El desconcierto peronista, la quimera kirchnerista y el negocio de Cambiemos

El desconcierto peronista, la quimera kirchnerista y el negocio de Cambiemos

¿Puede la Argentina regresar al bipartidismo, aunque en este caso desde espacios y no partidos? La dificultad para ensamblar peronismo y kirchnerismo cuando juegan a fagocitarse el uno al otro. La comodidad del Pro ante la indefinición opositora.

Entre egos y vacilaciones, el peronismo se devana en reuniones y expresiones declamativas llenas de bienintencionados deseos pero vacías de certezas acerca de cómo va a encarar el próximo turno electoral. Desespera por volver al poder, sin hallar la fórmula y mucho menos el “profesional” que pueda aplicarla.

En esa búsqueda choca con una realidad que para la mitad del partido es una bendición y para la otra mitad una pesadilla: Qué hacer con Cristina Fernández de Kirchner y con el núcleo duro encolumnado religiosamente detrás de la expresidenta.

“No se puede dejar afuera a Cristina de un esquema de unidad peronista”, sorprendió esta semana Julio Zamora, intendente de Tigre y miembro del devaluado Frente Renovador. La opinión del jefe comunal choca de bruces con la de Sergio Massa respecto a compartir espacio con la expresidenta, pero Zamora no hace más que poner sobre la mesa el verdadero meollo de la cuestión.

Cristina sigue siendo la mejor electora entre las figuras que operan en la oposición, pero no le alcanza para ganar la elección. Aún cuando todos son conscientes de esta dicotomía, cualquier ecuación da como resultado el punto de partida. No aparece quien pueda contraponerse a ella, y ella no puede garantizar el triunfo en 2019. Unirse tiene sus riesgos, jugar separados seguras consecuencias negativas para los intereses del PJ.

Lo que vale preguntarse es si el peronismo podrá revertir la tendencia de los doce años de gobierno K y tomar el rol de conductor de un espacio amplio que tenga como actor secundario al kirchnerismo y no a la inversa. Es lo que quieren quienes hoy conducen el partido creado por Perón. No es lo que quiere el espacio nacido al son de la presidencia de Néstor Kirchner y potenciado hasta tomar identidad propia durante el mandato de Cristina.

Con un espejo en el modelo chileno y en los cambios producidos en Europa, el kirchnerismo persigue una utopía que va más allá de nombres propios y de agrupaciones.

El bipartidismo, con eje en el centro y pequeñas variaciones hacia izquierda y derecha en ambos casos (léase peronismo y radicalismo), comenzó a perderse en la Argentina de los 90. Ahora, mientras unos sueñan con el restablecimiento de esa balanza, en el universo K le dan vuelo a la quimera de llevar al país a un sistema bipartito más notoriamente marcado: simplemente que el poder se lo disputen un espacio identificado con la derecha y otro con la izquierda. Una idea que al macrismo le encaja  a la perfección.

La grieta que fomentan, con la misma intensidad, desde el espacio conducido por Cristina como desde el gobierno encabezado por Mauricio Macri sirve como nada a los intereses de ambos en esa intención de posicionarse como las fuerzas políticas preponderantes en los próximos años. Sin embargo, en el corto plazo aparece el macrismo con mejores chances de quedarse con los beneficios.

En contrapartida, más allá de Cristina, el kirchnerismo, generacionalmente, puede esperar un turno más; y en ese tiempo seguir profundizando las diferencias con Cambiemos y apostar a ser la primera alternativa de alternancia en el primer turno electoral de la tercera década del siglo.

Esa es la veredera lucha que afronta el peronismo histórico, sobrevivir e imponerse a una tendencia con la que juegan dos oponentes políticos que en el fondo buscan el mismo horizonte, ser solo ellos los que jueguen en la cancha. Quedar en la ancha avenida del medio en un país que, grieta mediante, juega a los extremos, puede significar el peor de los errores.

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