La escena, que parece extraída de la campaña política de un candidato corrupto de los años fundacionales, es sin embargo moneda corriente en el año 2018. En efecto, en Santa Teresita, por solo citar un ejemplo, no existe la red de agua potable. Sus napas de agua dulce se encuentran completamente invadidas por elementos tóxicos y por el agua de mar, lo que la hace salada.

Además de ser imposible de beber, el agua que sale de las canillas de los vecinos de La Costa tiene una cantidad tan exorbitante de sal que se echan a perder canillas, tuberías y electrodomésticos. La situación es tan grave que hasta toca ribetes insólitos. Los vecinos con presión alta temen bañarse por la cantidad de sal que les queda en el cuerpo y luego es absorbida por la piel.

 

Incluso en pleno centro, los pisos se baldean con agua salada, lo que pudre en pocas semanas las bases de las heladeras, muebles y electrodomésticos. En un edificio de 135 unidades, el salitre literalmente se comió una llave de paso y explotó un calefón. Aun no se sabe, dado que la mayoría de los propietarios sólo viene en temporada alta, cuántos departamentos correrán la misma suerte.

Como suele ocurrir en la Argentina, el caos atrae el negocio. En medio de este escenario apocalíptico se han creado las condiciones necesarias de un verdadero paraíso para los vendedores de agua embotellada. En los picos del verano, un bidón de agua de 5 litros puede venderse a más del doble de lo que cuesta, por ejemplo, en Pinamar.

Si bien se trata de un problema de larga data, hasta el momento el intendente De Jesús se ha negado a comentar el tema y pareciera no existir una solución a la vista para los ciudadanos del partido de La Costa