Cristina y su intento por pulir un relato oxidado

Por Fernando Laborda 

La contundente desestimación por parte del juez Daniel Rafecas de la denuncia del fiscal Alberto Nisman contra la Presidenta y el canciller pudo haber contribuido al tono llamativamente mesurado que exhibió anoche Cristina Fernández de Kirchner en el mensaje que pronunció tras la asunción de sus nuevos ministros.

No es improbable que ese mismo tono, más sereno y menos agresivo que el de las últimas semanas influidas por la Marcha del Silencio del 18-F, signe también su tan esperado discurso de este domingo ante la Asamblea Legislativa. Nada de eso, sin embargo, dará cuenta de rectificaciones importantes en la gestión del Gobierno y mucho menos de un cambio de rumbo.

No pocos dirigentes kirchneristas expresaron en sigilo su preocupación por la furiosa reacción de la Presidenta tras la multitudinaria movilización en homenaje a Nisman. Sus ataques directos a jueces y fiscales, sus denuncias de un golpe y su ninguneo respecto de la marcha no sólo provocaron una caída en la imagen presidencial. También encendieron luces de alarma en hombres de su partido que, más allá del sentir de la primera mandataria, tienen como principal mira la contienda electoral. El deseo de esos dirigentes por estas horas es que Cristina Kirchner se decida a bajar algunos cambios en su pelea de todos los días contra todo aquel que disienta públicamente de sus actos de gobierno.

Es probable que la primera mandataria haya escuchado algunos consejos para moderar su discurso. Es muy lógico también que cayera en la cuenta de que el desgaste al que había sido sometido su jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, terminaba minando aún más la credibilidad de su gobierno. Es improbable, sin embargo, que la moderación se imponga por mucho tiempo sobre la acostumbrada crispación que deriva del estilo K.

La llegada del incombustible Aníbal Fernández a la Jefatura de Gabinete no representará cambio de fondo alguno en la gestión gubernamental. Apenas constituirá un intento por pulir el relato. Un relato cada vez más oxidado por los baños de realidad.

Capitanich aportó una tenue cuota de renovación con sus conferencias de prensa diarias. Fue asimismo el jefe de Gabinete que mejor cumplió con la obligación constitucional de concurrir una vez por mes al Congreso de la Nación. Sin embargo, contrariamente a lo que algunos pronosticaron cuando un año y tres meses atrás asumió en reemplazo de Juan Manuel Abal Medina, no fue más que un triste y esforzado vocero que buscaba aferrarse, no siempre con convicción, al guión dictado por la Presidenta.

La designación de Eduardo "Wado" De Pedro en la Secretaría General de la Presidencia consolida el desembarco de La Cámpora en el Gobierno y confirma la radicalización y el aislamiento de la fuerza gobernante.

Cristina Kirchner sabe que su futuro no se dirimirá tanto en las urnas como en los tribunales. Sabe también que ayer, con la decisión del juez Rafecas, ganó una batalla importante -aun cuando habrá que esperar el resultado de la apelación que interpondrá el fiscal Gerardo Pollicita ante la Cámara Federal-, pero que la esperan la causa Hotesur y las desventuras judiciales de Amado Boudou.

Se descuenta que los principales objetivos para lo que queda de la gestión cristinista pasan por blindar su retirada del Gobierno -algo que necesariamente derivará en más choques con el Poder Judicial- y por transferirle a la próxima administración nacional los grandes desequilibrios económicos, de manera que quien suceda a Cristina Kirchner se encuentre con un campo minado.

No hay a estas alturas mayores incentivos en el cristinismo para efectuar rectificaciones en el rumbo. Hay plena conciencia de que, a medida que nos acerquemos a las primarias abiertas (PASO) de agosto, los costos políticos de cualquier medida rectificadora en materia económica podrían ser inmediatos para el actual gobierno, en tanto que sus beneficios serían recogidos por la próxima administración.

No cabe esperar, entonces, sólo cinco meses antes del inicio del calendario electoral nacional, acuerdos con los llamados fondos buitre, en tanto que los anuncios del titular del Banco Central, Alejandro Vanoli, acerca de la posibilidad de buscar financiamiento internacional podrían dividir al Gobierno y chocar con el mito del desendeudamiento que durante tanto tiempo se preocupó por sembrar el cristinismo..

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