UCR sobre su continuidad dentro de Cambiemos, ya sin Macri.

El problema del radicalismo, bajo la mirada de sus socios del PRO y de la Coalición, es que nadie la conduce. Con la misma lente observan que la disputa que se viene será entre Cornejo y Mario Negri, apoyado por Carrió y sus 15 diputados, por el manejo del futuro interbloque Cambiemos. Resuelta esa controversia, no se descarta que Martín Lousteau sea uno de los nombres propuestos para conducir el partido. Todos saben que el líder indiscutido sería Gerardo Morales. Pero el reelecto gobernador de Jujuy, tiene varios frentes abiertos en su provincia, no sólo con Milagro Sala sino también con el peronismo de Eduardo Fellner.

Si todo queda en manos de Larreta, será un armado que tendrá como baluartes a María Eugenia Vidal, Lousteau y algunos se animan a involucrar también a Juan Manuel Urtubey y hasta Emilio Monzó. El problema es que Monzó y Vidal nunca recompusieron sus diferencias. “El tema Vidal está terminado en materia de vínculos”, sentenció un dirigente del monzonismo.

Nadie duda que el grupo de Monzó y de otros dirigentes como Nicolás Massot, Sebastián de Luca, Guillermo Bardón y Marcelo D’Aletto, entre otros, está más cerca del PJ que está con Alberto Fernández que de Cambiemos. Afirman en lógica futbolera que a partir del 11 de diciembre, Monzó tiene “el pase en su poder”.

Es muy probable que desde el Frente de Todos los vayan a buscar, quizás a través de Sergio Massa, con quien el monzonismo tiene una estrecha relación al igual que con otros dos hombres que suenan para un eventual gabinete de Fernández. Felipe Solá es uno. El otro, uno que ya tendría asegurado el Ministerio de Transporte: Florencio Randazzo. Otro que llenaría otro casillero es el mercedino Eduardo “Wado” De Pedro sobre quien, el propio Alberto Fernández, dice verse reflejado en él. Unos lo ubican en Interior y otros lo ven en la Jefatura de Gabinete, por la cual competiría con Santiago Cafiero.

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