El cristinismo ya habla de una salida anticipada: Schiaretti y Lavagna serían los pilotos de tormenta

El gobierno de Mauricio Macri afronta una etapa de debilidad extrema. Las cuentas no cierran, la inflación y el dólar se le escapan, y a única receta a mano que se recomienda a la población es el "sacrificio". 

Ya el gobierno de Cambiemos debió recurrir a la reinstalación de las retenciones, a pesar de haber jurado y perjurado que jamás las aplicaría. Fue una más de las tantas promesas de campaña incumplidas, junto con la “revolución de la alegría”, el “fin del impuesto a las ganancias”, la “pobreza cero”, la “lluvia de inversiones” y otras tantas falacias que se las llevó el viento.

Este jueves avanzó un paso más hacia el desfiladero, y autorizó a los bancos a tomar los depósitos en dólares de los ahorristas para financiar al Tesoro Nacional, medida que estaba explícitamente prohibida habida cuenta de los antecedentes gravísimos que dejó al fin de la convertibilidad y la instalación del corralito. 

La medida expresa liquida la escasa confianza que aún existía en la sociedad, y revela la poca convicción de las autoridades de que los exportadores liquidarán en los próximos días los dólares de la venta de la cosecha gruesa, en contradicción con sus declaraciones públicas de las últimas semanas. 

Es que este gobierno anuló la obligación de liquidar esas divisas en los bancos nacionales, por lo que no existe una normativa que los obligue a hacerlo. Y, sin presión, no se entiende muy bien la razón por la cual el campo vendería esos activos, cuando la hiper es un escenario que no puede descartarse ante la inacción oficial.

También ha comenzado a sonar en las últimas semanas un término poco grato para los argentinos: el default. Sin invocar a los demonios, ningún economista serio se ha animado a descartar un escenario de hiperinflación y/o default, habida cuenta del desacierto en el manejo de las finanzas públicas. Ni Melconián, ni Broda, ni Prat Gay, ni Nielsen... Y ni qué hablar de la oposición mas radicalizada. Las cosas están mal, pero los augurios son aún mucho peores. 

El jueves, en un programa radial, Jorge Dorio entrevistó al jefe del bloque parlamentario del RPV / Unidad Ciudadana, el senador neuquino Marcelo Fuentes. 

El diálogo estuvo lleno de definiciones picantes, sobre todo cuando el senador coincidió con el periodista en que, en realidad, lo que se estaría armando no seria una Alternativa V -con María Eugenia Vidal como candidata-, sino L o S -por referencia a Roberto Lavagna y Juan Schiaretti respectivamente-. La hipótesis que sostiene un sector significativo del cristinismo indica que el economista, en realidad, no estaría apostando a su propia candidatura, sino a facilitar una alianza, que incluiría a Alternativa Federal, el socialismo, el radicalismo, el gran empresariado -liderado por Techint- y varios sindicalistas del espacio de los "gordos", para favorecer una conclusión anticipada del gobierno de Mauricio Macri, y facilitar la convocatoria de una asamblea legislativa. En el razonamiento de Fuentes, el presidente emergente sería Juan Schiaretti -luego de su casi segura reelección-, en tanto que Roberto Lavagna se desempeñaría como "superministro". 

El periodista dejó picando, a la vez, el rumor que circula desde hace unos días, y que indica que la multinacional italiana con sede en la Argentina, gravemente afectada por los instrumentos jurídicos del presidente, considera una compra masiva de dólares para llevar su cotización a más de 50 pesos.

La hipótesis sostenida por Fuentes y Dorio, para muchos, podría ubicarse en el terreno de la ciencia ficción, ya que el propio cristinsmo ha reafirmado una y otra vez su voluntad de que el actual gobierno cumpla su mandato hasta el último día. 

Pero lo cierto es que se percibe un clima enrarecido que atraviesa a toda la sociedad argentina. Y que, más allá de las especulaciones de los actores participantes, el gobierno deberá apelar a estrategias bastante más creativas para evitar que aumente el descalabro actual.

El presidente no lo ignora, pero sus palabras no resultan tranquilizadoras. Le confesó públicamente a Julio Vargas Llosa que no tiene un Riquelme a mano para cambiar las cosas con la velocidad que se requiere, y reafirmó varias veces que no existe un plan b en lo económico. 

Las aguas están movidas. Tal vez un cambio de gabinete pudiera ayudar a tranquilizarlas un poco. Pero, al ser Dujovne un ministro respaldado por el FMI, su recambio está descartado. 

Durante las últimas horas, los rumores de toda clase fueron la clave. Pero el fantasma del corralito y la apropiación de los depósitos de los ahorristas lejos están de alentar la calma y el retorno de la confianza.

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