Las conmocionantes confesiones de "Gabi" Brandán y de Rojas

Las conmocionantes confesiones de "Gabi" Brandán y de Rojas
Con voz clara y precisa, los imputados relataron con lujo de detalles cómo se produjo el crimen de la maestra jardinera. Revelaron, además, los momentos previos y el después del homicidio. Los roles de cada uno de los acusados.
Publicado el 24/08/2012 - "El jueves me llamó Lucrecia. Vení como a las 4 (16) me pidió. Yo estaba laburando en mi moto. En la mañana, empezaron a hablarme en la vereda de la casa de Lucrecia. Estaba la Lucrecia, Luis Esteban, Guillermo (el “Turco” Pereyra) y yo. Ahí decían cómo iban a hacerlo. Después llega Mario (Rojas) como a las 10 de la mañana.

Yo les dije ¿que están por hacer? Me explicaron que iban a hacer un autorrobo.

A la siesta me llamaron de nuevo. Fui y Lucrecia me confirmó que anduvo Mario y que todo estaba listo. Quería saber yo qué iba a haber para mí. Me dicen que si tenía plata la chica me la iba a hacer quedar yo; y dos teléfonos. Medio pocoto es, les aclaré”.

-¿Qué debías hacer vos?, preguntó la policía. “Me pedían que yo vaya y apenas llegue, abra la puerta del auto y la baje a la chica y ellos le pondrían algo en el cogote.

Fui a la hora pedida (16.30) a la casa de Lucrecia. Cuando aparecía la madre de ella, ellos se callaban. Voy a casa y no habrán pasado como a las 7.30, 8 (19.30, 20) me hacen llamar de vuelta. Cuando me voy yo me dicen vamos nomás. Subió al auto, Guillermo, Lucrecia, el hijo y yo. Para ese entonces, planearon que el auto estaría estacionado al lado del Lido (hotel alojamiento).

Antes de llegar, fuimos en el auto y Lucrecia; pasamos por la farmacia. La Lucrecia preguntaba sobre remedios para la muela. Fuimos a dos farmacias. Después a una en La Plata. Y luego al Newbery. Al final, compró dos botellitas de anestesia, jeringas y guantes blancos.

De ahí, sube ella adelante y nosotros íbamos atrás en el auto. Salimos hacia la costanera y ella empieza a preparar una jeringa. Le echa el líquido ese y tira las botellas por la ventanilla. Ella se puso guantes; me da uno a mí y dos al hijo.

Llegamos allá. Bajamos los tres y Lucrecia me explicó: `Decile que esto es un asalto. Nada más`”.

Prosiguió Brandán: “Abro la puerta delantera del otro auto en que estaba la chica y el chango. Por el otro lado apareció Luis Esteban gritó: Callados, no tengan miedo. Cooperen y no pasará nada. La chica respondió, está bien quedate tranquilo. Yo le pedí: dame la cartera amiga.

Fui en el asiento trasero del auto, con la chica y del otro lado, Luis Esteban. Lucrecia iba adelante.

Antes, la Lucrecia le metió la cosa (jeringa) en el brazo. Esteban empujó a la chica hacia atrás. La chica iba bien. Yo la agarro de la mano y ella me decía `amigo que no me hagan nada`. Esteban la agarraba con las dos manos.

En medio de la costanera, Esteban la abraza. La chica me dice `amigo por favor tengo miedo. Cállate decía Esteban. Hacela callar a esa gran p…, decía Lucrecia. El flaco (Rojas) le dio una rejilla con señas y llorando.

Lucrecia recibió la rejilla, se la pasó a Luis Esteban para que le ponga en la boca. Así la llevamos en el camino”.

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