El coronavirus, la deuda, FMI y el petróleo, en la mirada oficial

El coronavirus, la deuda, FMI y el petróleo, en la mirada oficial

La epidemia ataca también la economía del mundo y abre demasiadas incógnitas para la negociación de la deuda. El temor argentino a quedar impactados por un cambio global en el valor de los activos.

El diálogo, con un hombre protagonista directo del manejo de la economía dentro del Gobierno (y de los pocos consejeros directos que tiene el Presidente), se dio el lunes en medio de la tormenta que golpeaba a los mercados:

Periodista: Buenas tardes. ¿Cómo andas?

Funcionario: Mal de muchos consuelo de crónicos...

P.: Duro el día hoy, ¿no?

F.: Muy. El coronavirus es un catalizador que está provocando que se expresen problemas estructurales de sobre valoración de activos.

P.: Eso parece, ¿no? El tema es cuanto durará el proceso. ¿Qué crees?

F.: No lo sé. Si llega a desencadenar un cuestionamiento a los países sobreendeudados, mucho... si se limita a los activos privados menos...

P.: Me ponés más nervioso. ¿Vos decís que negociar deuda para el peor emergente de todos como nosotros en estas condiciones parece una odisea?

F.: Pro and cons. Tasas más bajas les permite esperar a los fondos. Tasas más bajas hace más fácil que acepten una oferta más exigente.

P.: ¿No crees que el FMI puede acelerar la negociación con esta crisis?

F.: No. Los tiempos ya están pautados.

El ejemplo sirve para entender hasta que punto el Gobierno teme que el cisne negro del coronavirus, que en el principio algunos creyeron que podía hasta convertirse en una ventaja para la negociación de la deuda que el país lleva adelante, ahora puede terminar complicando todo el esquema.

El Gobierno se acerca a las fechas que se había impuesto para avanzar con la oferta y hay dudas que no se terminan de despejar. La convocatoria por decreto a la reestructuración de bonos por casi u$s68.800 millones que hizo Alberto Fernández, facultando en eso a Martín Guzmán es un paso técnico que muestra el listado de títulos que quedan sometidos al canje pero que no aporta datos sobre la esencia de esta negociación. Es decir, la oferta que ya debería haber llegado a oídos de los fondos tenedores de deuda argentina viene demorada y en medio de ese proceso estalló esta crisis viral-financiera que tiene el potencial de peligro necesario para impactar en la negociación.

La reestructuración argentina, en estas condiciones y como bien razona el consejero del Presidente, está en medio de dos opciones que casi no tienen término medio: la agonía o el éxtasis.

Las tasas bajas le dan al país una oportunidad histórica única. El bono del Tesoro a 10 años tocaba ayer un rendimiento de 0,38 %. Si no estuviera de por medio la megacrisis de mercados que estamos viviendo no habría razón para que Argentina no consiguiera condiciones excepcionales para renegociar su deuda. Cualquier oferta sería bienvenida.

El problema es que el mundo está mirando otro canal que no es precisamente en el que aparecen los emergentes y mucho menos nuestro país que, hace décadas, es el que peor se porta dentro de esas naciones.

El coronavirus es hoy un problema grave con un costo en vidas enorme y una generación de pobreza por su impacto en la economía del mundo imposible aún de calcular en toda su dimensión. Pero no es el único problema. La crisis del petróleo, que se encendió al ritmo del Covid-19 y la brutal baja del consumo en el mundo por el freno de la economía China y luego del mundo, terminó con una pelea entre Rusia, Arabia Saudita y Washington que hizo estallar todas las certezas que dio en las últimas décadas el cartel de la OPEP. Anoche el crudo recuperaba precio, pero como en las bolsas los movimientos siguen siendo casi de montaña rusa.

Dos realidades salen de ese combinado. Argentina tiene su deuda hoy cotizando en promedio a 40% de su valor. Llega en algunos momentos a 35%. Son precios de default que pueden bajar más aún si la crisis sigue y así cambiar las voluntades en la negociación. Se debe estar más que atento a las pulsiones del mercado en este sentido.

Hay otra baja que también complica y es la del petróleo. El Gobierno ayer inició un proceso para intentar convencer a las operadoras de Vaca Muerta que mantengan la actividad y no abandonen los yacimientos, como ya plantearon dos empresas. Con un barril a 35 dólares es imposible pensar que una operación normal para el shale oil. El país apelará de nuevo al establecimiento del “barril argentino”, un precio sostenido ficticio, para mantener en marcha Vaca Muerta, la gran apuesta argentina que puede convertirse en una quimera, también en parte como víctima del coronavirus, ya más conocido como el virus de los mercados.

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