Cuenta regresiva

Cuenta regresiva

El restablecimiento de la hegemonía neoliberal y de los Estados Unidos en la región se expresó en la actitud de esta semana contra Venezuela. En una decisión que retrotrae a la expulsión de Cuba en los 60, la OEA desconoció al presidente Nicolás Maduro, quien el jueves asumió su segundo mandato presidencial. 

Pero no fue por unanimidad ni mucho menos. Los representantes de 19 países votaron con Washington, mientras que hubo once abstenciones y cuatro lo hicieron a favor de Venezuela. Neoliberalismo equivale a intervencionismo pronorteamericano, que en la historia ha sido nefasto para los países latinoamericanos. La noche anterior a la votación, los delegados de los países aliados a Estados Unidos fueron recibidos y aleccionados en la Casa Blanca por el vicepresidente Mike Pence.

Desde el pomposo y carísimo country de Cumelén en Villa La Angostura, donde está de vacaciones desde el 20 de diciembre, Mauricio Macri se dedicó a tuitear contra Maduro: “No te reconocemos”. Entre tuit y tuit se reunió con algunos de los gobernadores que quieren desdoblar las elecciones.

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El miércoles había cenado con la reina Máxima y el rey Guillermo de Holanda que también se alojan allí. Pero el jueves fue una jornada un poco más agitada en las extensas y lujosas vacaciones presidenciales. Ese día multitudes protestaron en todo el país contra los tarifazos que mantienen por el cielo a la inflación y que generan miles de nuevos pobres y excluidos.

La marcha de las antorchas del jueves a la noche fue ignorada por los medios oficialistas que la etiquetaron como kirchnerista. Pero la composición de esas marchas fue cambiando en estos tres años. El traslado a la oposición de las agrupaciones de militantes hizo que muchos no se adaptaran y fueran alejándose. En cambio se activó un sector enojado por la situación económica que se ve en estas marchas y en los ruidazos.

En la marchas del jueves participó mucha gente que reconocía públicamente haberse equivocado al votar a Cambiemos en el 2015. Esa especie de confesión se escuchó muchas veces en voz alta y en medio de los aplausos de los demás manifestantes. En muchos aspectos, no es el mismo país que el del 2015. El mapa de los problemas más acuciantes es nuevo. Y los protagonistas de esas historias representan realidades nuevas.

La estrategia electoral que anuncia el oficialismo será responsabilizar a otros por esos problemas, ya sea la crisis internacional que no supieron prevenir, el clima que arruinó las previsiones de cosechas o la consabida “pesada herencia”. Es una estrategia ya vieja. La usaron desde el principio y a esta altura solamente el núcleo duro más gorila y macrista la puede asumir.

Pero está demostrado que en este país puede pasar de todo, como lo refleja la lluvia de encuestas que dan resultados para todos los gustos. Se puede sacar algún común denominador, mínimo. Por ejemplo, las encuestas instalaron un escenario con Macri y Cristina Kirchner como principales candidatos. En algunos gana por poco la ex presidenta. En otros gana por poco Macri en segunda vuelta.

La ex presidenta fue ganando imagen positiva y perdió imagen negativa, en la que es superada en todas las encuestas por Macri, incluso en las que lo dan como ganador. O sea que, según estas encuestas, lo votarían incluso algunos que tienen una imagen negativa suya. Evidentemente sería así porque tendrían una imagen aún más negativa de la ex presidenta. En esa lógica, si Cristina Kirchner fuera candidata, no necesitaría bajar su imagen negativa, sino que bastaría con lograr que la de Macri sea peor.

Pero la ex presidenta hasta ahora no ha dicho si será candidata. Los cambios en las encuestas y en la mirada de la sociedad se produjeron sin que Cristina Kirchner moviera un dedo para que sucedieran. Mantener el silencio, o por lo menos no aparecer como candidata, ha sido una decisión que funcionó como estrategia frente a la fuerte presión de dos factores. El primero es el asedio judicial al que es sometida con su familia por jueces y fiscales del oficialismo. El segundo es la profunda crisis económica que provocó el gobierno de Cambiemos, la destrucción del Estado y el empobrecimiento de la sociedad.

Más allá de emitir varios comunicados o cartas sobre la situación, la ex presidenta no mostró la intención de ponerse a la cabeza de la oposición. Nadie podrá acusarla de pretender eternizarse o de haber disputado espacio y poder para ocupar ese lugar.

Hasta ahora, Cristina Kirchner no es candidata. Las autoridades del PJ, el kirchnerismo y el moyanismo le han pedido al massismo que se integre con ellos en una sola interna. Los precandidatos Agustín Rossi y Felipe Solá, así como Pablo Moyano se manifestaron en ese sentido.

Sergio Massa no respondió oficialmente, pero se desplaza hacia una alianza por fuera de esa convocatoria, aunque la realidad le es esquiva, así que todo está por verse. El gobernador de San Juan, Sergio Uñac, que se había mostrado en las reuniones de gobernadores con Massa, llegó a un acuerdo de unidad con José Luis Gioja. Lo mismo el gobernador de Chubut, Mariano Arcioni, que acordó ir junto al Frente para la Victoria, con una ley de lemas. Y el gobernador de Tucumán, Juan Manzur, no quiere arriesgar un alineamiento con el massismo para no provocar el respaldo abierto y en campaña de Cristina Kirchner a su rival José Alperovich.

Son nueve las provincias que ya decidieron desdoblar las elecciones provinciales de las nacionales y otras ocho, entre las que se cuenta la provincia de Buenos Aires, prácticamente ya lo tienen decidido. Entre todas ellas están Mendoza, Jujuy y Corrientes, además de Buenos Aires, que son gobernadas por Cambiemos y no quieren llevar en sus boletas el voto nacional a Mauricio Macri.

“Ibamos bien, hasta que nos pasó esto de la economía” fueron más o menos las palabras de la vicepresidenta Gabriela Michetti. Esto de la economía está levantando polvareda en todas las formaciones políticas. Los procesos y los candidatos que se pensaban ante de que sucediera esto de la economía han sido trastocados.

Y como sucede en política, los melones se acomodan de abajo hacia arriba. Desde los intendentes hasta los gobernadores que buscan sostener sus posiciones en el territorio. Y al final, las candidaturas nacionales serán las que más se ajusten a esa premisa.

La decisión de María Eugenia Vidal de despegar las elecciones provinciales de las nacionales provocó una tormenta en la Casa Rosada. Marcos Peña fue a la casa de Elisa Carrió, inexistente en todas las encuestas, para que rechace el desdoblamiento. Macri se reunió el jueves con los gobernadores de Mendoza y Jujuy para pedirles que no desdoblen. Pero “esto que nos pasó en la economía” resquebrajó el verticalismo indiscutido de Cambiemos con Macri y los gobernadores no han depuesto su rebeldía.

Marcos Peña sacó entonces de la manga una encuesta de Isonomía que le da a Macri una diferencia de seis puntos sobre Cristina Kirchner en la primera vuelta. La usan como argumento para convencern a los gobernadores de que con sus apoyos se podrían sumar en la campaña los cuatro puntos que le faltan para ganar en la primera vuelta sin necesidad de la segunda.

Todo puede pasar en sociedades que son laboratorios de nuevas técnicas y sistemas de comunicación que alteran comportamientos conocidos en la política. Pero los números de esta encuesta parecen dibujados ad hoc para que Macri impida la fuga de los gobernadores que debilita aún más su candidatura.

Si estos números fueran funcionales no se habría planteado la fuerte disputa con la gobernadora María Eugenia Vidal. Nada sería mejor para los gobernadores que una candidatura nacional que traccionara sus propios nombres. Pero otras encuestas señalan que Vidal sólo tiene posibilidades de ganar si despega de la fuerte caída de imagen de Macri en el distrito bonaerense. Estas cifras muestran que al separar las elecciones, Vidal tendría posibilidad de sumar hasta diez puntos.

“Esto de la economía” se va a poner peor a lo largo del año que apenas empezó porque las caídas se producen como una bola de nieve. Y de la misma manera, los escenarios se pondrán cada vez más difíciles para el oficialismo. No es una adivinanza ni una expresión de deseos sino una lectura de los hechos.

Pero pocas veces como ahora, las élites se han comprometido tanto con un gobierno. Además tienen un contexto regional de gobiernos derechistas que restablecieron la hegemonía norteamericana que los favorece. Cambiemos no es una fuerza política democrática a pesar de que fue elegida democráticamente. En las elecciones de 2015 usó promesas falsas, trampas mediáticas, ofensivas judiciales sin sustento y campañas de difamación en las redes. Desde el gobierno persiguió a la oposición, compró voluntades, copó gran parte del Poder Judicial, desnaturalizó los organismos de control ocupándolos con ultraoficialistas, favoreció a las empresas de sus miembros y destruyó medios críticos.

Sería ingenuo pensar que con esos antecedentes Cambiemos aceptaría en forma resignada un resultado contrario en las urnas. Queda un tramo corto hasta las elecciones, pero en el que todavía pueden intentar medidas desesperadas como intensificar la persecución judicial a Cristina Kirchner y su familia. Habrá que esperar una campaña sangrienta desde el oficialismo.

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