Cuando la basura se hace humo

Iniciativas. La columna de Carola Sainz.

Ya es un hecho. La Legislatura porteña aprobó modificar la ley de Basura Cero, votada en 2005, en la que se prohibía quemar residuos. Con la reforma, el proyecto del Ejecutivo habilita la incineración de basura para transformarla en energía a través de un proceso llamado termovalorización. Todavía no está definida la ubicación de las plantas y se discuten los alcances de su impacto ambiental. Según el texto aprobado, “la incineración se hará en hornos apropiados con múltiples sistemas de control”. También se prevé la creación de un organismo encargado de fiscalizar el nivel de las emisiones producidas durante la combustión en las plantas. Este cambio se presenta como una salida ante el casi inminente colapso de los rellenos sanitarios del CEAMSE, “sin descuidar el trabajo de los recuperadores urbanos”, se informa.

Sin embargo, para los ambientalistas, la incineración de residuos sólidos urbanos (RSU) con recuperación de energía, conocida mundialmente como Waste to Energy (WtE) no es una tecnología renovable ni limpia. “La basura domiciliaria no es un recurso renovable. Su combustión genera gases de efecto invernadero y sustancias peligrosas para la salud y el ambiente”, concluye la Fundación Ambiente y Recursos Naturales. Para FARN, esta técnica es cara (cuesta entre un 35% y 50% más que el relleno sanitario más moderno); requiere de subsidios estatales (los costos de capital y de operación no alcanzan a ser financiados por la venta de energía a precios de mercado) y compite con el reciclado y la denominada Economía Circular, hoy contemplada por las propuestas más modernas para el tratamiento de residuos. ¿Qué implica esto? “Reutilizar y reciclar la mayor cantidad de basura y darle un nuevo uso, la mayor cantidad de veces posible, justamente, sin incinerar, porque inicinerando no se recupera nada”, explica Aleandra Scafati, directora de EcoMujeres y especialista en sustentabilidad y cambio climático.

Y aquí comienza el debate con las ongs ambientalistas y las cooperativas de recicladores urbanos, que además ven peligrar el trabajo de los cartoneros. Aunque el gobierno anuncia que sólo va a tratar la parte “orgánica” de los residuos, “la incineración por combustión requiere de reciclables, papel y plástico, para tener eficiencia energética, sino no va a generar nada de energía, con lo cual se perdería el subproducto del tratamiento”, aclara la experta.

La polémica ya está instalada. Mientras la Cámara Empresaria de Medio Ambiente (CEMA) considera que la potencial reducción del reciclado sería un efecto no deseado ante el incremento del WtE y propone “focalizar la quema en residuos no reciclables, calcular, entender y comunicar que el costo del nuevo plan de acción podría ser mayor que el actual y prever su impacto presupuestario”, organizaciones como Greenpeace denuncian que “quemar basura producirá un aumento en las enfermedades respiratorias”. Lo cierto es que, al ser insuficiente la separación en origen, en cada casa, pilas, baterias, artículos de limpieza y otros productos tóxicos terminarían incinerados. Esto puede generar emisiones de plomo, mercurio, furanos y dioxinas, altamente contaminantes, se advierte, además de emisiones de gases de efecto invernadero.

Hay voces a favor y en contra de la incineración de residuos.

“Vamos a copiar el modelo de gestión de residuos del Primer Mundo, dicen, pero haciendo todo al revés”, se lamenta Raúl Poggio, técnico en gestión ambiental. ¿Qué ocurre a nivel internacional? Si bien existen plantas de termovalorización en Japón, Alemania, Francia, China, Rusia y Estados Unidos, desde 2017 la Unión Europa retiró subsidios y comenzó a desalentar la incineración como fuente de energía renovable al tiempo que impulsa la Economía Circular para fortalecer la prevención y el reciclaje de RSU.

La incineración, en nuestro país, aparece como una solución superadora a los rellenos sanitarios y los basurales a cielo abierto. “Pero hoy existen métodos como la tecnología de reconversión catalítica o biodigestión y la producción de syngas en ausencia de combustión, por ejemplo, que respetan el reciclado de lo reciclable, generan subproductos y biocombustibles y no tienen un impacto negativo ambiental ni económico”, concluye Scafati.

Concientizar y no contaminar van de la mano. Como ejemplo, apenas una acción que incide en el cuidado de la playa. Después de dos años de activismo, Gastón Caminata, presidente de Big Human Wave, logró que el Consejo Deliberante de Pinamar prohíba el uso y comercialización de sorbetes y vasos de plástico en todo el partido. Las pajitas son el cuarto ítem más encontrado en el océano. Una basura menos que no se hace humo ni va a parar al mar.

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