Y dónde va la gente cuando llueve.en Roland Garros

Y dónde va la gente cuando llueve.en Roland Garros
¿Y dónde va la gente cuando llueve.en Roland Garros ? No tiene sentido imaginárselo poniendo como parámetro el ATP de Buenos Aires o una jornada de Copa Davis en Parque Roca. Es que el Abierto francés, en la primera semana, alberga unas 35.000 personas por día. Si hay sol, o al menos no hay precipitaciones, todo bien. Pero si el clima pasa factura, las vivencias son una pintura.
Acá no hay desprevenidos: todos son más o menos expertos en cuestiones climatológicas. Y ahí empiezan los problemas: las mochilas a veces son más tirando a las de campamento que a las de escolares. ¿Dentro? Gorra, anteojos, máquina de fotos, Ipad, diario (L'Equipe domina), libreta y birome, baguettes, agua mineral (arrasa en las preferencias), campera liviana de lluvia, un abrigo adicional por si refresca, y paraguas, claro. Y los que se lo olvidan, pueden conseguir uno por 65 euros en La Boutique, en cuyos stands se venden los productos de la marca Roland Garros. Pilotines livianos se consiguen por 14 euros; los paraguas con el logo tradicional cuestan 65 euros.

La gente viene preparada, pero son días como el de ayer los que incrementan el malhumor de los organizadores del torneo y de la alcaldía de París: el techo retráctil es algo que no puede esperar, y por ahora, deberá hacerlo al menos por 4 o 5 años más. La ecuación es simple: con la Chatrier cubierta, 15.000 personas no estarían buscando un techo bajo la lluvia.

Caminar se hace difícil. Los pasillos están atestados. Gente que se tira en el piso, contra las paredes, para comer, leer o chatear un rato. Nos agarra la lluvia volviendo de la cancha 17, donde ganó Paula Ormaechea; un court que, en estas condiciones, queda casi en Versailles. Queremos avanzar. La gente está parada. Toda amontonada. Es una procesión lenta, como una marcha de pingüinos. No se avanza. ¿La gente no quiere desplazarse? No, no quiere mojarse. Es capaz de estar así, petrificada, 10, 15 minutos. ¡Increíble!

Pero no son las figuras del día. Los top ten de las gradas son los estoicos. Esos que tienen su asiento numerado en la central y están esperando el partido Djokovic-Pella.en su butaca, bajo la lluvia. Ojo, no son 10, sino cerca de 100. Lo mismo en la Suzanne Lenglen, aunque calculamos unos 300. ¿Amor por el tenis o qué? Cuesta intepretarlo. Quizás algunos hayan sacado su entrada hace un año, justo para este día, y le tocó el peor clima.

¿Y los jugadores? El Players Lounge es un loquero. Algunos aprovechan para almorzar; otros esperan tirados en los sillones. Son los peores días. La playstation alivia un poco los sinsabores. Pasa Djokovic, junto con su coach Marian Vajda "Nice day", le dice Nole a Janko Tipsarevic, con esa sonrisa que lo caracteriza. Los padres aprovechan para estar más con los hijos, que normalmente pasan muchas horas en la guardería. Por los altavoces le piden disculpas a los tenistas; les dicen que se preparen, que dentro de 10 minutos destapan las canchas. A los 10 minutos vuelve a llover. Todo se recicla.

No hay diluvio, pero el tenis llega por etapas. Se cancelan partidos. Y mientras tanto, se incrementan los gastos. Como en el verano cuando llueve en las ciudades balnearias. Es un día de café en las terrazas cubiertas, algunas cervezas, los Croque Monsieur, esa maravillosa creación de pan tostado, jamón, y con queso gratinado encima. En un local, todos se divierten: los que se sacan fotos con raqueta en mano y la Copa de los Mosqueteros y el fotoshop lo transporta a la cancha central; un lindo recuerdo. Y al lado, la chance de ganar entradas sólo pulsando dos veces una pelota de tenis: el secreto es detener el reloj, que marcha de a milésimas, cuando llega a 4 segundos. Parece fácil. No vimos ganar a nadie.

Pasa la tarde, llega la noche, con la jornada incompleta y más tormenta. ¿Podrán venir otro día? Tal vez. La cuestión es disfrutar de Roland Garros. Pero sin lluvia y con una mochila menos cargada, claro.

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