Cuando 9,6 es un aplazo

Cuando 9,6 es un aplazo

Por: Mario Wainfeld. Tremendo índice de desempleo, lo peor está por venir. Cuando buscan hasta los que tienen trabajo. Indicadores numéricos y sensación térmica de la calle: todos dan mal. Los números de la City versus la economía real. La injusta distribución del esfuerzo: darwinismo económico. Gestos de unidad en la resistencia cuando comienza la semana de huelgas.

El desempleo en los grandes conglomerados urbanos rasguña el 10 por ciento según guarismos oficiales del segundo trimestre. Superará los dos dígitos, todo lo indica. Agravarán el cuadro la inflación colosal de julio y agosto, la superior que se espera para septiembre, el traslado a precios de aumentos de tarifas y combustibles. Hay que remontarse décadas atrás para encontrar precedentes tan tremendos.

El contorno de la caída del empleo se conoce: acentuado en el Conurbano bonaerense, con visos de catástrofe en la industria, particularmente en la textil y la metalúrgica. Los análisis críticos lo anunciaban desde que arrancó la presidencia de Mauricio Macri. Su séquito de economistas y opineitors, a regañadientes, viene reconociendo lo innegable desde hace meses.

El empleo informal añade otro dato preocupante. El impacto de la crisis pega más duro en las changas que en los empleos registrados. Cuando se leen con cuidado los indicadores se percibe que buscan trabajo aun los que tienen la suerte de laburar. En criollo, el sueldo no les alcanza para vivir.

La coyuntura se debe leer también con datos que llegan de las calles, los sistemas educativos y de salud, los comedores populares. El universo de la gente de carne y hueso, una millonada. Lo que late y trata de sobrevivir más allá de la City financiera. 

Se incrementa el número de comedores y merenderos, aún en parajes donde no funcionaban o no hubo jamás. Las provisiones escasean entre otros motivos porque el flujo de requirentes se engrosa más rápido que las respuestas gubernamentales. Más chicas y chicos se quedan a comer en las escuelas, a hurtadillas se llevan parte de sus raciones (insuficientes de por sí) para la cena con la familia.

Se ralenta o paraliza la entrega de remedios a hospitales, en los que se nota que hay pacientes que discontinúan tratamientos porque el viaje “les duele”.

Un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) grafica el sadismo del mercado de medicamentos, una muestra de cómo funciona el capitalismo salvaje. La inflación en el rubro remedios es superior a la media. El gap crece para los medicamentos que necesitan las personas de tercera edad. Todos tenemos que poner el hombro, preconiza Macri, pero los vulnerables son quienes más se sacrifican.

En medio de la caída, la Nación se empeña en Cruzadas hueras de sensibilidad social. Mantener congelado el Fondo de Incentivo Docente, suspender el Fondo Compensador que ayudaba a las provincias más pobres a sostener el salario de los maestros. La Casa Rosada se ilusiona con suprimir el subsidio al transporte intraprovincial.

La aspiración del macrismo es llegar al déficit cero, cuenta engañosa porque no incluye los servicios del pago de la deuda externa, a esta altura el mayor gasto para 2019.

La devaluación del peso, explican con desparpajo los gurúes de la derecha, es exitosa: no se trasladó en su totalidad a salarios ni a precios. Iupi. La competitividad ha mejorado, si se confía en la pedagogía neoconservadora. Antaño decían que la mayor competitividad mejoraría la oferta de trabajo. Hasta hoy, esa te la debo…

La inflación combinada con recesión vino para quedarse: los pronósticos de la derecha la prolongan hasta mediados del año próximo. Cualquier persona con dos dedos de frente sabe que será más duradera.

Una economía devastada, con creciente capacidad ociosa, las secuelas sociales y familiares de la falta de trabajo, el desbaratamiento de las cadenas productivas… Los argentinos saben cuánto cuesta remontar porque esta historia ya se vivió. Los flagelos construyen un círculo vicioso que no cesará si el dólar baja un peso o dos. O si el dibujo del Riesgo país muestra una faz más risueña para la elite y sus claques.

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Reactivaciones míticas: Tres o cuatro jornadas de menor cotización del dólar colman de euforia a los palcos VIP. Ni le cuento si baja el riesgo país o mejora el precio de los bonos argentinos. “Se desactivó la bomba de las Lebac” se embriagan de gozo exégetas del sistema financiero. Nada es digno de ser tomado en serio. 

La especulación espera su momento, que puede tocar el lunes próximo o en un mes. La falta de regulaciones la propicia. Las bicicletas financieras no abandonaron la Argentina: están en boxes, atentas a una nueva oportunidad.

La economía real es arisca a reaccionar mecánicamente.

Pongamos, con piedad, entre paréntesis cómo se nutre de material explosivo a la bomba de la deuda externa. Miremos, “apenas” a la economía real. Vayan unas preguntas. Sarcásticas, usted perdone.

¿Cuántos comercios o fábricas reabrirían con diez o cien puntos de reducción del Riesgo País?

¿El desempleo revierte si la cotización del dólar en vez de duplicarse en un año, se eleva en un modesto 95 por ciento?

Las reducciones de esta semana: ¿generaron una correlativa baja de precios en productos que habían subido semanas atrás? Constituiría una innovación: es extraño que eso suceda en la Argentina.

Con Lebacs desactivadas y dólar a la baja: ¿Uber, Rappi y tantos call center contratarán personal en relación de dependencia?

El ministro de Energía, Javier Iguacel, ¿maquina un mecanismo de modificación cotidiana de tarifas de gas y electricidad al vaivén del billete verde? ¿O solo conoce acelerar y trepar?

Una última pregunta con sorna mientras le prometo que el párrafo próximo empieza con una ironía. ¿Alguien cree que el dólar a fin de 2019 costará lo mismo o un cachito menos que hace una semana o diez días? Así lo programa el Presupuesto nacional, la palabra del devaluado ministro de Hacienda Nicolás Dujovne.Las previsiones para el Fondo Monetario Internacional (FMI) acarrean pobreza y disgregación. Sus cálculos son inverosímiles.

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Sin piedad para los débiles: Cuentan en quinchos futboleros que Jorge Sampaoli se pegó una palmada en la frente cuando Macri rectificó su discurso sobre el mejor Gabinete de la historia, resignándose a ser “un equipo con buenas intenciones”. “¿Cómo no se me ocurrió a mí?” clamó al cielo y hasta pensó en pedir su reingreso como técnico de la Selección. No ganamos, pero le pusimos actitud.

En dos años y medio Cambiemos se desplazó del eficientismo a la pavada. El presidenteacomoda el discurso a las circunstancias. Entre la pobreza cero y el déficitceromedia más que una palabra de diferencia. El supermercado del mundo vende segundas marcas a los argentinos, con facturación en descenso.

Todos vivimos por encima de nuestras posibilidadesrepiten en canon funcionarios de diferentes graduaciones. El guión aprendido excluye explicar en qué consiste el derroche de los ricos, ni hablar de cómo se le pone coto. Gastamos de más y quienes lo hacen son los inefables Cacho y Doña María.

Se trasfunde dinero de la Argentina al FMI, de las provincias a la Nación, de los usuarios a las concesionarias de servicios públicos. Los peces grandes se comen a los chicos mientras mutan sus tamaños relativos. La jerga de derecha suele soslayarlo pero la desigualdad también crece porque es inherente al modelo. Tijera macrista recorta mucho más que ñoquis o grasa militante en el Estado. Se caen prestaciones, servicios, mecanismos de articulación federal. Aumentan enfermedades y desatenciones, día a día se agravan la desnutrición y la obesidad, la carencia de vacunas o medicamentos. Caminos ya recorridos, con desemboques predecibles.

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Cuanti y cuali: Los índices de desempleo, subempleo y los detalles anexos llegaron a la tapa de los diarios. No develan nada nuevo para cualquier observador atento, solo cuantifican lo archiconocido. Asimismo se sabe que en junio, último mes de la medición, empezaban a “pasar cosas”: los relámpagos de la tormenta, la primera fase de la turbulencia. Los meses posteriores acentuaron la caída libre, el sufrimiento social, la brutalidad del ajuste. Lo peor viene pasando, todavía no se tocó fondo… las mediciones oficiales lo reflejan con delay.

Se reiteran semana a semana medidas de acción directa, protestas transversales, en un espectro extendido de clases sociales. Más de 2000 personas (cerca del 4 por ciento de su población total) se movilizan en Chacabuco, en el epicentro de la Pampa sojera bonaerense. Era un fortín “del campo” durante el conflicto de las retenciones móviles, plebiscitó a Macri en 2015. Perjudicados por su política económica, comienzan a enfrentarlo.

El Municipio de Rosario, bastión del socialismo gobernante, engrosa la lista de ciudades que decretan la emergencia económica. La Matanza, territorio peronista, adopta una medida similar. 

Las tomas de establecimientos o edificios públicos constituyen otra constante tanto como las zonceras pronunciadas por funcionarios macristas. La vicepresidenta Gabriela Michetti se alza con el cetro en esa disciplina: no se comprende si es ignorante o aviesa… tal vez corresponda una repuesta ecléctica. La gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal es más sospechosa de mala fe cuando miente sobre los Astilleros Río Santiago. Pretende creer que bota yates o algo por el estilo. Al despido se añade la falta de respeto. 

Las víctimas protestan, eventualmente se las apalea, la rutina transita un borde peligroso: puede desbarrancarse en cualquier momento.

La huelga general convocada para pasado mañana por la Confederación General del Trabajo (CGT) pondrá en escena la disconformidad social (ver asimismo nota aparte). 

El Gobierno prepara respuestas, subterfugios, coartadas. Reclamará en nombre de “la gente que quiso ir a trabajar y no pudo” por los paros de transportes. El rebusque apesta a viejo. Macri y su equipazo tendrían que reparar en cuántos argentinos no podrán ir a sus laburos el martes, con o sin huelga. Mujeres y hombres que quieren trabajar pero no consiguen empleo. Una muchedumbre cuyo número crece, víctima de la política económica de un gobierno para pocos.

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