Las dificultades del Presidente para explicar el futuro

Las dificultades del Presidente para explicar el futuro

Por Ernesto Tenembaum

El presidente Alberto Fernández atraviesa un momento de impactante consenso social. Eso se puede ver en múltiples indicadores. En una época en que la televisión abierta no concita niveles altos de audiencias, cada vez que habla el rating trepa hasta niveles astronómicos: es como si todo el país lo estuviera viendo. Personalidades que siempre estuvieron en las antípodas del kirchnerismo -Susana Giménez y Jaime Durán Barba son dos ejemplos elocuentes- manifiestan su sorpresa y apoyo a la manera en que está conduciendo la crisis. Las encuestadoras de todo tipo y color, además, reflejan niveles de imagen superiores a las que cada uno de sus antecesores tuvo en sus mejores momentos.

Eso parecería ser un escenario ideal para cualquier líder, si no fuera por un detalle que trastoca todo: se puede producir una tragedia sanitaria y económica al menor traspié. Todo lo construido en estas semanas surrealistas puede derumbarse si el Gobierno no enfrenta los próximos desafíos con la jerarquía con la que se manejó hasta ahora.

Hay dos preguntas centrales para entender esta dinámica. Una: ¿cuanto dura el “amable encierro”, como lo definió el propio Fernández? o ¿cuándo termina esto? Dos: ¿de qué van a vivir las personas que se quedaron sin nada por ese encierro? Una pregunta está muy relacionada con la otra. Cuanto más dure la cuarentena, más personas correrán el riesgo de quedar sin nada.

Un ejemplo muy expresivo de esa relación lo dio la conocida bailarina Silvina Escudero esta semana, cuando durante una nota habitual en un programa de espectáculos, de repente rompió en llantos. “No tengo de qué vivir. No puedo pagar el alquiler. Me lo pueden perdonar por seis meses. ¿Y después? ¿Cómo pago seis meses de retroactivo? Yo vivo de mi escuela de danzas. La gente baila, se toca. ¿Cuándo van a volver los alumnos?”.

Millones de argentinos -tal vez los mismos que hoy creen en el Presidente- se deben haber sentido identificados con esa angustia, que necesariamente se profundizará con el paso de las semanas.

Fernández ofreció el viernes una conferencia de prensa con participación de todos los medios. Ese detalle ya fue incorporado a la vida normal: un Presidente que responde preguntas de todos. No era tan habitual hace poco tiempo. En la primera parte, destacó los logros de la cuarentena. Efectivamente, si se toma como parámetro comparativo la cantidad de muertes que sufrió la Argentina en estas semanas, y se la compara con países de la región como México, Brasil o Colombia, queda claro que, en esta primera etapa, la sociedad argentina se ahorró mucho dolor.

Brasil, en particular, tuvo su primer caso el mismo día que la Argentina. Hoy han muerto cerca de 1200 personas allí contra menos de cien aquí. El ejemplo de Chile también es ilustrativo. En el país trasandino murieron 70 personas. Pero están en el día 19 desde la aparición del primer caso. En ese momento, en la Argentina habían fallecido solo 3 personas.

¿Cuantos chilenos habrán fallecido en 19 días? Seguramente muchos más que los 88 argentinos. Como lo han hecho notar varias personas, la comparación respecto a la cantidad de casos es muy sesgada porque la Argentina testea muy poco. También tiene sus complejidades la relación con el caso español. El virus llegó un mes antes allá que aquí. En el día 41, que es el actual de la Argentina, España tenía un poquito menos de muertos que la Argentina. A partir de ese día la cantidad de muertos escaló de en España de 80 a 1000 en una semana. Si la curva escala como la española, los próximos días serán tristísimos: cientos de argentinos deberían fallecer. Pero hasta ahora solo hay 110 en terapia intensiva. No parece que ello vaya a suceder.

El presidente de Argentina, Alberto Fernández, señala un gráfico durante una conferencia de prensa en Buenos Aires en la que anunció la extensión de una cuarentena obligatoria en grandes ciudades debido a la pandemia del coronavirus. 10 abr, 2020. Esteban Collazo/Presidencia de Argentina/via editores de Reuters. Esta fotografía fue provista por un tercero.

En base a esos resultados, el viernes Fernández decidió prorrogar la cuarentena por dos semanas más. En varios momentos de su exposición, el Presidente se refirió al encierro como un camino excluyente. “La única forma que tenemos para preservarnos es quedarnos en nuestras casas”, “la única posibilidad que tenemos es hacer lo que estamos haciendo”, etc. Si fuera así, sería muy problemático.

Tarde o temprano, habrá que salir del encierro. Cuanto más tarde, peor para la economía. A nivel internacional, ya existen protocolos sobre los pasos que se deberían realizar para terminar gradualmente con el encierro. Es decir, no creen que la cuarentena sea la única alternativa, entre otras razones, porque es una alternativa imposible.

A grosso modo, y con las limitaciones que una nota periodística tiene para explicar temas tan complejos, los planes de salida de la cuarentena que ya existen se apoyan en tres pilares: la realización de test masivos, la utilización de aplicaciones en celulares para rastrear posibles focos de contagio y el aislamiento absoluto de las poblaciones de riesgo.

La palabra “test” ha sido el origen de debates en todo el mundo porque no hay suficientes. Naturalmente, los países ricos son los que primero los compran. En la región, la Argentina ha realizado proporcionalmente más tests que Brasil o México pero va muy por detrás de Chile. Esas cifras sugieren que, al mismo tiempo que el Gobierno se adelantó a entrar en cuarentena, quedó rezagado en la adquisición de esos tests. Pero en todos los casos, las proporciones son ínfimas respecto del total de la población. Lo que se pueden conseguir son kits para aplicar ante la sospecha de un foco infeccioso o frente a aglomeraciones inevitables.

La utilización de celulares para rastrear focos infecciosos es el método que, según las publicaciones especializadas, ha funcionado en algunos países asiáticos. Para circular, cada persona debe tener una aplicación en su celular. En esa aplicación debe incluir sus datos personales y los de las personas con las que conviven. Al mismo tiempo, está obligado a informar sobre cualquier síntoma sospechoso.

La aparición de fiebre genera que inmediatamente el enfermo y las personas que viven con él sean aisladas por diez días. De esa manera el Estado evita que los focos se extiendan. Algo de eso se insinuó en la conferencia de prensa cuando Fernández se refirió al tratamiento que se le da a quienes ingresaron al país: se los monitorea mediante una aplicación. Esa palabra -"aplicación"- será muy repetida en las próximas semanas.

El tercer punto es el aislamiento casi absoluto de las personas mayores de setenta años, porque su mortalidad puede aumentar si el resto de quienes viven con ellos deambulan en un ámbito con mayores posibilidades de contagio.

Un trabajador desinfecta la Plaza de Mayo después de que el presidente Alberto Fernández anunciara una cuarentena obligatoria para limitar la expansión del coronavirus (COVID-19), en Buenos Aires, Argentina. March 20, 2020. REUTERS/Matias Baglietto

¿Por qué el Gobierno no empieza a dar señales de que hay un plan para salir en algunas semanas de la cuarentena? No hay una respuesta única. Algunos expertos sostienen que eso ocurre porque no tienen ningún plan. Otros explican que los desafíos de estos últimos días justifican que no lo tengan porque el tiempo es otro de los factores escasos. Otros dicen que hay un plan que empieza a diseñarse, pero que no se puede comunicar en el mismo momento que la extensión de la cuarentena porque sería un mensaje confuso.

En cualquier caso, en las próximas semanas ese será el gran desafío para la cartera de Salud: diseñar un plan sólido para salir gradualmente del encierro. Son decisiones dramáticas. La extensión de la cuarentena esperando el plan perfecto puede llevar al límite la situación económica; pero salir de ella sin el plan perfecto puede producir efectos letales. Los expertos coinciden en que debe haber un plan que hoy, en el mejor de los casos, está en etapa de diseño.

Mientras tanto, Silvina Escudero y cientos de miles como ella esperan con ansiedad algún alivio económico.

Pero, otra vez: no habrá recursos ni tiempo suficiente.

Algunas personas creen que Dios es peronista.

No siempre y no tanto, como se puede ver.

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