¿Educación inclusiva?: "Estar en la escuela y aprender ya no es lo mismo"

Con la presencia del padre Pepe Di Paola, docentes de colegios de zonas vulnerables compartieron experiencias. "Los pobres valoran mucho la educación, no les viene bien cualquier cosa", advirtió el cura villero.

¿Cómo hacer para que la escuela no sea un mero lugar de "contención" para los chicos más carenciados, sino una verdadera herramienta de promoción social?

"A veces parece que la inclusión se refiere sólo a la contención, a que estén en la escuela, lo demás no importa. Pero, para llamarnos escuela tenemos que hacer que aprendan, y mucho, compensar las diferencias de origen y construir justicia educativa, introduciéndolos al mundo del conocimiento, de modo efectivo". Así se expresó Silvina Carriego, directora de Primaria del Colegio Madre Teresa de San Fernando, en una jornada bajo el lema "Educando para la inclusión social", convocada por el Colegio Nuestra Señora del Buen Consejo de Barracas, institución ya conocida por los lectores de Infobae.

Allí, directivos y docentes de escuelas parroquiales y otras –también de gestión privada-, que atienden a niños y adolescentes de familias de bajos recursos, compartieron sus experiencias y debatieron sobre la necesidad de garantizarles a esos alumnos una educación de calidad, para una verdadera inclusión y contra la tendencia a considerarlos sólo un número para la estadística. También destacaron la importancia de ir sistematizando en la teoría lo aprendido en este tiempo de práctica de la docencia entre población socialmente postergada o excluida.

No cualquier educación es inclusiva, podría ser una de las conclusiones de esta jornada, de la que participaron unos 120 representantes de escuelas y centros inclusivos, universidades, pastoral villera y del Gobierno de la Ciudad.

"UNO PUEDE PENSAR QUE LOS POBRES NO BUSCAN UNA EDUCACIÓN DE CALIDAD, QUE LES VIENE BIEN CUALQUIER COSA, PERO NO ES ASÍ"

El padre Pepe di Paola habló sobre el trabajo en común con el Colegio Buen Consejo de Barracas, cuyo alumnado procede en un 60% de la Villa 21, donde el sacerdote desarrolló buena parte de su tarea pastoral, bajo la dirección del entonces Cardenal Jorge Bergoglio, hoy papa Francisco.

"En 1997, cuando llegué a la Villa, encontré una población totalmente excluida, y por eso quiero contar la experiencia vivida entre la parroquia Caacupé y el Buen Consejo", dijo. Allí vio el interés de las familias por enviar a sus hijos a esa escuela: "Los pobres valoran mucho la educación. Uno puede pensar que no buscan una educación de calidad, que les viene bien cualquier cosa, pero no es así. Vi que la gente quería venir a este colegio y muchos padres buscaban incluso trabajar para poder enviar a sus hijos a una buena escuela".

"LA MEJOR ESCUELA, EL MEJOR CLUB, LA MEJOR PARROQUIA, TIENEN QUE ESTAR EN LA VILLA"

De su experiencia concluye que "la calidad educativa es fundamental". "Con frecuencia los mejores colegios se piensan para otros barrios, no para los chicos más marginales, y la única forma de poder cambiar un barrio es ofertando lo mejor: la mejor escuela, el mejor club, la mejor parroquia, tiene que estar en la villa. Por eso Francisco duplicó la cantidad de curas villeros, aunque algunos se rebelaban, a él le interesaba que estos sectores más excluidos tuvieran una parroquia con más curas", contó di Paola.

Por ello, subrayó no sólo el rol de las instituciones que rodean a un chico de la villa, sino sobre todo las decisiones y el compromiso de quienes las conducen. Hizo hincapié en la necesidad de construir un círculo virtuoso entre la escuela, la parroquia, la familia y otras referencias positivas, como los campeonatos deportivos. "Cuando alguno de estos elementos falta, el chico empieza a entrar en un círculo vicioso: deja la escuela, deja la parroquia... ¿qué hace con todo el tiempo libre en un pasillo de la villa?"

Resaltó que en la complementación entre el Buen Consejo y Caacupé fue crucial "la gente que decidió que el Colegio fuese así, que la inclusión no quedara en discurso".

Más adelante, Susana Fernández Pedemonte y Aída Endl, directivas del Buen Consejo, explicaron la decisión de mantener en el alumnado una proporción de 60 a 40 en favor de las niñas provenientes de la villa [primaria y secundaria eran para mujeres, pero desde hace unos años se inició la primaria para varones]. El resto son de barrios aledaños de Capital y sur del Gran Buenos Aires, de clase media baja o baja, pero que no viven las mismas necesidades materiales que las chicas de la villa 21.

"ACÁ HAY UN CLIMA DE ARMONÍA TOTAL, SIN VIOLENCIA DE NINGÚN TIPO, GRACIAS A LA COEXISTENCIA DE DOS REALIDADES CON LOS MISMOS DERECHOS"

"Al comienzo –recordaron- era muy difícil encontrar familias de clase media que quisieran venir a un 'colegio de villa', pero finalmente gracias a la calidad educativa de esta escuela se fueron incorporando y eso consolida esta realidad riquísima de convivencia de dos realidades". Para ellas, la clave es que la mayoría viene de la villa: "Por eso mantenemos esta proporción. Si fuese al revés, como suele pasar cuando las clases medias empobrecidas invaden los colegios parroquiales de cuota baja, eso obliga a los chicos de la villa a asumir un estilo de vida que no pueden sostener. Acá mantenemos la prioridad para la villa pero apuntamos a la coexistencia. Todos pagan la misma cuota y eso hace que todas las familias se sientan merecedoras de los mismos derechos y con las mismas obligaciones, lo que se refleja en un clima de armonía total, acá no hay violencia de ningún tipo".

El padre Pepe explicó que la cooperación y el trabajo en red "no se dan por compartir una lista de teléfonos", sino que implican una discusión por cada chico. "Pepe, ¿a quién me mandaste? –bromeó- ¡Cuántas chicas han podido encaminarse gracias a ese trabajo cotidiano entre colegio y parroquia! Cumplir incluso su sueño de ir a la universidad. A este Colegio, venían los padres a pasar el día, en encuentros de 300, 400 personas. La gente de la villa sentía este lugar como propio, así como cuando eligieron a Francisco sintieron que era el Papa de la villa y no de otro lado".

Aseguró que ese tipo de integración mejoró mucho la villa. Los medios, dijo, tal vez necesitan ver que "se construyen tantas casas para sentir que se urbaniza una villa", pero "la verdadera urbanización, si se quiere usar esa palabra, pasa por el impacto que tengan las mejores ofertas para la población más excluida".

Ausencia de sociedad civil

Ahora que trabaja en el GBA, enfrenta a una situación más difícil todavía. "Cientos de miles de chicos ni siquiera pisan una escuela. ¿Es ausencia de Estado? Sí, puede ser, pero los curas villeros resaltamos una ausencia de la sociedad civil".

"EL CHICO DE LA VILLA NECESITA QUE LA SOCIEDAD CIVIL SE HAGA RESPONSABLE"

Y concluyó: "Puede haber programas muy positivos pero la clave está en las personas que están al frente de las instituciones. Muchas cosas no se cambian solo con programas educativos desde el gobierno sino en la medida en que una parroquia, una escuela, un club sean realmente inclusivos y estén convencidos quienes los dirigen. Muchos programas de inclusión no son aplicables porque no hay instituciones que los puedan llevar a cabo. El chico de la villa necesita que la sociedad civil se haga responsable. Un club o parroquia cerrados no aportan a la calidad educativa de la que hablamos".

Finalmente, instó a los responsables de esa escuela de Barracas a escribir la historia del Buen Consejo y de la parroquia Caacupé, que describió como la de "la inclusión de una villa postergada, a 40 cuadras de la Rosada y de la Jefatura de Gobierno, por décadas fuera del mapa, hasta que una parroquia humilde y una escuela empezaron un camino que puede servir para otros".

"LOS SACERDOTES NOS CONOCEN, Y SI FALTAMOS A LA ESCUELA, VIENEN A VER QUÉ NOS PASA"

Silvina Premat, socióloga y periodista (La Nación), autora de Curas villeros. De Mugica al padre Pepe, señaló que aunque "todo el mundo dice que la educación es prioridad, y la ley también dice que el Estado debe garantizar la educación de calidad a todos, la realidad muestra lo contario". Se apoyó en un número: 15% de los niños de entre 3 y 17 años están afuera de la escuela.

Pero también conoció varias experiencias que demuestran que la inclusión es posible, tanto en Buenos Aires como en el interior: "Casos –dijo- donde se ve la actitud del que está frente al chico y lo incluye. Un chico me dijo una vez 'acá los sacerdotes nos conocen y si no venimos a la escuela, vienen a ver qué nos pasa'. Y otro, que terminaba el secundario en la villa 21-24: 'Si no hubiera sido por los padres y preceptores, que si no veníamos nos iban a buscar, yo no hubiera terminado".

Contó otro caso, de un adolescente de la Villa 31 de Retiro, que le dijo: "Los profes quieren que aprendamos y no nos regalan las notas".

"Es una escuela exigente, los chicos agradecen los límites que les ponen los curas. También los padres, por eso hacen el esfuerzo de pagar las cuotas que son mínimas en los colegios parroquiales, pero, dicen, hay menos paros, se interesan por nosotros, se sienten contenidos".

Destacó la entrega vocacional de los docentes de estos colegios y el clima de confianza que parte del hecho de que los padres no dudan de que cada peso que ponen va al chico, y por eso colaboran, ayudan hasta a limpiar y participan de cualquier actividad a la que se los convoque.

Pero también señaló que persisten dificultades porque aunque en estas escuelas el Estado paga los sueldos de la planta docente, el resto se hace "todo a pulmón y cada vez cuesta más". "En Capital hay un 50% de escuelas de gestión privada. Es una tercerización pero sin el aporte financiero correspondiente. Y además esa condición los excluye de algunos programas: distribución de laptops o participación en concursos y ferias".

En la jornada se escuchó también el testimonio de Javier Geoghegan, director de un Colegio -María de Guadalupe- que un grupo de voluntarios creó en una zona carenciada, en el barrio Las Tunas (General Pacheco, Tigre).

"NUESTROS CHICOS MAÑANA VAN A PODER ELEGIR EL TRABAJO QUE QUIERAN, NO EL QUE LES IMPONGA EL ENTORNO SOCIAL"

"Un colegio de calidad –dijo-. Aquí usamos el sistema de padrinazgo. La sociedad civil se compromete cuando el proyecto es serio, cuando sabe que pone dinero en algo que realmente va a cambiar el país. Nuestros chicos mañana van a poder elegir el trabajo que quieran. Su trabajo va a ser la consecuencia de una elección personal y no del entorno social en el cual se criaron. Y serán hombres y mujeres que transformen la realidad de su entorno".

Afirmó que este tipo de colegio "se puede replicar en todo el país". "Que las autoridades elijan el barrio y ahí nos instalamos", aseguró.

La ya citada Silvina Carriego, del Madre Teresa, creado hace 10 años, y cuya primera promoción del secundario se está recibiendo ahora, contó que atienden a 700 chicos desde jardín, todos de familias vulnerables, por decisión del proyecto.

En la escuela de los 70 la palabra contención no existía, dijo. "Hoy esa palabra sale en cualquier entrevista o charla con los actores de la escuela", dijo y se preguntó: "¿Qué tiempo ocupa la contención en las 8 horas que están los chicos en la escuela. Hoy, abrimos las rejas, los chicos entran a la escuela, están 8 horas, ¿aprenden?".

Sostuvo que un chico puede estar "contenido", pero igualmente en riesgo en su trayectoria educativa; es decir, en riesgo de no aprender. "¿Qué les damos como escuela a los chicos que están contenidos pero en riesgo?", se preguntó.

Carriego también destacó la importancia de jornadas como "Educando para la inclusión", por la "posibilidad de intercambiar entre escuelas que trabajan en lo mismo".

"Es muy importante para que podamos construir conocimiento acerca de lo que da resultado. Hay poco escrito. Hay mucha descripción de la realidad de la educación hoy, pero lo que necesitamos es construir conocimiento acerca de lo que funciona, en base a evidencia empírica, para enriquecernos entre los que trabajamos por lo mismo y para los que quieran sumarse", dijo.

Y por eso mismo destacó el valor de "la invitación del Papa Francisco para construir la red de escuelas (Scholas Occurrentes), para enriquecernos no sólo de experiencias sino también de conocimiento validado en educación para la inclusión".

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