Diciembre salvaje

Diciembre salvaje

Por Jorge Fontevecchia

Semana tras semana se hace un poco más verosímil que el plan del kirchnerismo sería perder las elecciones de 2015 frente a Macri, para dejarle a un no peronista varios caballos de Troya.

Desde esta visión, la última señal habría sido la elección en Marcos Juárez, donde el PJ cordobés acusó al kirchnerismo (y personalmente al comprovinciano Carlos Zannini) de contribuir al triunfo de la alianza del PRO con el radicalismo y el Frente Cívico local de Luis Juez, al impedir que el peronismo fuera unido tras un candidato común del PJ y el Frente para la Victoria.

Con igual suspicacia, el kirchnerismo acusa a José Manuel de la Sota de proponerse él mismo como “el Duhalde de 2014” para asumir como presidente de transición (y unión del panperonismo del Frente para la Victoria y del Frente Renovador) este diciembre, cuando –según esta visión extrema– Cristina renunciaría, corrida por una eclosión social con alguna reminiscencia del 2001.

Sostienen que, como De la Sota no quiere volver a ser gobernador de Córdoba (además, tampoco es seguro que fuera electo si se presentara a su reelección) y no puede ser presidente por los votos, se imagina a sí mismo como la figura de consenso del PJ que, bajo el compromiso de no ser candidato, podría asumir la presidencia por un año y “sacrificarse” haciendo todos los ajustes y las correcciones que requiere la economía. Para entregar el poder en diciembre de 2015 a quien surja electo –un peronista que no tenga que pagar el costo político del ajuste– después de haber cortado la ascendente carrera electoral de Macri.

Con maledicencia dicen que De la Sota –como desconfía de la promesa de Sergio Massade llevarlo como vicepresidente de su fórmula, después de todo su cursus honorum– lo único que querría es tener un busto en la Casa de Gobierno y quedar en los libros de historia como presidente.

Pero más allá de especulaciones y acusaciones, lo cierto es que tres días antes de las elecciones en Marcos Juárez, y preocupados por la crisis, se reunieron los gobernadores Daniel Scioli, De la Sota, José Luis Gioja (San Juan), Gildo Insfrán (Formosa)y Eduardo Fellner (Jujuy, quien además es presidente del PJ) junto con el histórico operador político peronista Juan Carlos Mazzón.

En ese cónclave fue donde De la Sota habría expuesto su visión sobre un diciembre trágico y la necesidad de que el PJ cuente con un Plan B. Fue en Córdoba donde en diciembre pasado comenzó la revuelta de la policía autoacuartelada que promovió los posteriores saqueos. Pero es en la provincia de Buenos Aires donde si la mecha se encendiera, las consecuencias podrían no tener límite. Hoy ya hay ocho muertes por arma de fuego por noche sólo en La Matanza, y más de veinte en la provincia. Atribuyen al jefe de Seguridad decir que en caso de disturbios generalizados no cree que la Bonaerense le responda y que le gustaría irse lo antes posible. También Capitanich reiteró su deseo de irse antes de fin de año.

Los conocedores del clima del Conurbano sostienen que si esta vez se repitieran protestas masivas no confluirían hacia la Plaza de Mayo, sino hacia los countries y los shoppings del Gran Buenos Aires.

La propia Presidenta, en su discurso del jueves –donde anunció el nuevo plan de doce cuotas sin interés para consumo de productos argentinos–, se refirió a las profecías de un diciembre salvaje sin hacer mención a De la Sota, sino a Luis Barrionuevo, quien  prepara un paro de 48 horas para octubre o noviembre.

Pero Cristina Kirchner,  al referirse a Barrionuevo,  estaba señalando a De la Sota, porque públicamente   Barrionuevo apoya la candidatura de De la Sota, lo que se interpreta como una convergencia hacia Massa, pues la esposa de Barrionuevo, Graciela Camaño, integra el Frente Renovador.  

Probablemente diciembre sea una falsa alarma más de las que cuenta la fábula del pastor y el lobo. Como bien dice la Presidenta,  todos los últimos diciembres se vino pronosticando fallidamente un estallido social que nunca ocurrió. Pero como en la fábula del pastor y el lobo, si ocurriera, ese día podría ser más letal por haber sido subestimado.  

Tiene lógica que el peronismo esté preocupado no sólo por la crisis económica, sino también porque no coinciden sus intereses con los del kirchnerismo. Si para Cristina que gane Macri y –en su imaginario– volver aclamada en 2019 es una atractiva opción, no lo es para el peronismo, cuyo Plan A es que gane Scioli y su Plan B, que gane Massa, o viceversa, según el momento, pero nunca que gane el PRO.

Nuevamente, los mal pensados suponen que si el triunfo de Macri se encaminara como inevitable, al peronismo le convendría promover algún tipo de conmoción como la de 2001 porque cambiaría el clima político, y alguna forma de peronismo tendría posibilidades de conquistar el poder. Pero esa hipótesis es tan temeraria como la  kirchnerista, porque los K no valúan el enorme costo que tendría para ellos mismos que el peronismo perdiera las elecciones, y los peronistas destituyentes no ponderarían el enorme costo que tendría perder la marca “PJ garantía de gobernabilidad”, porque ya no sería a un gobierno radical o de la Alianza que vendrían a rescatar de su debacle, sino a un gobierno peronista.

Emerge una nueva forma de medir el calendario político: faltan 109 días para fin de diciembre, si se cruza ese Rubicón, después vienen las vacaciones y se llega al otoño con las candidaturas a las PASO más un desdoblamiento de la votación en las provincias que apacigüe a los gobernadores. La inminencia de elecciones, quizás, descomprima.

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