Doble moral kirchnerista: banderitas en las bancas y bolsos llenos de dólares

Por Julio Blanck

Los diputados del Frente para la Victoria entraron con banderitas argentinas en sus manos. Las pusieron sobre sus bancas y así afrontaron el larguísimo debate de la ley para pagar a los fondos buitre y salir del default. Mensaje simple: ellos pretendían ser la representación de la Patria. Todos los demás eran la antipatria. 

El relato de siempre. Pero al promediar el debate se difundieron por televisión las imágenes del hijo de Lázaro Báez, del contador de Lázaro Báez y de empleados del socio de los Kirchner, o testaferro de los Kirchner si se prefiere, contando miles y millones de dólares y euros sacados de bolsos arrastrados por los pasillos de la financiera conocida como La Rosadita. ¿Eso también era la Patria?

Preguntas del día después. ¿Con qué cara pueden seguir defendiendo esa mugre los kirchneristas honestos, como seguro los hay entre los actuales diputados y senadores? ¿Cómo mantener el apoyo y el ansia de restauración de un sistema de poder que construyó, alentó y sacó tajadas abrumadoras de tanta corrupción? 

Se entiende que mantengan una defensa blindada a toda realidad los ministros, secretarios de Estado, gobernadores, intendentes, legisladores, funcionarios de todo nivel, asesores, empresarios, periodistas, figuras del espectáculo y los familiares de todos ellos, alcanzados por el colosal derrame de la billetera que el kirchnerismo llenó con plata del Estado, o sea plata de todos. 

¿Pero los que no robaron? ¿Los que no mintieron? ¿Los que genuina o ingenuamente creyeron y creen en el legado de la “década ganada”? ¿No están ellos tanto o más saqueados que el resto de la sociedad, porque al robo de la corrupción que sufrimos todos se agrega que el poder kirchnerista les malversó la credulidad y la esperanza? 

Visto desde otro punto: ¿no hay un momento donde pretender ignorancia ante evidencias tan abrumadoras se convierte en complicidad?

Las imágenes del conteo de dinero que presentó Telenoche confirmaron en su brutal obscenidad lo que se había denunciado en el programa del periodista Jorge Lanata, por ese mismo Canal 13. Para decirlo fácil: dinero de la corrupción de los años kirchneristas trasladado en bolsos por personajes directamente conectados con lo más alto del poder. 

La filmación conocida el martes es de 2012, la denuncia fue hecha en 2013. La Justicia, que durmió una larga siesta desde entonces, ahora se despierta y empieza a citar a quienes no habían sido molestados antes porque el gobierno de Cristina Kirchner los protegía en defensa propia; pero tampoco desde que Mauricio Macri es presidente porque nadie en el poder se había comprometido de verdad con el asunto. 

Solamente Elisa Carrió, siempre ella, ahora desde la coalición gobernante, junto a otras mujeres valerosas como Margarita Stolbizer y Graciela Ocaña, y pocos más, taladraron conciencias batallando contra la impunidad. Están librando una cruzada contracultural. Sus principales obstáculos son la inercia culposa de la propia comunidad política, la conducta indecente de demasiados jueces y fiscales y la pasividad con que la mayoría de la sociedad civil tolera el asalto de la corrupción.

El festival de billetes se sucedió casi sin interrupción con otra revelación periodística fuerte. Fue la minuciosa e irrebatible investigación sobre el modo en que el empresario Cristóbal López eludió el pago de impuestos por 8.000 millones de pesos, mientras compraba empresas y medios de comunicación que puso al servicio del kirchnerismo. La realizó el periodista Hugo Alconada Mon y fue publicada el domingo en el diario La Nación. Un día antes, Clarín había alertado sobre el modo en que López había usado las enormes ventajas impositivas que le dio el kirchnerismo para comprar una firma petrolera.

Néstor Kirchner solía decir en los tiempos iniciales de su presidencia, cuando un periodista le preguntaba por sus negocios con López, que “Cristóbal ya era rico cuando yo lo conocí”. Ahora es multimillonario. 

El martes se supo que además López retuvo 250 millones de impuestos recaudados en la autopista Ezeiza-Cañuelas y nunca transferidos a la AFIP. El Gobierno de Macri estudia quitarle esa concesión.

Allí volvió a aparecer Carrió para pegar en el lugar justo: apuntó sobre Ricardo Echegaray, el jefe de la AFIP kirchnerista que avaló o toleró estos abusos y que ahora, lo más campante, está sentado al frente de la Auditoría General de la Nación. 

Admitir a Echegaray en la Auditoría “ha sido el error más grueso de mi gobierno” declaró Carrió, que lo tiene impugnado en la Justicia. Abundó en su estilo: “No se puede designar a delincuentes ni extorsionadores en los cargos de auditorías”. Echegaray, desde la AFIP, construyó la base de datos más exhaustiva disponible hoy sobre empresas y personas. Cristina y su gobierno usaron esos datos para rebatir voces críticas, y para hostilizar o amedrentar a quienes resistían sus avances.

La oposición es quien nombra al jefe de la AGN. Pero Carrió criticó que el oficialismo haya aceptado la designación de Echegaray –impuesta por Cristina al bloque de diputados del Frente para la Victoria– en el marco de una negociación más amplia en el Congreso. Y repartió palos a los jueces federales que a fines del año pasado cerraron “casi todas las causas” que tenía abiertas Echegaray, quien por lo visto es un hombre temible.

Por cierto, las objeciones y dudas levantadas alrededor del acuerdo con los fondos buitre –enunciadas aún por aliados del Gobierno que apoyaron el proyecto– no pierden peso ni relevancia por la doble moral del kirchnerismo, por sus escándalos de corrupción que continúan destapándose, ni por la disgregación evidente y continua de su tropa política, sindical y parlamentaria. Sólo que este debate, que ahora trasladó su escenario central al Senado, se desarrolla bajo este contexto objetivo. 

Lo que se hace ahora está iluminado y más aún, condicionado, por lo que se hizo o se dejó de hacer antes. Fue la decisión política de Cristina lo que cerró el paso a un acuerdo anterior, seguramente menos costoso, con los fondos buitre.

Sobre este punto, en pleno debate, Carrió clavó una espina que nadie atinó a remover. Al referirse a las condiciones desventajosas en que la Argentina debió encarar este acuerdo con los fondos buitre, con fallos judiciales en contra e intereses que treparon astronómicamente, planteó que podrían ser “bonistas argentinos, algunos pertenecientes a este gobierno” –en alusión al kirchnerismo– los que “ahora van a cobrar con esos intereses” y por eso “no recuperaron” en el momento propicio esos bonos en poder de los buitres.

Según allegados a la diputada Carrió, ella sospecha que empresarios o financistas ligados a la nomenclatura kirchnerista podrían tener en sus manos alguna porción de los bonos de la deuda a normalizar. “Nadie en la política sabe más de bonos que Jorge Milton Capitanich”, dice Carrió. Y alude sin vueltas a la fluida relación del ex jefe de Gabinete de Cristina con banqueros que supieron calentarse bajo el sol kirchnerista. También recuerda que Capitanich supo compartir tareas con Axel Kicillof, años atrás en una financiera.

Esto equivale a calificar de buitres a personajes y allegados al kirchnerismo. Y trae a colación una denuncia del ex diputado Claudio Lozano por maniobras de la financiera Arcadia, según él ligada al entonces ministro de Economía Amado Boudou, antes del canje de deuda realizado en 2010.

Tiempo después, y en el marco de otro acalorado debate sobre los fondos buitre, una diputada del peronismo le dijo a Carrió fuera del recinto: “Los Kirchner tienen orgasmos con los bonos”. Carrió nunca olvidó esa frase.

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