De la década ganada a la década en disputa

Por Juan Carlos Junio

Se presenta un bravo desafío: defender las conquistas trabajosamente alcanzadas o

echarlas por tierra.

La vertiginosa sucesión de hechos que se desarrollaron esta semana revela el momento histórico que vive la Humanidad en general y Nuestra América en particular.

El 11 de abril se cumplieron trece años del golpe de Estado en Venezuela que se inició con el secuestro del presidente Hugo Chávez, tras el cual se disolvieron los poderes constitucionales y se restituyó el viejo nombre de República de Venezuela, quitando la denominación Bolivariana con la pretensión de poner fin a un ciclo corto de transformaciones sustantivas de la realidad del país caribeño. El intento, que como siempre se ejecutó en nombre de la democracia, duró apenas dos días. El 13 de abril se cumplieron trece años del retorno de Chávez al Palacio de Miraflores, rescatado por una gigantesca movilización popular y fuerzas armadas leales a los principios democráticos y de soberanía popular.

El brevísimo ensayo golpista tuvo escenas y rasgos que se vinculan de alguna manera con la actualidad. En aquella oportunidad, los medios de comunicación hegemónicos reflejaron el ataque a la legalidad constitucional de una manera inusitada y falsa. Mientras se consumaba el secuestro presidencial, los canales de televisión proyectaban dibujos animados (lo que en Venezuela se denomina “comiquitas”) privando a la ciudadanía de información veraz y pertinente sobre lo que estaba ocurriendo en el país. Es decir que los medios de comunicación dominantes no sólo relativizaron el encarcelamiento del presidente democrático, sino que también ocultaron cómo fue rodeada y asaltada la Embajada de Cuba. Los medios hegemónicos tampoco dieron a conocer que grupos enardecidos de derechistas cortaron la luz y el agua de dicha Embajada, aislando de su entorno a esa zona que zona de inmunidad. Mucho menos se difundió que Henrique Capriles Radonski fue quien encabezó la toma de la sede cubana. El nuevo “adalid” de la democracia venezolana fue parte de las fuerzas de choque que violaron las más elementales normas del derecho internacional y de todo principio de convivencia democrática. Léase bien, pues toda Embajada es reconocida como territorio soberano del país que representa. Ni las dictaduras militares que asolaron nuestro continente se atrevieron a tanto.

Asociamos el 11 y el 13 de abril de 2002 a las mismas fechas de 2015 porque este año tuvo lugar, en estas efemérides, la VII Cumbre de las Américas, en la cual el bloque de UNASUR obtuvo una resonante victoria política y diplomática tanto en el ámbito oficial como en los foros paralelos, especialmente en el denominado de la sociedad civil.

El histórico encuentro estuvo signado por dos elementos significativos. El primero, el retorno diplomático de Cuba al concierto de naciones americanas luego de medio siglo tras el deshielo impulsado por la Administración Obama en el séptimo año de su mandato. Segundo, el decreto del mismo mandatario norteamericano declarando a Venezuela una amenaza a la seguridad de los Estados Unidos.

La posición del bloque latinoamericano y caribeño fue de firme rechazo a la insostenible acusación contra el país bolivariano. La sucesión de intervenciones de Jefes de Estado exigió al presidente norteamericano la derogación de ese inaceptable decreto imperial, más allá de haber reconocido en los días previos a la Cumbre que “Venezuela no es una amenaza”.

La Presidenta Cristina Kirchner señaló incluso, parafraseando a Juan D. Perón, “se vuelve de cualquier lugar, menos del ridículo. Y es ridículo considerarnos una amenaza”. Por su parte, el presidente Correa hizo especial hincapié en el papel que juegan los medios hegemónicos de comunicación como actores principales en el trabajo sucio para desestabilizar a los gobiernos democráticos y como vanguardia política y organizativa de las derechas continentales bajo la tutela norteamericana.

El proyecto restaurador del neoliberal-conservadurismo está en plena ejecución aunque hasta el momento se ha revelado ineficaz.

A pesar de los pronósticos agoreros lanzados por temerarias plumas del establishment mediático, la derecha ha sido derrotada en casi todas las batallas electorales, a tal punto que sólo por vía de novedosos golpes de Estado -rebautizados como “blandos”- ha sido posible detener transitoriamente los procesos de transformación en Honduras y Paraguay.

La retahíla de pronósticos de “fines de ciclo” encontró este domingo 12 de abril una nueva desmentida de las encuestas que auguraban el triunfo de Juan Carlos Romero –expresión del rancio conservadurismo y referente del proyecto de Sergio Massa– frente al actual gobernador Juan Manuel Urtubey. También Mauricio Macri dio un primer paso en falso al fotografiarse a pura sonrisa con Guillermo Durand Cornejo, quien perdió las PASO para intendente de la capital salteña a manos del massista Gustavo Sáenz. Lo que los medios anticipaban –“¡de una vez!”- como el inicio del fin del ciclo kirchnerista vino a engrosar el patético listado de verdades fallidas promovidas por el poder mediático.

Si colocamos el análisis en una perspectiva de mediano plazo, se aprecia que la sucesión de operaciones contra el gobierno, paradójicamente, ha tenido el efecto contrario: su creciente fortalecimiento. Por caso, desde las lejanas portadas de Clarín acerca de las valijas de Antonini Wilson con que Cristina inició su primer mandato, pasando por las sucesivas corridas cambiarias, las “inminentes devaluaciones”, las “hiperinflaciones explosivas”, “los buitres que nos devorarían”, hasta la oscura muerte del Fiscal Nisman. En los fallidos pronósticos de derrota para cada nueva ronda electoral, la oposición expresa su impotencia, particularmente en la ausencia de una propuesta coherente para gobernar el país.

Cierto es que hay desafíos próximos y asignaturas pendientes y nadie debe soslayar esta realidad. La década ganada para la región se encuentra hoy en una nueva fase que –como señala el economista Alfredo Serrano Mancilla- pudiéramos denominar “década en disputa” que pone en juego las conquistas alcanzadas en estos impensados años de avances en un proyecto de Patria Grande americana sustentado en la soberanía política, la integración de los sures y la justicia social.

Se trata de sostener el rumbo y acelerar la marcha con vistas a que el neoliberal-conservadurismo y su secuela de atraso social y oscurantismo cultural queden archivados en el arcón de los recuerdos. El desafío próximo es defender las conquistas trabajosamente alcanzadas en este luminoso, contradictorio y prometedor siglo XXI.

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