Los enigmas de las cajas y del monasterio

Por Eduardo Van der Kooy

Los millones de dólares de Florencia K tienen gran impacto social contra Cristina. Encajan en la matriz fraudulenta de esa época. Donde un convento ocultaría un aguantadero.

Daniel Rafecas incautó documentación del monasterio de General Rodríguez luego de inspeccionarlo la semana pasada. También, un procesador de datos que perteneció al fallecido obispo Rubén Di Monte. El juez debe calificar esas pistas para madurar alguna conclusión. Uno de los colaboradores que lo acompañó en el procedimiento pareció formarse una opinión a golpe de vista: en ese predio del Oeste bonaerense pudo funcionar un aguantadero financiero kirchnerista. Los bolsos con millones de dólares que ingresó una madrugada de junio José López habrían sido apenas un capitulo escandaloso, por su descubrimiento, de una historia antigua y turbia.

Las develaciones sobre aquel monasterio significarían un golpe de gracia para cualquier atisbo de recuperación de Cristina Fernández. Ese golpe impactaría en los planos político y social. La Justicia podría andar por otro andarivel. Con sus tiempos especiales. Existió un encadenamiento que provocó estragos perceptibles en la opinión pública. Que disparó su imaginario. Los millones de dólares en un convento no representan lo mismo que el conteo de billetes en La Rosadita difundido por televisión, que terminó con Lázaro Báez preso. Aunque pertenezcan, sin dudas, a una idéntica matriz corrupta de la “decada ganada”. Ese paisaje tuvo una pincelada pasmosa de remate: las cajas de seguridad bancarias de Florencia Kirchner con casi US$ 5 millones. La ex presidenta se escudó siempre en el presunto desconocimiento de todo lo demás. Imposible repetirlo con el dinero escondido de su hija.

A medida que se escarba en la solemnidad del monasterio, surgen las evidencias de un enmascaramiento. Donde la fe religiosa sirvió de pantalla para las andanzas de prominentes kirchneristas. Nadie niega que se trató de un lugar frecuentado, al menos, por López, Julio De Vido y Alicia Kirchner. Tampoco que en la relación inicial influyeron Néstor Kirchner y el obispo Di Monte.

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Hay una abismal diferencia entre aquello que se dijo y lo que sale a la luz. López fue atendido por las monjas. No llegó de prepo ni fuera de control. Incluso hubo comunicaciones de ida y vuelta con el monasterio. Rafecas corroboró que allí no vivían sólo las laicas consagradas, como se esmera en aclarar la Iglesia, llamadas Inés y Alba. Se encontró además con Marcela y Alicia. Cuando se hallaron tres bóvedas a los pies del altar del templo mayor una de las religiosas explicó que eran tumbas, previstas para el obispo y para ellas mismas. Di Monte fue enterrado en otro sitio. Pero las monjas son cuatro. ¿Se hará otra cripta o tal disponibilidad será sometida a un sorteo? Darío Kubar, el alcalde PRO de General Rodríguez, aclaró que en esas oficinas no existe registro legal de ninguna de las construcciones que por años se realizaron en el monasterio.

Las sospechas no concluyen en ese punto. Ana Pronesti se presentó como encargada del monasterio. Sostuvo que había tenido participación en el patentamiento del llamado Fatimóvil, un vehículo encargado de pasear la imagen de la Virgen de Fátima por todo el país y Uruguay. La camioneta Mercedes Benz figura registrada a nombre del convento.Pero había sido cedida por el Ministerio de Desarrollo Social, cuando lo timoneaba Alicia K. Pronesti era algo más que simple encargada. Se trataría de una conocida prestamista hipotecaria de la zona sobre quien cayeron denuncias por usura. ¿De dónde sacaba tanto dinero para esos préstamos?, interrogó en su presentación uno de los denunciantes.

Rafecas no tiene por delante una tarea sencilla. Su actuación no sólo será escrutada por una opinión pública impaciente. El Consejo de la Magistratura atesora contra el magistrado dos pedidos de juicio político. Uno de ellos ligado a la denuncia de Alberto Nisman contra Cristina por encubrimiento terrorista a raíz del atentado en la AMIA. Esa causa fue cerrada sin trámite por el propio Rafecas.

Este constituye un problema adicional para él. La Sala II de la Cámara Federal, con los votos de Horacio Cattani y Martín Irurzun, sostuvo en un fallo del mes de mayo que tal causa podría reactivarse “si existen elementos o alegaciones no valoradas anteriormente”. El fiscal Germán Moldes anticipó que se está trabajando en esa dirección. Tampoco ha sido una buena noticia para el juez que Rodolfo Canicoba Corral haya abandonado su ostracismo para solicitar de nuevo la detención de un ex canciller iraní acusado por la AMIA, que anda de viaje por Asia. La pista de Irán fue argumento central en las acusaciones del fiscal muerto.

Rafecas poseía la causa por enriquecimiento ilícito contra el ex secretario de Obras Públicas desde el 2008. Y nunca, antes del bochorno de los bolsos, se le había ocurrido rastrear algo en el misterioso monasterio. Incluso cuando lo hizo la semana pasada, ocurrió a instancias de un pedido de la Oficina Anticorrupción. Es decir, de un organismo del Estado inmóvil durante el kirchnerismo.

Nadie atina a adivinar, como se observa en otros casos, si Rafecas ha decidido acompañar la nueva brisa de este ciclo político. O si continúa representando una retaguardia para la defensa de los K. Se le hará engorroso por una razón: cada una de las explicaciones kirchneristas ante la oleada de corrupción parece incinerarse ante el ardor de la realidad. Báez no era un simple empresario dedicado a la obra pública. La Rosadita no era una financiera cualquiera. López no resultó un loco suelto que tiraba bolsos con plata adentro de un monasterio. ¿Se inscriben en ese mismo cuadro las cajas de seguridad de Florencia K?

La trama podría resultar en este asunto bien compleja. Porque amén de esa millonada de dólares no bancarizados exhibidos habría que auscular el comportamiento de Cristina. La ex presidenta atraviesa un momento aciago, en todos los terrenos, fuera del poder. El peronismo se aleja definitivamente. El kirchnerismo se aísla y disgrega porque carece de un norte. Tampoco se alcanza a comprender su estrategia judicial defensiva. Carlos Beraldi, el abogado, no es un improvisado. Pero no podría con las furias de la ex presidenta.

El descubrimiento en torno a la millonada de Florencia K derivó indirectamente de la batalla que Cristina mantiene con Claudio Bonadio. El juez la procesó en la causa por la venta de dólares a futuro del Banco Central. Pretendió apartarlo y enjuiciarlo. Pero no pudo. Cristina supo de la inminencia de su embargo. De allí los “extraños movimientos bancarios” que denunció la diputada Margarita Stolbizer. Quizá para poner a resguardo parte de su patrimonio. Julián Ercolini actuó con motivo de aquella denuncia y ordenó el bloqueo de las cajas de Florencia. Luego llegó el desafío de ella misma y de su madre para que fueran abiertas. Una estaba vacía pero la otra rebasada de dólares. Conmoción pública no debidamente calibrada.

Cristina pudo haber tenido una salida del pleito con Bonadio sin tantas derivaciones traumáticas. El magistrado le había trabado embargo sólo por $ 15 millones. ¿Acaso no los tenía? Hubiera colocado un límite al tema. Pero se empecinó en rechazar tal embargo. Terminó con la inhibición total de sus bienes. Incluidas las pensiones. Difícil de comprender. Reflejo, a lo mejor también, de las dificultades que tendría su abogado para hacerla entrar en razones.

Ercolini está ahora tras las huellas de aquel dinero hallado. Debe probar su origen y legitimidad. Y Florencia K con un problema impensado:justificar su crecimiento patrimonial en más del 130% en un puñado de años. Al margen de la herencia que recibió de su padre. Al juez le competería otra pesquisa: determinar si la caja de seguridad vacía estuvo siempre así. O si fue despojada del dinero los días previos al embargo que decretó Bonadio.

La vidriera de esas cajas debilitaron al extremo otro de los ardides dilectos de Cristina. Aquel de la victimización. De mostrarse como una presunta perseguida política de Mauricio Macri. El mandatario elude siempre cualquier referencia a la ex presidenta. Fue el propio kirchnerismo el que se encargó de propalar que Cristina podría ir presa. No hay todavía horizonte judicial cercano que indique esa posibilidad.

Los interrogantes continúan siendo los de siempre. Para Macri o para Cristina. ¿Tanto jaleo en Comodoro Py concluirá en algo? ¿Los mismos jueces que durante años consagraron la impunidad kirchnerista podrán ser artífices de su condena? ¿Habrá algún punto de convergencia entre la demanda social y los tiempos que requiere la Justicia?

Caben un par de consideraciones. Está claro que la merma política y popular de Cristina envalentona a los jueces y se vuelven en su contra. Ella acostumbró a domarlos con rigor. Pero aquellos jueces están culturalmente habituados a una dependencia con el poder que ahora no avizoran. Macri no hace sentir, como su antecesora, su bastón de mando. Es un debate que permanece en Cambiemos. Elisa Carrió y los radicales sostienen que la salida negociada de Norberto Oyarbide fue una señal insuficiente. Por eso se colocó a Rafecas en la ganchera de la Magistratura. Este organismo tomó otra decisión. Revisará la actuación de los magistrados en causas de corrupción durante los últimos 20 años. Avance interesante, que no se desarrollará de un soplo.

Cierta urgencia objetiva por ofrendar algo a la sociedad le juega en contra al Presidente. Sabe que la persistencia de la impunidad y una economía desinflada no podrían convivir, sin perjuicio para él, demasiado tiempo.

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