Como Viroche, el cura de Simoca también denuncia a los transas

Como Viroche, el cura de Simoca también denuncia a los transas

El padre Luis Álvarez dice que en su ciudad hay por lo menos diez puntos de venta de drogas y que los vecinos tienen fotos y videos de las actividades.

El rol de los sacerdotes es el de estar al lado de la comunidad, conocer sus sufrimientos y necesidades y extender una mano para ayudar a mejorar la situación de los feligreses. Así lo entendía el cura Juan Viroche y así también llevan adelante sus tareas otros curas de la provincia.

El padre Luis Álvarez, de la parroquia Nuestra Señora de Las Mercedes, de Simoca, desarrolla su misión pastoral desde hace 10 años, trabajó 15 años en Concepción, y ahora advirtió que en su comunidad recrudeció la venta y el consumo de estupefacientes, aunque señaló que el flagelo no tiene la magnitud que registran las zonas más vulnerables del Gran San Miguel de Tucumán.

En Simoca, el consumo de alcohol en exceso, especialmente en las zonas rurales, tanto en jóvenes como en adultos, predomina por sobre el uso de drogas, observó el religioso. Sin embargo, recalcó que, en los últimos años, creció la circulación y el consumo de drogas. “En Simoca hay, al menos, diez puntos de venta. Los vecinos tienen fotos y videos de chicos que van a comprar”, alertó en una entrevista al diario La Gaceta.

El sacerdote detalló que la marihuana fue lo primero que se instaló en Simoca. Luego, señaló el ingreso de sustancias sintéticas como el pegamento. “Después comenzó a circular la cocaína, pero en una proporción menor. Por último está el ‘paco’, que circula desde hace dos años”, rememoró.

En otro orden, el cura señaló que, a diferencia de lo que sucede en las zonas vulnerables del Gran San Miguel de Tucumán, en Simoca no hay tantos casos de adictos que roben para comprar drogas. “Los chicos son más dóciles. Estamos a tiempo de evitar que la situación empeore”, manifestó.

Por otro lado, cuestionó la respuesta del sistema de salud y la dilación de la Justicia para controlar el ingreso de drogas. “Los sacerdotes no podemos solos. Muchas veces tenemos que hacer malabares para que un psicólogo amigo nos ayude”, advirtió.

Finalmente, lamentó la muerte del padre Juan Viroche y destacó su lucha. “Es llamativo el suicidio, por las denuncias que hizo. Es un dolor que un hermano haya perdido así la vida. El padre Juan no ocultó la realidad. Esto es parte de nuestro ministerio. Denunciar lo que atente contra la vida humana”, consideró.

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